Jóvenes, gallegas y en la élite científica: «Soy la única de mi carrera que quiso ser hacker»

CARME D. PROL, LILIANA G. ABAD / S.F

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XOAN A. SOLER

Informática, microbiología, física e ingeniería son los cuatro palos que tocan estas mujeres que lideran la vanguardia tecnológica en un mundo de hombres

16 oct 2021 . Actualizado a las 07:59 h.

Las protagonistas de la revolución tecnológica en Galicia tienen rostro de mujer. Investigan en el campo de la tecnología o la microbiología y tienen profesiones nuevas como la de hacker. Estas cuatro mujeres marcarán el rumbo incluso en ámbitos considerados típicamente masculinos. Eso no las ha frenado y, gracias a su trabajo, ya son referentes e inspiraciones para futuras generaciones de mujeres que seguirán sus pasos.

Cuando nos imaginamos a un hacker, quizás venga a nuestra mente un hombre encapuchado que se dedica a robar datos en la red. Lo cierto es que este estereotipo existe, pero para combatir sus delitos también hay profesionales como Helena Castro (Cee, 2000), una joven hacker, la primera mujer con este puesto en su empresa, que se ocupa de detectar las brechas de seguridad en webs y plataformas: «Ser hacker en una empresa no es más que preocuparse por la seguridad de terceros. El trabajo en sí es el mismo que el de un ciberdelincuente, pero nosotros lo hacemos con contrato, en un entorno controlado y siempre buscando que la plataforma sea más segura».

Helena está ahora en el cuarto curso de la carrera de Ingeniería Informática, que estudia en Santiago. Compatibiliza los estudios con su puesto como especialista en ciberseguridad en la empresa DooingIT, donde hizo sus prácticas de verano antes de que le ofrecieran un contrato indefinido. «Tenemos suerte porque en el ámbito de la ciberseguridad hay bastante trabajo. Cuando empecé la carrera tenía claro que era una de las salidas que más me llamaban la atención», explica Helena. Sin embargo, esta especialidad no tiene mucha presencia en el currículum académico, por lo que Helena fue aprendiendo por su cuenta, con lo que llama videojuegos de los hackers: «Son plataformas en las que puedes probar a hackear cosas pero en entornos controlados, es decir, no estropeas nada. También aprendí con vídeos en YouTube o incluso leyendo algunos blogs especializados».

XOAN A. SOLER

La ciberseguridad es un ámbito cada vez más importante, incluso en nuestro día a día. Ya no nos conectamos a Internet solo con un ordenador o smartphone, ahora tenemos aspiradoras, neveras o aparatos como Alexa que están a merced de los hackers que nos quieran chantajear, por eso el trabajo de Helena será cada vez más demandado. «Todo tiende a informatizarse más. Por ejemplo, si tenemos un robot aspirador conectado a la red wifi , un hacker puede entrar en el sistema y desconectarlo para pedirnos un rescate. Si pide unos 30 euros y el robot cuesta 200 igual compensa pagar, pero hay que tener en cuenta que esa operación la hace con mucha más gente, así que el delincuente gana una cifra importante de dinero», explica Helena. El trabajo de los especialistas en ciberseguridad es crear protocolos y barreras que impidan que los ciberdelincuentes accedan a nuestros aparatos o a los datos que introducimos en Internet. También es importante en las Administraciones públicas porque la burocracia tiende a digitalizarse y hay una mayor cantidad de datos personales en la red. Además, Helena destaca que lo bueno y malo de la informática es que necesitan pocos medios para trabajar. Ella puede proteger una plataforma usando su ordenador, pero eso también es lo único que necesita un hacker que busque delinquir.

Sobre la proporción entre mujeres y hombres que hay en esta carrera, cuenta que en su clase, de unos 60 alumnos, solo 10 eran chicas: «Cuando comenzamos el curso nos felicitaron porque éramos la promoción en la que había más mujeres». Esta proporción, en los últimos años, está aumentando, en parte porque cada vez hay más referentes femeninos en este ámbito que inspiran y motivan a las niñas a hacer carreras técnicas relacionadas con la tecnología. «Este verano estuve dando clases en un campamento de informática y todas las profesoras éramos chicas. Eso les hace ver a las niñas que hay mujeres estudiando y que no siguen los estereotipos asociados a la informática, son como ellas. Yo, cuando entré en la carrera, no tenía referentes femeninos y pensaba que me iba a encontrar con chicos que juegan a videojuegos y no salen de casa. No es así, en la carrera hay de todo», recuerda Helena.

Esta brecha de género aumenta en el entorno de la ciberseguridad ya que, según su experiencia, las mujeres tienden más a especializarse en desarrollo de software o diseño web. Ella es la única de su clase que eligió este camino. Destaca que estas diferencias se notan más desde fuera de la profesión que desde dentro: «Nosotras no lo notamos, no nos tratan diferente por ser mujeres». 

María López, microbióloga: «Las niñas necesitan referentes en tecnología»

Ãngel Manso

A sus 35 años, esta joven gallega es investigadora postdoctoral. Durante dos años formó parte del grupo de investigación de resistencias antimicrobianas del Public Health England, centro de referencia de Reino Unido

LILIANA G. ABAD / S.F

María López Díaz (1986) es microbióloga. Cuando acabó la carrera no entraba dentro de sus planes iniciales ser investigadora. Pero surgió la oportunidad de hacer la tesis doctoral y no lo pensó. «Porque me encanta trabajar en un laboratorio», cuenta. Desde el 2011 forma parte del grupo de Microbiología del Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña (Inibic). Un lugar en el que se siente privilegiada y al que siempre deseará volver. «Tengo suerte de vivir en una ciudad como A Coruña, que tiene uno de los mejores hospitales del país y que cuenta con un centro de investigación como este, acreditado por el Instituto de Salud Carlos III -destaca-. Todo esto reunía las características ideales para desarrollar mi carrera científica aquí». Además, «tuve la oportunidad de que la doctora María del Mar Tomás me acogiera en su grupo de trabajo. Me ayudaron muchísimo a progresar y a amar más la investigación», dice. Aunque al principio no era un trabajo del que ella esperase lo más. ¿Qué la convenció?. «Entrar día a día a experimentar en los laboratorios, ir a congresos y viajar. Mi trabajo diario se centra en el cultivo de especies bacterianas. Me enganché rápido a este tipo de vida y ha sido lo mejor», confiesa.

Ahora María es investigadora posdoctoral. Estuvo formándose durante dos años en Londres, en el prestigioso centro de investigación Public Health England, concretamente en el grupo de resistencias antimicrobianas. Esto supuso un importante cambio en su vida. «Al acabar la tesis doctoral me presenté a la convocatoria de la Axencia Galega de Innovación (GAIN) y gané esta ayuda. Durante la estancia aumenté mis conocimientos en el área de la bioinformática, un campo que no conocía tan a fondo. Y al principio fue duro -dice- porque trabajaba en el ordenador todo el tiempo, y estaba adaptada al laboratorio. Pero al saber que todo ese conocimiento lo traía de vuelta a mi grupo de origen, mereció todo el sacrificio». Entonces, ¿ves oportunidad aquí para el ámbito científico?, le digo. «Sí, aunque es cierto que la financiación en ciencia no es ni nunca va a ser suficiente -contesta-. Pero actualmente en Galicia hay oportunidades. De hecho, la investigación se fomenta tanto desde el ámbito público como privado». A lo que añade que la modalidad que disfrutó «es de las pocas que existen a nivel estatal para realizar una estancia fuera y que te permite regresar». Y que, por otro lado, «las investigadoras gallegas estamos cada vez en más lugares en los que antes ni estábamos ni nos esperaban». Sin embargo, ahora las carreras científicas, sobre todo las de biomedicina, «están llenas de mujeres muy valiosas». Aun así, María cree también que es preciso fomentar más la participación de las mujeres en el campo de la ciencia y la tecnología. «Sobre todo desde niñas para que tengan un acceso pleno y equitativo a lo que quieran estudiar», explica. ¿Y entre tanta investigación queda tiempo para la familia, para ti?, le pregunto. «Sí, claro. Tengo el apoyo de mis padres y desconecto porque no puedes obsesionarte con el trabajo. Es muy sano separar estos ámbitos. Me encanta salir con mis amigos y viajar, todo eso lo disfruto muchísimo», concluye.

Ledicia Díaz Lago, física: «Me mola muchísimo investigar procesos complejos»

XOAN A. SOLER

Su trabajo se centra en el diseño de algoritmos de Deep Learning, una de las técnicas de inteligencia artificial de actualidad, que permiten optimizar procesos industriales.

LILIANA G. ABAD/ S.F

A Ledicia Díaz (1998) le fascina investigar. Buscarle explicación a los procesos industriales que «a priori no sabes cómo funcionan y ser capaz de predecir una serie de comportamientos, mediante la inteligencia artificial (IA)», dice. A sus 23 años es licenciada en Física, tiene un máster en tecnologías del sector financiero y ahora hace el doctorado en IA.

«Investigar siempre me atrajo bastante. Y salió esta oportunidad para hacer el doctorado y me gustó el reto», cuenta. ¿Y por qué en inteligencia artificial?, le pregunto. «Pues mira, me he metido un poco más en el campo de las aplicaciones directas, porque el sector industrial es muy importante y está bien potenciarlo dentro de Galicia, sobre todo, que tampoco hay tantísimo», explica. Al tiempo que añade que también se puede aplicar a otros campos como la medicina. «Por ejemplo, la IA permite interpretar mejor los datos de imágenes médicas, para distinguir tumores. Porque una red neuronal se puede entrenar con un montón de imágenes previas en las que había o este tipo de lesiones y clasificar así una imagen nueva que no había visto nunca. Entonces, un médico ayudado de esta herramienta podrá interpretar muchísimo mejor esas imágenes», asegura.

Ledicia trabaja en el Centro Singular de Investigación en Tecnoloxías Intelixentes (CiTIUS) de Santiago. De sus jornadas lo disfruta todo, incluso cuando las cosas no salen como esperaba. «Me gusta mucho venir a la oficina porque hay muy buen ambiente de trabajo con mis compañeros. Siempre nos ayudamos si tenemos alguna duda, y así vemos la perspectiva del otro», cuenta. Pero a veces, continúa, es un poco frustrante, «porque te estás dando de cabeza con un problema que no tiene una solución clara y que no es fácil encontrar».

Aun así, «me levanto cada mañana y digo: ‘Vamos a ver qué consigo hacer hoy´. Dejando las frustraciones que puedas tener de por medio, está chulo -sonríe-. Al final me motiva saber que estudio procesos que la gente quiere solucionar, y por eso pongo todo mi esfuerzo en ello», reafirma. Y lo de estar pegada al ordenador, cómo lo llevas, le pregunto. «Diría que bien. Tengo unas gafas de filtro azul maravillosas -se ríe-. Es cierto que paso todo el día así, pero también estoy pensando mucho con papel y lápiz, -se refiere al iPad- . Me detengo para pensar y probar las cosas que estoy haciendo, a través de una serie de experimentos. Tampoco lo noto tantísimo porque después salgo y desconecto», concluye.

«Mucho que mejorar»

Esta joven coruñesa es alegría en estado puro. No teme lanzarse a lo desconocido. «Y si algo me interesa, voy a intentar conseguirlo». Por eso, «nunca sentí, ni pensé que sería más difícil meterme en este campo por ser mujer», destaca. Además, «lo estamos consiguiendo poco a poco. En mi carrera, estos últimos años el porcentaje ha mejorado muchísimo», asegura con orgullo. Y seguidamente, me comenta sobre la importancia de dotar con más fondos al ámbito científico. «Tenemos mucho que mejorar y lo digo en base a los datos. Si miras un poco la foto y comparas los presupuestos invertidos por otros países de la Unión Europea en la investigación y lo comparas con España o con lo que se invierte en Galicia, pues estamos muy por debajo - destaca- y eso sí que hay que solucionarlo». Hay oportunidades, continúa, pero no significa que no puedan ser más. «Deberíamos ponerle más dinero a la investigación, mínimo hasta igualar la media europea», apunta.

Ledicia también me cuenta de su familia que tanto la apoya y de su tiempo libre, claro. «Investigar me mola muchísimo, pero también estoy apuntada tanto a hip hop como a baile galego. Voy al gimnasio, toco la guitarra y quedo mucho con mis amigos, para comer, cenar, y tomar unas cañas. Soy muy mix, lo reconozco». ¿Se te queda algo?, nos reímos. «Sí, los fines de semana vuelvo a casa para estar con mi familia», dice. ¿Y qué más quieres hacer?, aunque ya tienes tarea para rato, le digo. «Probablemente me vaya de estancia a otro país, que me apetece mucho. Y cuando termine quiero hacer un posdoctorado en otro grupo de investigación, pero para eso faltan muchos años, -aclara-. Soy muy tirada p‘alante», concluye.

Ana Freire, ingeniera: «La tecnología tiene que ser feminista y diversa»

Esta profesora e investigadora creó un sistema para detectar usuarios con tendencias suicidas en redes sociales y ayudarlos

CARME D. PROL /S.F

Dudaba entre estudiar Ingeniería Informática o Medicina, ganó la primera opción, que cursó en A Coruña, pero acabó trabajando en ambos campos. Ana Freire (Rábade, 1983) es directora del Área de Tecnología de la UPF School of Management de Barcelona y su principal proyecto de investigación es el desarrollo de una inteligencia artificial que detecta a los usuarios con problemas de salud mental en las redes sociales.

«Cuando entré en la carrera me imaginaba como una ingeniera de software o programadora, pero desde que descubrí la inteligencia artificial supe que ese era mi campo», recuerda Ana, recientemente galardonada con el premio Ada Byron del Colexio Profesional de Enxeñaría en Informática de Galicia.

Con un equipo multidisciplinar, en el que también hay psicólogos y psiquiatras, Ana desarrolló el proyecto STOP y demostró su éxito. «La intervención que hicimos fue detectar patrones de comportamiento de los usuarios con tendencias suicidas, depresión o trastornos alimentarios. Por ejemplo, las mujeres con alto riesgo de anorexia son mujeres de menos de 19 años, con intereses en dietas veganas, vegetarianas, ejercicio extremo y pérdida de calorías muy rápida. Colaboramos con el Teléfono de la Esperanza y el teléfono de prevención del suicidio y lanzamos campañas en redes sociales dirigidas a usuarios que encajaban dentro de esos perfiles, en Facebook e Instagram. Conseguimos aumentar en un 60% el número de llamadas provenientes de redes sociales. Si hay apoyo emocional, la gente lo aprovecha», cuenta Ana.

 Visibilizar a las mujeres

La investigadora también está muy implicada en romper los estereotipos de género asociados a la tecnología, para que las niñas vean estas carreras técnicas como una opción de futuro. Con este objetivo creó Wisibilízalas, un concurso internacional en el que ya han participado más de 3.000 alumnos de primaria y secundaria. «Los participantes, por grupos, tienen que crear una página web con el perfil de una mujer que trabaje en tecnología, ingeniería, matemáticas o ciencia. Además, les pedimos que sean mujeres cercanas con las que se puedan entrevistar y que les puedan servir de inspiración o descubran profesiones nuevas que no conocían», explica.

Ana defiende que la diversidad en los equipos de trabajo es fundamental para que la tecnología aporte valor a la sociedad: «La tecnología tiene que ser feminista y diversa. Hay un caso muy sonado de un dispensador de jabón que detectaba solo las manos de piel blanca, porque solo lo probaron personas con esa piel, es un ejemplo muy claro de que el equipo que desarrolla esa tecnología es clave para que sirva para toda la sociedad».

Viendo la trayectoria de Ana, podría parecer que el techo de cristal está roto pero ella asegura: «Solo está agrietado».