La coruñesa que protagoniza la campaña del Orgullo del Gobierno: «Me han intentado reventar la cabeza con un adoquín y me han escupido en los pies»

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Azalea, que empezó a mostrarse como mujer en el 2020, representa en la foto a una frutera. «Las personas LGTBI+ estamos en todas partes, por muchos derechos que ahora algunos nos quieran quitar»

04 jul 2023 . Actualizado a las 12:47 h.

A Azalea, que es coruñesa y pronto va a cumplir los 24 años, la pandemia le cambió la vida, pero para bien. Ese shock brutal en el confinamiento a ella le hizo plantearse su identidad y empezó a responder preguntas que antes no había podido formularse. A finales del 2020 comenzó a mostrarse como una mujer y ahora dice que está feliz, porque además de sus estudios universatarios, se ha iniciado en el mundo de modelaje. Hoy, Día del Orgullo, su foto está colgada en Callao, en pleno centro de Madrid, y ha aparecido en numerosas campañas de publicidad del Ministerio de Igualdad del Gobierno de España.  

—¿Cómo se pone el Gobierno en contacto contigo para que hagas la campaña del Orgullo?

—Yo estoy en una agencia, porque desde hace un año me dedico al modelaje, tanto en temas de publicidad como de pasarela. Y ellos, cuando ven que hay un tema que me puede interesar, mueven mi perfil. La agencia me escribió un correo electrónico diciéndome que el Ministerio de Igualdad estaba buscando gente para su anuncio del Orgullo y yo mandé un vídeo. Y me cogieron. Surgió todo muy rápido y en un día se hizo toda la campaña en Valencia. Viajé desde Madrid y listo. 

—Y has hecho este «Spain is different». ¿Qué supone para ti representar esta campaña?

—Es que yo creo que la campaña toca muchos temas, y toca algo importante. Por un lado, se habla de ese eslogan, «Spain is different», que surgió durante la dictadura. Es algo que Franco impulsó para atraer al turismo y creo que en el contexto histórico en el que estamos ahora en España, con el odio y las agresiones que está sufriendo el colectivo, renombrar este eslogan es importante. España ahora es diferente, pese a que ciertos sectores —por suerte yo creo que son pocos y muy ruidosos— quieran hacer de nuestro país una España en donde no exista la diversidad. Y por otro lado, el tema de representar en un vídeo a una señora mayor, abre un debate intergeneracional. En el anuncio se ve a una señora que habla de su hermano fallecido, un hombre que tenía una pareja masculina con la que no pudo ser libre. Lo bonito es que se pone en contraste de dónde venimos y dónde estamos. Las cosas han cambiado, yo en la campaña, en la imagen, soy una frutera que representa a cualquier frutera de barrio. Cualquier frutera puede ser una mujer trans. Ese es el punto, normalizar y acercarnos a la vida pública sin reclamos, soy una persona más. 

—Acaban de retirar banderas LGTBI. ¿Cómo lo estás viviendo?

—Yo estudio Relaciones Internacionales y esto no es algo nuevo. A lo largo de toda Europa estamos viendo cómo la extrema derecha busca eliminar la diversidad o cercenar las oportunidades para ser iguales. Hay grandes figuras políticas en los últimos años en España que han salido diciendo burradas, como que las personas trans rompemos la infancia, que queremos que todo el mundo cambie para asemejarse a nuestro parecer... 

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—¿Tú has sufrido alguna agresión?

—Incontables, todas las semanas. Somos personas que estamos sujetas a la violencia, y hemos estado en el punto de mira por la ley trans. A mí todas las semanas me pasa algo: me han escupido a los pies, me han insultado por la calle, de fiesta también me han mirado mal y una vez un tío me intentó reventar la cabeza con un adoquín del suelo... Hay violencia, pero, por desgracia, lo peor es la recurrencia con la que la sufrimos. También por parte de la policía.

—¿Por qué?

—Porque me he encontrado con situaciones de darle el DNI al policía y el policía se ha negado a tratarme por el nombre que yo le doy, por mi nombre. Históricamente, siempre se nos ha tratado como si trajéramos algo negativo, algo peligroso. Cuando es todo lo contrario.

—¿Tú cuándo hiciste la transición?

—Yo empecé el proceso de reconocerme a mí misma y cambiar mi realidad a raíz del covid. Creo que le pasó a mucha gente, ya no solo con el tema trans. La pandemia nos hizo comernos el coco y en mi caso me llevó a darme cuenta de que todo lo que tenía dentro desde hacía años era una discordancia con cómo yo me presentaba a la sociedad. Empecé a mostrarme como mujer a finales del 2020. Y ahí sigo, estoy tranquila. He tenido suerte con la gente que me rodea.Cada persona tiene un trayecto diferente. No somos personas con un machete que venimos a cambiarte la vida, sino que somos como la frutera, gente normal. 

—¿Crees que ahora el colectivo LGTBI+ está inquieto por las elecciones?

—Sí, sin ninguna duda. Yo la primera. A mí me da miedo VOX. En cualquier sociedad va a haber gente de izquierdas y de derechas, pero yo dentro de la politica no concibo a VOX como algo legítimo. Acaban de colgar en Madrid una pancarta con un componente reaccionario en la que se ve una mano con la bandera de España en la muñeca que tira a la papelera los logos feminista, la bandera LGTBI+ y el logo del desarrollo sostenible de la OCDE. Es una cosa distópica. 

—¿Os preocupa el pacto PP y VOX?

—Sí, el Partido Popular tiene ahora la oportunidad de tirar por otro camino, pero no creo que lo haga. Porque por mucho que Feijoo diga que no va a pactar, yo no lo creo. Y VOX es un retroceso al pasado en todo. 

—Feijoo ha dicho que quiere derogar la ley trans. ¿Qué te parece?

—Ha comparado cambiarse de sexo con un trámite como sacar el carné de conducir, como que era igual de fácil.

—¿Y tú qué piensas?

—Yo lo animaría a abrir un libro. Lo que ha permitido esta ley es que se despatologice nuestra identidad. Ya no necesitamos un informe que diga que tenemos un trastorno por disforia de género para tratamientos hormonales. Que la OMS ya dijo que era una locura, no hay ningún trastorno, no es una patología. Y en España hemos estado con eso hasta ahora. Si Feijoo quiere derogar la ley, querrá que volvamos a tener que pasar ahí. Irá en contra de lo que dice la Organización Mundial de la Salud. Ahora, te digo una cosa, podrán cambiar el marco jurídico, pero nosotras, las personas LGTBI+ no vamos a desaparecer. Seguiremos aquí. 

—Se te nota fuerte, ¿pero has sufrido mucho?

—La violencia afecta, pero más que enfadarme, más que convertirme en una revolucionaria, lo que hace es ponerme triste. La persona que me escupe lo hace porque no concibe mi identidad, ni el porqué de mi existencia. Eso me da pena. El colectivo LGTBI+ ha abogado por el entendimiento, por el amor, por el diálogo, y me da pena que la gente quiera volcar odio hacia nosotras. Y, claro, nosotras pasamos tantas que o nos curtimos o nos comen. Nosotras no estamos luchando en vano. Y a día de hoy vemos que hay un grupo de nostálgicos que quieren volver a un mundo donde estos derechos no existan. Nosotras alzamos la voz porque no tenemos las mismas oportunidades, el 80% de las personas trans no encuentran empleo. Solo queremos participar en la vida pública con normalidad, construir la sociedad juntos. 

—¿Te has sentido arropada por tu familia y por la gente de alrededor?

—Sí, pero a mi familia le ha costado, porque nadie te enseña a tratar a un futuro hijo trans, pero mis padres son de la gente que más me apoya. Sí que es cierto que a nivel amistades, en Coruña específicamente, he notado que hay gente que ha desaparecido de mi vida en el momento en que yo he salido del armario. Y ha sido a raíz de empezar la transición, eso me da pena. 

—¿Qué te dice ahora la gente desde que eres famosa?

—Ja, ja, ja. Si yo estoy emocionada, ¡mis amigas todavía más! El día que salió el anuncio se lo enseñé a mis compañeras de piso y ellas lloraban a moco tendido, ja, ja. 

—La transición fue en el covid, la tienes muy reciente. 

—El hecho de estar encerrada en casa me permitió preguntarme a mí misma cosas que llevaba tiempo queriendo preguntarme, pero al final no lo haces. No se te da la oportunidad. Hay muchas cosas que configuran nuestra identidad. Si yo, de pequeña, nunca veía a mujeres trans en la pantalla, ni en política, ni en la vida pública, no sabía que era una realidad posible. No era capaz de ponerle nombre a lo que yo sentía. Yo empiezo a ver que existen las personas trans antes del covid, claro, pero como esas personas suelen estar marginadas, separadas, alienadas, yo no me identificaba ahí. No me había dado a mí misma la oportunidad de planteármelo. 

—Pues a ti la pandemia te dio la vida. 

—Sí, sí. Fue un horror, pero lo que yo saco de forma positiva es que si no llego a pasar por la pandemia y por un cambio tan radical, yo hubiera tardado mucho en hacerme las mismas preguntas, aunque me las habría hecho igual, por supuesto. Esa es la cuestión. Por eso lo que importa cuando vemos a un niño de 10, 8, 12 o 14 años que se cuestiona, lo importante no es la edad, sino que ya se haga esas preguntas. Lo importante es que a partir de ahí trabajen, vayan al psicólogo, porque reestructurar tu identidad de arriba abajo no es fácil. Es muy complicado. 

—Nadie se hace trans alegremente. 

—Claro, no es un camino de rosas. Todo el mundo tiene un viaje, hay gente que se quiere operar y otra, como yo, que no. 

—Tú no te quieres operar. 

—No, yo soy una tía bastante femenina, he tenido mucha suerte, pero yo estudio mucho el tema de identidades. Y el género, como el dinero, es una construcción social. Eso no quiere decir que haya que cargársela. Los seres humanos vivimos en sociedad gracias a que hay constructos sociales, pero al final, todo tiene su complejidad. El dinero no se utiliza igual ahora que hace cien años, pues el género tiene muchísimos callejones y cada uno lo expresa de una manera. Hay gente trans que buscará tratamiento hormonal para cambiar su apariencia externa, y hay gente que no. Gracias a otra gente previa a nosotras, que ha luchado por que tengamos estas oportunidades, nos damos cuenta de que la identidad es muy compleja y todas las formas de expresar tu género son válidas. Yo conozco a chicas extremadamente femeninas y a chicas extremadamente masculinas, cada una que viva como quiera.