Esto sí que es tirarse a la piscina

YES

CARMELA QUEIJEIRO

¿AÚN NO TE ESTRENASTE? Este abril hubo aguas mil, pero de piscina. Queda inaugurada la temporada de baño, y qué mejor manera de hacerlo que yendo a algunas de las casas rurales con más nota de Galicia. Se te hará la boca agua...

29 abr 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

Podrías creer que es Bali, pero es Carnota. Puede que estos días el tiempo no acompañe tanto, pero hace solo unos pocos el plan era el de la foto en toda Galicia. Agua, pero de piscina. Y claro, muchas casas rurales se pusieron a ello abriendo las suyas antes de lo previsto. Vámonos de fin de semana veraniego, que ya se puede, y empecemos por Carnota. La casa rural San Cibrán, que lleva el nombre de su localidad, está de lujo. Por algo roza el sobresaliente en Booking, y con solo echarle un vistazo entendemos por qué. Camas balinesas, piscina, jacuzzi y gimnasio

-con TRX, gomas, rodillos masajeadores y muchas otras especialidades- son algunas de sus lindezas, que no son pocas.

Pero hay más. José Manuel Andrés, el dueño de este sueño, pone una cosa por delante: «Somos amigos de las mascotas. De hecho, la zona de camas balinesas está pensada para que los clientes puedan disfrutar de la piscina sin perder de vista a su perro, ya que los animales no pueden bañarse». José nos habla desde esta casa que está a los pies del monte Pindo y tiene vistas a la playa de Carnota, que está a tan solo cuatro minutos en coche. El alojamiento aquí es tan relax que la vivienda más cercana está a un kilómetro y medio de distancia y hasta el acceso por carretera es casi exclusivo. «Prácticamente entran solo los vehículos de los huéspedes», asegura.

Esta casa de diez habitaciones repartidas en tres edificios puede alquilarse al completo, pero también individualmente. Uno de los dormitorios es una suite que cuenta con su propia terraza, sofá, minibar y mucho espacio. Del resto, cinco tienen la opción de incluir camas supletorias -de 1,40 por 2 metros, por cierto-. Porque aquí viene mucha familia, muchas parejas e incluso mucho extranjero. De hecho, unos estadounidenses que vienen a hacer el Camino de Santiago se casarán allí en breves. «Hace poco empezamos con la celebración de eventos y bodas», indica José, que añade que la piscina y el jacuzzi triunfan.

COMO EN EL SUR

«Ya abrimos al público la piscina la semana anterior a la Semana Santa», añade el propietario, que dice que el secreto de que la gente se anime tan pronto, además del tiempo, es la temperatura: «Está climatizada, a 27 grados, siempre. Aquí la gente está bañándose desde primera hora de la mañana. Esto parece un resort de Estepona, todos están en las tumbonas y en el agua». Una zona verde completa los exteriores de esta casa rural con mucha oferta deportiva: «También somos escuela náutica con surf, kitesurf, windsurf, paddle board, catamaranes... de todo», apunta José, que no se olvida tampoco de la montaña y ofrece rutas en mountain bike, senderismo y demás actividades. Muchos de sus clientes son empresas de entrenamiento que se acercan para hacer duatlón, triatlón o recorridos hasta el mirador del Ézaro.

Para aquellos que alquilan la casa al completo, tienen dos barbacoas a su disposición y una cocina totalmente equipada. Y tanto ellos como el resto pueden hacer uso de las zonas comunes, entre las que destaca un salón-comedor con chimenea de cien metros cuadrados. Dependiendo del dormitorio que elijamos y de la temporada del año en el que lo alquilemos, la cuenta nos saldrá desde los 50 euros en el caso de la temporada baja hasta los 95 que puede alcanzar alguno en la alta. Eso sí, si te está tentando no lo dejes para el último día. «Para verano, en julio y agosto, tenemos ya a estas alturas una ocupación del setenta por ciento, y hay quien ya reservó para el puente de mayo desde hace cuatro meses», advierte José. El que no corre, vuela.

Ramon Leiro

«Aquí ha venido hasta gente de Australia»

Ojo que nos lanzamos a la piscina del 9,9. Esta es la nota que los clientes le ponen a la Casa de Sixto, en Paderne, que desde hace casi una década está gestionada por José Soto y su mujer, María José Zaraldo. Ellos llevan más de nueve años al frente, pero la casa tiene unos cuantos más. «Tiene más de doscientos», explica José, que cuenta que en realidad pertenece a la familia de su mujer. «Era de su tatarabuelo, que era Sixto, y por eso le quedó lo de la Casa de Sixto en la aldea para siempre», asegura. Y menuda herencia. Cada vez les va mejor y ya se les ha pasado por la cabeza la idea de ampliar, aunque de momento van despacio y con buena letra. «Está aumentando muchísimo el cliente extranjero, incluso alguno vino desde Australia, que parece increíble, aunque la mayoría son ingleses e irlandeses. También hay mucho peregrino y familias, porque aquí admitimos mascotas. Sobre todo, esta es una casa ideal para los amantes de la naturaleza, de la gastronomía con productos frescos y ecológicos y de las rutas», explica. Y es que aquí se puede hacer de todo: «Hay dos clubs de golf, rutas a caballo, caza, pesca, avistamiento de animales y rutas náuticas en vela, dorna o embarcaciones de doce metros», dice José, que nos detalla que su alojamiento tiene nueve habitaciones dobles con opción a camas y cunas supletorias con un precio que ahora es de 60 euros, y que en temporada alta sube a 75. ¿Y la piscina? Apta para todos. «Es de diez por cuatro metros y tiene una profundidad de metro y medio», asegura. La comida es otro vicio al que rendirnos aquí. «La verdura y las patatas son de la huerta, y el pescado y el marisco, de la ría». Como para no ir.

RAMON LEIRO

«En la suite hay hidromasaje con vistas a la ría»

Todo aquí está pasado por agua. Estamos en A Maquía, en Poio, que ha conseguido un 9,6, pero bien podría tener una matrícula. Esta pedazo de casa con un terreno de ocho mil metros cuadrados tiene la piscina abierta todo el año. «La mitad está calefactada para que pueda utilizarse siempre, y tiene un pequeño tramo añadido con escaleras y un banquito con chorros para sentarse con niños pequeños», explica Iago Martínez, dueño del alojamiento junto a su mujer, Sonia Boullosa. Por dentro mantiene el nivel. Sus nueve habitaciones son de película, y nunca mejor dicho, porque además de contar con Wifi o hilo musical tienen un deuvedé con videoteca y una smart TV para poder conectarse a Netflix o a cualquier plataforma. En temporada alta los alojados pueden disfrutar además de la cocina de la casa, que también tiene párking gratuito y vigilado y en la que el precio por noche anda entre los 70 y los 140 euros, dependiendo de la temporada y del tipo de habitación.

CON UN PIE EN EL JARDÍN

La suite es mucha suite. Tiene sesenta metros cuadrados, con un ventanal de cuatro metros y una bañera de hidromasaje con vistas a la ría de Pontevedra en la que da gusto amanecer. También nos ofrecen una habitación especial con la misma bañera y cuarenta metros cuadrados, y luego ya damos paso a los dormitorios estándar. Los de la planta de abajo tienen acceso directo al jardín y a la piscina y están más pensados para familias con niños y perros. Los de arriba, con un toque más romántico, están orientados a las parejas. Dos minutos andando bastan para llegar a la playa, porque A Maquía conecta directamente con la pequeña cala de Caeiro y está al lado de la playa de Laño. Si eres más de río, tienes allí la conexión perfecta para la ruta de los molinos. «El agua es como nuestro vínculo», indica Martínez, que añade que ellos también ofrecen muchas actividades acuáticas, rutas a caballo y senderismo. Sus tres ofertas especiales son tentadoras. Una es un fin de semana de golf en el campo de Meis, «que está dentro de los treinta mejores de España», apunta el dueño, que propone un pack para gente que va a jugar y además puede disfrutar del menú degustación en un estrella michelin -«tenemos dos pegados, el de Pepe Vieira y el de Pepe Solla»-. Luego está la escapada romántica con detalles como fruta, bombones y cava con cena degustación en uno de los michelines y, por último, la escapada relax con visita a un spa cercano que incluye masaje y circuito. «La casa es ideal también para los que van a Sanxenxo pero no quieren ese bullicio, porque estamos solo a cinco kilómetros», indica. Como si estuviesen a más.