Jorge García Marín, coordinador del Máster en Igualdad de la USC: «Todos los pasos de Rubiales son de manual del perfecto machista»

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El profesor de la Universidade de Santiago Jorge García Marín.
El profesor de la Universidade de Santiago Jorge García Marín. SANDRA ALONSO

«Machistómetro» a la cúpula del fútbol español. «Hemos vencido y aquí está el pene, el gran falo, la virilidad como clave del éxito», empieza el examen de la secuencia. Sometemos al termómetro de la igualdad la puesta en escena del presidente de la Real Federación Española de Fútbol tras la victoria de la selección femenina en el Mundial

07 sep 2023 . Actualizado a las 00:26 h.

En cuestión de besos, hay gustos y hay disgustos que son, más bien, disparates que empañan una victoria histórica en un Mundial. Todas las jugadoras de la selección española se han pronunciado, también el Gobierno, los acólitos (de rumbo variable) de Luis Rubiales, la FIFA, el Tribunal Administrativo del Deporte y el CSD, entre otros organismos y personalidades, algunos de inmediato, otros más tarde. ¿Es deliberadamente machista el discurso y toda la secuencia del caso Rubiales o esconde alguna estrategia que supera el filtro de la igualdad a día de hoy? Responde Jorge García Marín, coordinador del Máster en Igualdad, Género y Educación en la Universidade de Santiago, y secretario del Centro Interdisciplinario de Investigaciones Feministas y de Estudios de Género (CIFEX). ¿Cómo valora el despido de Jorge Vilda? «Era algo inevitable. Dentro del esquema, era la pieza más señalada. Tenía a las jugadoras en contra, su mentor está ahora inhabilitado. A falta de la caída del jefe, lo lógico es que cayera él. Sería raro que lograra permanecer en su cargo mucho tiempo más», afirma el profesor de Sociología.  

-Primeros minutos tras la victoria de la selección femenina. ¿Ese primer gesto en el palco para celebrar el triunfo de España cómo se debe calificar?

-Evidentemente, está fuera de lugar. Pero vamos a dejar el protocolo, porque el protocolo a veces también puede ser machista. Hay muchas cosas que se hacen por tradición o por protocolo que tienen ese poso. El mundo del fútbol, en general, es un mundo que permea valores que tienen que ver con el patriarcado, como muchos otros deportes. Yo soy muy crítico con esto, y con que la igualdad tenga que ir siempre por el lado de lo masculino. En el fútbol hablamos del «deporte rey», de cómo se igualan ellas, pero no hablamos de igualar a los chicos a través del ballet, por ejemplo... No, eso no. 

-¿El poder y el éxito son masculinos, corresponden a cualidades masculinas clásicas?

-Sí, siempre. Y el fútbol en sí destila valores que tienen que ver con el machismo, la homofobia, el racismo, la virilidad, el engaño... Partiendo de esto, la figura que encabeza la Federación de Fútbol, que no deja de ser un clan bastante cavernícola en sí, porque todas las élites están masculinizadas, es un paradigma. Creo que habría que descabezar toda esa estructura, y hacer una nueva, porque el problema es la estructura. Empezando por ahí, todos los pasos del caso Rubiales que hemos visto hasta ahora son los del manual del perfecto machista, desde la gestualidad inicial. Ya me dirás que tiene que ver una victoria de mujeres con la genitalidad masculina... 

-¿Es la guinda machista del que se apropia de un triunfo de mujeres?

-Justo. Es como el pene que aparece dibujado en un váter o en un contenedor de basura. Él ya está marcando el territorio, ya mirando para el otro [Vilda], es un «por huevos lo hemos conseguido», «lo hemos pasado fatal y lo hemos conseguido». No, ellas no han sufrido... Sufren ellos. A partir de ahí, ya tienes la radiografía. Esa ritualidad de tocarse los huevos lo dice todo. Solo le faltó cuando se negó a dimitir volvérselos a tocar. O, directamente, enseñarlos. Es el gesto de virilidad típico asociado a una masculinidad tóxica y hegemónica. El mensaje es «la virilidad está por encima de todo». 

-Beso, en palabras de Rubiales, «espontáneo, mutuo, eufórico y consentido». ¿Lo podemos ver así? ¿Cómo puede haber miradas tan diferentes de ese gesto?

-Sencillamente, cambia el papel. Ninguna mujer eufórica va besando así, y si lo hiciera la llamarían «puta».

-¿No es similar ese beso, como señalan algunos, al beso de Anabel Alonso a Jordi Cruz de «MasterChef»?

-No tiene nada que ver. Ella no está en una posición de poder, hay que empezar por ahí. Me recuerda que siempre hay quienes te dicen: «Yo conozco a una mujer que mató al marido, al hijo». No debemos olvidar la estructura patriarcal que es la que justifica ciertas acciones. Claro que una mujer puede matar a un hombre, pero no lo hace debido a una estructura de poder. Es otro tema, otro enfoque. Una mujer te puede dar un beso, pero nunca tiene la legitimidad con la que lo hacemos los hombres. Los hombres lo hacemos porque así se ha hecho «toda la vida», porque creemos que somos superiores y que tenemos derecho al cuerpo de las mujeres. Es toda una estructura, un sistema. No debemos confundir en ningún caso lo anecdótico con lo estructural.

-¿La mujer sumisa tiene mayor aceptación social? ¿Por qué una parte carga contra Jenni Hermoso?

-Es que la propia categoría de mujer cruza con distintas variables. Depende de muchas experiencias vitales, de la clase social, de la identidad sexual, etnia... Por eso es distinto ser una mujer pobre, lesbiana o trans que una mujer europea de clase alta. La categoría género cruza con muchas otras.

-¿Hay un retrato robot de la mujer antifeminista, ve el feminismo como amenaza?

-No se pueden ver todas las casuísticas, pero ese antifeminismo puede ser desde desconocimiento. Hasta que te pones a leer y pensar el feminismo no te das cuenta de qué significa. Muchos chicos en la Universidad, cuando acaba el curso, te dicen: «Realmente, no lo veíamos así». 

-¿Hay gente que no se entera aún de qué va la película?

-Que no te quepa duda. Puede ser desconocimiento. La historia del feminismo nunca es parte del currículo escolar, de hecho estudiamos muchos autores misóginos: Platón, Aristóteles, Nietzsche... ¿Pero quién ha leído a Mary Wollstonecraft, a Simone De Beauvoir, Betty Friedan, Judith Butler? Es interesante ver la historia del feminismo en su pluralidad de vertientes, porque hay muchos feminismos. Esto no es parte de una cultura. Cuando la gente dice: «No soy feminista», en realidad no dice nada. Es como el que dice que es o no es marxista y no ha leído a Marx. Hay que conocer la historia desde el sufragismo, desde todos los derechos que ha ido consiguiendo la mujer gracias a la lucha de otras. 

-¿Debería haber sido más racional Rubiales de cara a la galería social, a los medios, le había ido mejor en el veredicto social mayoritario?

-Debería haber sido más estratégico. 

-¿Cómo valoras a la gente silenciosa o a esos que relativizan la importancia de este caso, pueden superar la prueba de la igualdad real?

-Cuando uno dice: «Tenemos otros problemas» eso denota también la poca capacidad que tiene para ponernos en la piel de otro, para empatizar con los demás. En verano se han batido récords en muertes por violencia de género, pero es la punta del iceberg. Miles de mujeres sufren infiernos de violencia machista en su día a día, pero eso no resta importancia a otras formas de machismo. Se denuncia una de cada seis violaciones, y en este país hay una media de cuatro violaciones por día, y ya no hablamos de la prostitución y la trata de seres humanos. A veces, desde una pespectiva de poder, de privilegios consolidados, se dice: «¿y qué más quieren las mujeres? Conducen, tienen su cuenta bancaria, juegan al fútbol, yo paso a veces la escoba... Y ellas ¡no paran de pedir cosas!».

-¿«Ellas nunca están contentas, ellas siempre quieren más»?

-Eso piensan algunos, claro. Y dicen que ellas fragmentan valores, ponen en peligro a la familia... Tenemos una socialización patriarcal. Otra cosa es la capacidad que algunos podamos tener de hacer autocrítica, pero no es el momento de empezar a colgarnos medallas por eso.

-¿La deslealtad del hombre al clan masculino tiene un precio? Quizá ellos tienen mucho que perder si se posicionan como feministas...

-Yo lo veo al revés, un hombre cuidador tiene más que ganar, porque hoy la mayoría de las mujeres ya tienen un listón puesto. Esta ya no es la época de las películas de Esteso y Pajares. Si yo pienso en situaciones familiares de cuando era niño, veo claramente el progreso, lo que no quiere decir que no queden cosas por hacer. Solo al ver una cena familiar de Navidad, se ve el cambio respecto a hace unas décadas. Yo cuando veo a un tipo como Rubiales me incomoda, como les pasa a muchos hombres. 

-¿Por qué usó en su comparencia «falso feminismo» para señalarlo como una «lacra para este país» y no usó simplemente «feminismo», le faltó valor o se tiene Rubiales incluso por feminista?

-Decir solo feminismo sería heavy, hasta un tipo como él se daría cuenta de que es una línea que no puede cruzar. Así que te inventas eso de «falso feminismo», él hace mansplaining y le explica a sus hijas lo que es el feminismo. El mal feminismo es machismo. ¿Por qué mal feminismo, porque te critica? ¡Entonces es buen feminismo! O igual cree que el buen feminismo solo está para denunciar violaciones.

-Un feminismo de mínimos, discreto...

-Sí, y él decide qué es buen feminismo y en qué se debe centrar. Él está por encima del bien y del mal, como un ser superior, es mesiánico y nos ilumina. 

-¿Cómo catalogas el «cómo voy a ser yo machista si tengo hijas y tengo madre»?

-En el manual del perfecto machista está la victimización del agresor. ¿Cómo ser victimizado? Pues me traigo a la familia, como se llevan las plañideras a los funerales, y a cuatro tipos que te aplaudan cuando dices lo mucho que estás sufriendo. La perversión del sistema machista es justo esta: la persona que es víctima es convertida en culpable.

-¿El respaldo a Rubiales es, en el fondo, miedo al cambio?

-Siempre cuesta renunciar al privilegio, y cuesta ponerte en el cuerpo de otro. Como hombre blanco, no puedo realmente darme cuenta de los muchos microrracismos que sufre una persona de color. En sociología vemos que esas pequeñas acciones y gestos del día a día tienen mucho que ver con las grandes estructuras de pensamiento. Al no ir en un cuerpo de una mujer, yo no sé exactamente lo que siente o sufre una mujer. Y en eso ayuda el feminismo, que nunca he visto que vaya de poner a las mujeres por encima de los hombres. Yo invitaría a pensar en algunas preguntas claves como estas: ¿Hoy quien sigue teniendo mayoritariamente el poder desde el punto de vista político, económico, religioso? En definitiva, lo que la gente no piensa cuando se dan este tipo de acciones es que nuestra estructura es patriarcal. Pero hay datos: una de cada tres mujeres sufre violencia física o verbal en el mundo, ¿qué porcentaje de jefas de Gobierno hay en el mundo? Eso es un dato, o el salario de hombres y mujeres, o el reparto de las tareas domésticas y la carga del hogar. Podemos hablar de puestos de alta dirección, relaciones sexuales forzadas... A la luz de estos datos, se ve una estructura clara de poder.

-¿El machismo pervive gracias a la complicidad de algunas mujeres?

-A mí me gusta mucho una frase de Audre Lorde que dice: «No se puede desmontar la casa del amo con las herramientas del amo». A una mujer siempre la debo ver como una víctima de este orden social, no podemos culpabilizarla por más que reproduzca ese sistema. Para mí, hoy el gran reto del feminismo es el trabajo con las masculinidades. Lo masculino es plural, no es un bloque uniforme. Lo masculino y lo femenino son plurales. El hombre ha sido a lo largo de la historia como el hombre de Vitruvio, la medida de todas las cosas. Cuando veía a Rubiales apropiándose de todo, porque así ha sido, por desgracia, me recordó al libro de Solnit Los hombres me explican cosas. El problema no es Rubiales, es el cortijo patriarcal. El tocarse los genitales para celebrar la victoria tiene mucho que ver con la virilidad, con la que busca una conexión masculina, nunca femenina... Está todo el festejo masculinizado. Es la virilidad como clave de la victoria, del éxito. Es un «hemos luchado, hemos vencido y aquí está el pene, el gran falo, la bomba final de la victoria». Te cuento una anécdota. Cuando voy a centros de primaria en clase les pongo un ejercicio sencillo, les pido que pongan en un papel lo primero que se les ocurra cuando digo hombre. Muchos ponen pene. Otros ponen fuerza, valentía... Si dices mujer salen estereotipos, aunque es diferente lo que ponen niños y niñas. En cualquier caso, el poder simbólico que tiene el lenguaje es brutal.

-«No hubo deseo», dijo Rubiales sobre el beso. ¿Es relevante?

-Entonces, te dan una palmada en el culo y, como no hay deseo, vale. Eso es una chorrada. Buscar este tipo de subterfugios es intentar desenfocar el tema y querer agarrarse a cualquier cosa. Ese beso es inapropiado, tengas o no deseo.

-¿Es suficiente con calificarlo como «falta grave»?

-Fíjate en que la FIFA lo suspendió 90 días y aquí andamos como andamos. Las estructuras necesitan cambios profundos. El problema no es Rubiales, él es uno más. Si todo empezara y acabará en Rubiales sería fácill. Tendría que estar articulado un sistema en el que las instituciones no fueran un cortijo patriarcal. Con gestos como estos, habría que marcharse y se acabó, no puede ser que haya que dar tantas vueltas para llegar a una suspensión. Tendría que ser algo inmediato. Si usted mete la pata y sale el machista que lleva dentro, no puede seguir ahí. Punto. Yo no quiero ni ver el grupo de WhatsApp de Rubiales... Dice que hay mucha gente que lo apoya y seguro que es así.

-¿Qué decir sobre ese «pico» que se llevó todo el protagonismo?

-¿Por qué le tienes que ofrecer un pico a una jugadora?, ¿se lo ofrecerías a un jugador? Este es un paradigma para estudiar. Al final, el patriarcado siempre oscurece los éxitos de las mujeres. El hombre, de una manera u otra, termina haciendo algo para seguir siendo el protagonista de la fiesta, aunque no esté invitado.