Estas gallegas son madres solteras por elección: «Crío a mi hijo sin ninguna carencia»

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MARCOS MÍGUEZ

«Mellor ter á miña filla soa que tela con calquera», «Mis hijos están discriminados por la Administración». Ángela, Inma y María son tres madres que narran su experiencia en solitario.

26 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ellos son Martín y Ángela, hijo y madre, felices de tenerse hace dos años. A sus 45, Ángela se siente una mujer plena y empoderada y asegura que «la decisión de ser madre sola no fue fácil». Tardó tres años para asumir que formaría una familia en esas circunstancias. «No creo en el instinto maternal, y sí es cierto que con la pareja que tuve hablamos de tener hijos, pero esa relación se rompió y lo de tener niños quedó un poco aplazado», cuenta. Sin embargo, el tiempo pasaba para ella, temía por la edad y empezó a tener cierta inquietud con el tema de la maternidad. «Tenía la sensación de que me faltaba algo y sabía que me podía hacer feliz de forma inminente», asegura. Y cuando finalmente se aventuró al proceso, todo ocurrió rápido. «Tuve mucha suerte y me quedé embarazada a la primera mediante fecundación in vitro, -añade satisfecha-. Mi hijo ahora tiene 2 años y el vínculo con él es maravilloso». ¿Es duro asumir toda la responsabilidad?, le pregunto. «Sí que es cierto que por momentos es complicado, porque cuando son bebés la demanda es total, entonces al ser la única persona, físicamente se hace duro -confiesa-. Una tiene que seguir trabajando, haciendo la compra y bajando la basura, porque también llevas toda la logística de la casa. Hay una parte de renuncia a tu tiempo muy grande, pero lo compenso totalmente. Y a la hora de tomar decisiones, dice, también es difícil, pero tiene una parte sencilla porque no tienes que discutir con nadie -se ríe-. Te preocupas, claro, pero cuando la responsabilidad recae sobre una persona, hay decisiones con las que no puedes perder el tiempo», recalca.

Ángela es una mujer con determinación. Y tiene muy claro que aún queda mucho por hacer en materia de conciliación para que su hijo y otras mujeres como ella tengan las mismas oportunidades que el resto de las familias biparentales. «Hay una brecha importante por la que estamos luchando. La gente piensa que por ser madres solteras tenemos ayudas y no es así», explica. Por eso, llegar a ese punto sola «te hace sentir muy empoderada. No somos familias incompletas, criamos hijos felices, que no tienen ningún tipo de carencia» -apunta-. Verlo jugar y disfrutar a sus 2 añitos es muy reconfortante para mí, porque sé que lo estoy haciendo bien», se reafirma.

Sin conciliación

Ángela pertenece a la Asociación Madres Solteras por Elección (MSPE). Allí reciben ayuda unas de otras, hablan de diversidad y de lo contentas que se sienten con su tipo de familia. «La asociación hace un papel muy importante por muchas cosas, dice. Por un lado, las otras madres te apoyan desde lo emocional. También, si tienes dudas con el tema de la crianza, o con nuestros problemas de madres como familias», -cuenta-. Soy parte de la comisión legislativa, y estamos participando a nivel estatal y desde nuestra delegación en Galicia en la elaboración de la ley de diversidad familiar, y trabajamos, además, para lograr un registro de familias monoparentales en la Xunta», explica.

A la mamá de Martín le preocupa que la sociedad esté «un poco de espalda a lo que son los temas de cuidados y conciliación familiar. ¿Te ha perjudicado ser madre soltera en el ámbito laboral? «No he visto prejuicios, -contesta-. Pero sí es cierto que no es fácil conciliar en ningún aspecto. Y tienes más preocupación porque es el único sueldo que entra en casa. En la maternidad, las mujeres somos las grandes perjudicadas», insiste. «Al final, nos toca a nosotras dejarlo todo a un lado porque alguien tiene que hacerse cargo de los niños. Y la pandemia puso de manifiesto que la conciliación no existe, y que en su momento, cuando no estaban abiertos los colegios, el 90% de la carga, a la hora de seguir con el trabajo y asumir el cuidado del niño, recae sobre la mujer, aun cuando las familias están formadas por dos miembros». Pero para ello está en la asociación, donde reconoce que «se está luchando desde varios frentes, incluso desde otras instituciones en las que participan varios tipos de familia», concluye. 

Entonces, ¿los niños aprenden que no hay papá?, le digo. «Nosotras ya nos planteamos que no hay ausencia del padre» -responde-. Somos una familia formada por una mamá y punto. No hay una carencia porque nunca estuvo esa persona». Al tiempo que añade que desde MSPE también reciben cursos sobre cómo abordar estos temas con sus hijos. «De hecho, en una charla nos explicaron que era bueno hablar de estos temas cuanto antes. A partir de los 2 años, cuando los niños tienen un mínimo de conocimiento, es bueno empezar a explicarles nuestra historia, donde no hay un papá, sino un donante -apunta Ángela-. Hay muchos cuentos dirigidos a los niños en estos casos. A Martín le he leído uno que cuenta cómo una mujer quería formar una familia y que con la ayuda de los médicos le pusieron una semillita en la barriga y pudo tenerlo desde el amor más grande que existe. Y así se lo he contado de forma natural», -agrega-. A través de cuentos porque es pequeño, y para que conozca que existe la diversidad familiar, porque no todas están formadas por la tradicional». Ángela añade que es normal que ellos pregunten por su papá. «Pero ahí es donde está nuestra educación para cuando surja el interrogante, comprendan que no pasa nada si no hay papá -insiste-. Somos los mayores los que muchas veces dramatizamos más o creemos que puede haber una carencia, pero ya te digo, un niño no va a echar de menos algo que nunca tuvo».

Así lo cree Ángela, lo ha vivido al relacionarse con otras familias como la suya. «En una ocasión, la hija de otra familia amiga nos dijo a mí y a su mami muy alegre en una conversación: ‘Ay, mamá, si no encuentro novio quiero ser como Ángela' porque para ellos es normal», recuerda. Para esta mujer incansable la maternidad es una elección como otra cualquiera que haces en la vida. «Si lo deseas es lo mejor que te puede pasar, sin que sea una obligación. Siempre hay miedos, yo los tuve, pero si lo quieres, se puede lograr, ya sea sola o en pareja», resume. La conversación termina entre risas y contando lo feliz que regresó Martín de sus primeras vacaciones de verano. «Era un reto irme sola con él y lo disfrutamos un montón. El vínculo que desarrollamos fue precioso. Mi hijo ha sido lo mejor que me ha pasado».

Inma Souto: «Mellor ter á miña filla soa que tela con calquera»

Inma es madre de una niña de 2 años que tuvo sola porque no quería esperar a una pareja para la maternidad.

Con 25 años, Inma Souto ya sabía que quería ser madre y que tener pareja o no tenerla no iba a ser un factor decisivo en ello. Así fue, con 38 años tuvo sola a su hija Sara, que tiene ahora 2 años. Viven juntas en Tordoia, cerca de Ordes, donde la pequeña también tiene a sus abuelos, que ayudan a Inma a cuidarla.

«Na decisión de ter á miña filla soa tamén influíu unha mala experiencia que tiven cunha parella, por temas de maltrato psicolóxico. Tiña medo de que tipo de persoa ía ser o pai da miña filla, por experiencia propia e por outras. Por iso sempre dixen que prefiro tela soa que con calquera, non temos que ter medo a iso», cuenta la madre. Cuando dio el paso y decidió someterse a un proceso de inseminación artificial contó con el apoyo de sus padres y de su círculo más cercano, aunque también tuvo que enfrentarse a algunos prejuicios: «Na aldea hai xente que parece moi progresista pero ten a mente cerrada e non pensaba que podía ter unha filla soa. É outra cousa contra a que tes que loitar».

Inma acudió a la Seguridad Social y consiguió el embarazo después de dos inseminaciones: «Estou moi contenta pola atención e tiven moita sorte». Lo complicado llegó después, Sara nació prematura por lo que tuvo que pasar 15 días en la incubadora, unas semanas en las que Inma dependía de sus padres para poder ir al hospital a verla, ya que se estaba recuperando de la cesárea. «Ao estar soa dependes de alguén, eu teño aos meus pais e estou moi axudada, pero o que máis boto en falta é ter un relevo. Os primeiros cinco meses son moi duros, especialmente as noites, por iso gustaríame ter a alguén que puidese erguerse tamén... Aínda que non sei se outras mulleres con parella o teñen», recuerda Inma.

Superados los meses de baja maternal, tocó establecer una rutina familiar y la organización nunca es tarea fácil: «Eu son autónoma e para min a gardaría é fundamental, levo á nena a unha do PAI -Punto de Atención á Infancia- e a ela acoden nenos de varias aldeas. Organízome cos meus pais para levala e recollela. Ademais, teñen un horario moi bo e está aberta todo o ano».

Más tiempo de crianza

Sobre el apoyo de la Administración pública, Inma se muestra satisfecha a pesar de que «hai algunhas axudas que tardan moito en chegar, por exemplo, a de familias monoparentais recibina un ano despois da concesión», explica. También destaca el apoyo de su concello, en el que hay otras dos madres en su misma situación.

Las ayudas que Inma echa de menos son las que puedan favorecer la conciliación: «Eu non podo disfrutar da crianza porque non podo deixar de traballar. No caso das familias con dous proxenitores poden organizarse para estar un na casa coidando e outro traballando, pero eu non teño esa opción. Debería haber algunha axuda para mellorar isto, non só para as familias monomarentais -Inma prefire usar este término- pero nós temos menos opcións. Os primeiros anos da nena son moi importantes e eu quero estar con ela e disfrutalos».

Sobre el futuro, el único miedo de Inma como madre es lo que pueda pensar su hija sobre la decisión que tomó: «Non quero que teña vergonza ou que se enfade, eu non lle vou ocultar nada, é un tema que falarei con ela dende nena con naturalidade». Sara todavía nos sabe hablar, por lo que las preguntas aún no llegaron, pero cuando lo hagan, sabrá que lo importante es que tiene una familia que la cuida y la adora.

MARCOS MÍGUEZ

María López: «Mis hijos están discriminados por la Administración»

María tiene dos mellizos y con un sueldo de jornada reducida se enfrenta sola a todos los gastos familiares.

La familia de María la componen ella y sus dos mellizos, niño y niña, de 7 años. Los tuvo mediante un proceso de inseminación artificial y desde entonces intenta conciliar la maternidad con su trabajo de higienista dental en A Coruña, aunque vive en Culleredo. De su experiencia destaca la felicidad que le supone ser madre y también las dificultades a las que se enfrentan las familias monoparentales.

«Tenía claro que quería tener hijos y me daban igual las circunstancias», explica María. Esperó hasta conseguir la estabilidad económica posible para formar una familia y a los 37 años comenzó el tratamiento de reproducción asistida en la Seguridad Social. «Lo decidí sin presiones, yo me consideraba joven, así que me apunté a la lista de espera y no desesperé, esperé», recuerda. Dos años después se quedó embarazada de mellizos y de la experiencia cuenta: «Fue todo muy sencillo porque al segundo intento ya conseguí el embarazo. No tuve tiempo a que me pasara nada bueno ni nada malo, fue simple y salió bien, aunque soy consciente de que hay mujeres que viven verdaderos dramas».

Su familia y amigos nunca cuestionaron su decisión: «No tuve ningún problema, pero la normalidad es muy relativa. Somos un modelo de familia que aún no está muy reconocido y está poco entendido a nivel social», cuenta la madre. Sobre esto explica que se siente desvalorizada a ojos de la Administración ya que ha vivido varias situaciones que tacha de injustas: «Da la sensación de que no existimos. Por ejemplo, mucha gente piensa que yo soy familia numerosa, pero no es así, una viuda con dos hijos tiene esa categoría y mi familia no. La explicación es que yo lo decido y a la viuda es algo que le pasa, pero están discriminando a mis hijos».

Un sueldo para tres

María detalla que tiene los problemas de conciliación de cualquier madre pero, en su caso, la situación se agrava al tener que sacar a sus hijos adelante con un único sueldo de jornada reducida, ya que tuvo que renunciar a horas de trabajo por el cuidado de sus hijos: «Esto hace que no podamos acceder a una vivienda, ya que con un sueldo así es imposible adquirirla», narra la madre. También destaca el papel de las guarderías, ya que suelen tener horarios más amplios que las escuelas y los niños solo tienen vacaciones un mes al año. Cuando entran en el colegio, la conciliación ya es más complicada: «Yo solo tengo 30 días de vacaciones al año y los niños, en total, más de dos meses, eso es insostenible. Tienes que pagar campamentos o actividades extraescolares aunque a veces la economía no lo permite. También me ayudan los abuelos pero no creo que sea justo, ellos tienen que estar para disfrutar de los nietos, no para criarlos».

Otras situaciones de este estilo que ha vivido son tener que acudir a un comedor escolar que no dispone de becas o, a la hora de pedir ayudas públicas, que le hayan pedido presentar una sentencia de divorcio al no considerar -a pesar de constar en el libro de familia-, su status de familia monoparental. Contra lo que califica de discriminación, María y otras madres han fundado la asociación Familias Galegas Monomarentais : «No podemos con todo y creemos que juntas nos escucharán».

Con 7 años, los mellizos tienen más que asumida su situación familiar: «Un amigo de mi hijo le preguntó dónde estaba su padre y él contestó que no tenía, como si fuese algo normal. Mis hijos están más preparados que la sociedad para entenderlo». A pesar de lo que define como odisea, María está encantada con su decisión y afirma: «Por mí, tendría más, pero ya sería imposible».