La lucha de María por ser madre: «Tenemos tres hijos en acogida y otro en adopción al que conseguí darle el pecho»

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Querían ser padres y, a pesar de que no ha sido un camino fácil, María y Álex lo han sido. «Es duro, sí, pero a mí esto me ha hecho ser madre y no lo cambio por nada del mundo», señala ella

17 jun 2023 . Actualizado a las 15:49 h.

Jamás se imaginó María que su deseo de ser madre la iba a llevar por estos caminos. «Nunca, pero miro atrás, y aunque lo que hemos vivido estos cuatros años no ha sido fácil, no lo cambio por nada. Esta es mi vida, y cuando me voy a la cama, y veo a mis cuatro soles dormidos, pienso: ‘Ya está, el día me ha compensado, así haya podido ser el peor del mundo o haya pegado cuatro gritos, al final, están bien y el resto me da igual», explica esta mujer que hace siete años emprendió su lucha por cumplir un sueño.

 Al poco de casarse, en el 2016, María y Álex empezaron a buscar un bebé. Unos meses después se dieron cuenta de que algo no iba bien, comenzaron con tratamientos, operaciones... pero llegó un momento —ella tiene unas migrañas muy complicadas— que dijeron: «Hasta aquí hemos llegado porque yo me iba por delante». Aun así tuvieron claro que eso no iba a ser un punto final, querían ampliar la familia, y los medios no iban a suponer un problema. Empezaron una adopción internacional, pero el cierre de países sumado a la minusvalía de ella complicaba el proceso. En una charla hablaron de acogida, y ella se quedó con el runrún detrás de la oreja, y cuando le escribió una chica en una cuenta que ella tiene de bebés, y vio que tenía hijos de edades muy seguidas, la posibilidad de ser familia de acogida de urgencia monopolizó la conversación.

No era una decisión fácil, y «si no estaban convencidos los dos, el matrimonio podía irse a paseo». Un día Álex le propuso ir a una charla, y ella tardó «tres segundos» en apuntarse. Aunque se lo pintaron «muy negro», porque era como una especie de criba para que siguieran quienes realmente estaban convencidos, a la salida, en mitad de la Castellana, Álex le dijo de presentar los papeles. «A mí casi me da algo de la felicidad», dice ella.

De todas las opciones que había sobre la mesa, esta fue cogiendo fuerza, y ella pensó que sucedía por algo. «Fuimos avanzando en el proceso, y hubo un momento en que nos dijeron qué ofrecimiento hacíamos. Yo pensé que un niño solo lo iba a llevar peor que dos hermanos, luego me enteré que para hermanos hay muy poca gente, y me planteé: ‘Con mayor motivo', y encima pensé: ‘Si maridín ha dicho que sí, a lo mejor tenemos uno, le desborda la situación, y dice que no quiere más, y nos quedamos con un hijo único, así que esta es la mía'». Presentaron los papeles para acoger a dos hermanos de entre 0 y 3 años, y cuando aún no había llegado la carta con la idoneidad, recibió una llamada: había dos hermanos de 20 y 30 meses. En pocos días, ese mes de junio del 2019, los niños ya estaban en casa.

Apenas habían pasado ocho meses cuando se empezaron a plantear ser uno más. Sin embargo, tenían que esperar a que los niños llevaran un año en casa. En cuanto se cumplió, en julio, presentaron los papeles. A los dos meses estaban inmersos de nuevo en un proceso de acogida. «Tuvimos que cambiarnos de casa porque solo teníamos dos habitaciones, y si venía otro niño, nos pedían una más. En 15 días buscamos una, nos mudamos, y vinieron a evaluarnos. El 1 de marzo del 2021 conocimos al tercer niño, que llegó con 7 meses», comenta esta experta en atención temprana.

No habían pasado ni diez días con el bebé en casa cuando recibieron una llamada de adopción de necesidades especiales —un trámite que habían abierto en su momento junto con la adopción internacional, y antes de iniciar la acogida—. «A mí se me paró el corazón. Les dije: ‘No puede ser que me llaméis porque no hace ni diez días que llegó un niño a casa'. ‘Pero si llegaron el año pasado', me insistieron. ‘No, no, no estará actualizado. No me digáis nada, por favor'. Yo perdí un trozo de corazón en ese momento». Pero la cosa no quedó ahí. Cerraron la vía de la adopción de necesidades especiales, porque con tres niños de acogida, cada uno con su realidad y sus propias necesidades, «era un poco locura». Solicitar de nuevo otra acogida «era mucho», la adopción internacional «era inviable», pero en enero del 2022 se abrió la adopción nacional por vía ordinaria, a la que optaron 1.600 familias, y les pareció la mejor oportunidad para ampliar de nuevo la familia. Echaron los papeles dando «por supuestísimo» que jamás les iba a tocar, pero no contaron con el azar. «Por primera vez en la historia, el sorteo se hizo por DNI, y siempre ponemos todo con el de mi marido, pero esta vez no sé por qué lo hice con el mío. Con el de Álex hubiéramos tenido seis años de espera, con el mío teníamos un expediente 72, ese primer año nos iban a llamar. Además, que el mediano ya llevaba un año en casa», explica María, que en ese momento tenía un niño de 2 años, otra de 4 y otro de 5. 

UN BEBÉ PREMATURO

Todo sucedió muy rápido. En septiembre, comenzaron con las entrevistas, en octubre les confirmaron la idoneidad, y el 3 de noviembre les llamaron con un ofrecimiento de un bebé prematuro de 30 semanas. «Normalmente te dan un informe médico antes de firmar, pero estaba en la uci, no había previsión, firmamos a ciegas. Estuvimos un mes ingresados, nos dieron el alta, y a los diez días de estar en casa, el niño dejó de respirar. Cerramos necesidades especiales, pero ahora tenemos a un niño con ellas. Vamos a terapia cuatro días a la semana, va monitorizado porque se le sigue olvidando respirar todos los días. Esta noche hizo 17 pausas. La más larga que ha hecho en casa ha sido de cuatro minutos, he aprendido a hacer reanimación cardiopulmonar, incluso los niños saben quitarlo de las paradas. Tiene mil cositas, pero nos ha enseñado a valorar todo de otra manera», dice.

"Es duro, pero a mí esto me ha hecho ser madre y no lo cambio por nada del mundo”

 Con el bebé ha conseguido una lactancia inducida, «una espinita» que esta asesora de lactancia se ha sacado de encima. «Los otros llegaron muy mayores y no lo pude vivir, cuando nos llamaron por el bebé, esa misma noche empecé dos horas con el sacaleches, y estuve así 15 días. Además, me lo ponía al pecho en el hospital —por mis migrañas no me podía hormonar— pero hay una pastilla para el estómago que tiene como efecto secundario la producción de leche. Siempre hemos hecho lactancia mixta, porque tenía que tomar otra leche calórica por su bajo peso. A día de hoy, tiene 7 meses, hemos empezado con la alimentación complementaria, ha tenido cuatro bronquiolitis, ya no se engancha, pero yo me sigo sacando y le doy en biberón. Me hubiera gustado que siguiera, pero he disfrutado lo que he disfrutado». ¿Duro? «Ha estado más de 20 días muriéndose, eso sí que ha sido duro. Pensé que después de lo que habíamos luchado, había llegado a casa y se iba a ir, comparado a eso, cualquier otra cosa no me ha parecido dura», señala esta madre que ha tenido cuatro niños en cuatro años. 

UNA POSIBLE VUELTA

Los tres mayores están en acogimiento permanente, pero una vez al mes se reúnen con su familia en un punto de encuentro, un momento que María y Álex trabajan mucho previamente. Intentan que vayan «contentos» e «ilusionados», que lleven manualidades e incluso un montaje de fotos de ese mes para que sus padres los vean en otros momentos del día, aunque confiesa que a la vuelta pasan unos días «reguleros» porque se les revuelve todo. «Ellos saben que tienen otra familia, es lo que han vivido, de hecho, también queríamos que la adopción fuera abierta, pero no lo es. Es algo que trabajo mucho con ellos, yo les hice un álbum progresivo desde que nacieron, y ellos esa historia la tienen clara. Saben que hay dos mamás, dos papás —a María y Álex los llaman así—, y aunque no es algo que hablemos con ellos, si algún día se tuvieran que ir no sería algo descabellado para ellos. En alguna ocasión ya pensaban que se iban. A ver, lo llevan mal, porque con quien viven es con nosotros, pero cuando suceda ya lo trabajaremos».

La posibilidad de que algún día se vayan siempre está presente, «es raro que las familias renuncien», aunque no en el día a día porque lo que quieren es darles estabilidad y que crezcan como cualquier niño, pero, llegado el momento, ella tiene claro su objetivo: poder formar parte de esa familia, «y aunque sea ser una tía». «Nosotros estamos de paso cuando más nos necesitan —apunta—. Estaban en una residencia, necesitaban salir de ahí, vivir en una casa, y es lo que están viviendo. Quiero que se vayan con la mejor educación y con todo lo mejor posible para que el día que tengan que volver, esto les deje una huella para el futuro».

Lo que hacen María y Álex es maravilloso a la par que «duro», pero es la única manera que conocen de ser padres. «A mí esto me ha hecho madre y no lo cambio por nada del mundo».