Drieli, las Navidades a 8.000 kilómetros de casa: «Cuando llegamos el choque fue muy grande, hoy me gusta todo de Galicia y somos una comunidad aquí»

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Drieli con su marido y sus hijos en la plaza coruñesa de María Pita.
Drieli con su marido y sus hijos en la plaza coruñesa de María Pita. GONZALO BARRAL

Conoce el secreto del bocadillo Coruño y es una de los 8.800 brasileños que viven hoy en Galicia. Llegó a España hace seis años buscando un horizonte laboral y un futuro para sus hijos. «En calidad de vida, no hay comparación; en Brasil, por más que trabajamos, no conseguimos comprar lo básico», asegura

27 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque hay barrios coruñeses que bailan a ritmo de samba, la picaña ya es un corte de carne tan popular por estos lares como en Brasil y la comunidad brasileña crece haciendo piña en Galicia, a Drieli le parece que hay diferencias grandes entre su país natal y en el que hoy vive y echa raíces. Ella es una de los 3.500 brasileños que viven en A Coruña, 8.800 en toda Galicia, según los datos más recientes del INE. Aquí la brasileña que conoce el secreto del «bocadillo Coruño» llegó buscando un horizonte antes de la pandemia, hace seis años. El revés laboral que sufrió su marido y «la situación tan complicada» que vivían en Brasil hizo que a esta madre de dos hijos su cuñada, también brasileña, que lleva ya 20 años viviendo en A Coruña, casada con un gallego, les invitase a mudarse aquí.

Tomar una decisión así es fácil de escribir, pero vivirla es un proceso complejo. «En verdad vinimos ilusionados, pero cuando llegamos fue un choque grande de cultura, de clima, de comida... Al principio, fue muy duro», admite Drieli, que trabaja en una bocatería cerca del estadio de Riazor. Esta será la séptima Navidad que pase en la terriña de adopción, donde cada vez se siente más en casa. «La primera Navidad la recuerdo dura. Hacía mucho frío, la familia aquí era muy pequeña y nos vimos descolocados», revela quien dejó en el país del Pan de Azúcar no solo otros paisajes, sabores y otro clima, sino también una enorme red familiar. Fuertes apegos. Fue lo más duro de dejar allá. En Brasil quedó su hermana pequeña, pero al hermano mayor logró convencerlo de que tomase la misma decisión que ella se lanzó valiente a tomar con su marido. «Después de dos años, conseguí traerlo. Poco a poco, estamos viniendo toda la familia. Ya somos una comunidad aquí», afirma Drieli, que procede del interior de São Paulo, de São José do Rio Preto, que está de la ciudad más poblada de Brasil a una distancia «como la que hay entre A Coruña y Madrid».

Hoy, la brasileña se declara completamente enamorada de este recuncho. «Soy una enamorada de Galicia, me gusta todo de aquí», confiesa, pero sí hay un pequeño matiz en el invierno: «Si hiciera un poquito más de calor, mejor sería, pero ahora el clima no me afecta tanto como al principio».

ALGUNAS DIFERENCIAS

Cuando cruzaron el charco, sus hijos tenían 7 años. Hoy «ya son gallegos». A ellos el que más les afecta, según su madre, es más el tiempo de Brasil: «El año pasado viajamos de vuelta, en vacaciones, y me decían: ‘¡Mamá, no puedo con este calor!'». El 2022 fue la primera y única vez que volaron de regreso a su país tras aterrizar en España en el 2017. «Fue emocionante» volver a ver a los suyos después de todo el tiempo transcurrido desde ese mes de febrero en que pisaron España y conocieron el frío. Su primera Navidad a la gallega la pasaron en un grupo de ocho personas: «Éramos mi familia y la de mi cuñada, que son su hija, su hijo y su marido». Ahí descubrió Drieli lo que era la morriña por Brasil, en especial al tener la oportunidad de ver a su familia a través de una pantalla para darse un encuentro virtual para aliviar la saudade en las fiestas navideñas.

«Los brasileños somos muy calurosos, somos de afectos, de estar mucho en familia, entre los amigos... Ahora, con el paso de los años, ¡las Navidades aquí también son grandes!», asegura Drieli, que añade que no ha tenido problema de relación con los gallegos. «Pero los brasileños somos distintos. Los brasileños somos más intensos, efusivos, de hacer más cosas juntos». Este año, en Navidad serán 24 personas, así que el grupo no mengua, sino que va creciendo «entre una familia y otra y otra» que se suman para estrechar los lazos. Alquilarán un bajo para celebrar las fechas de sabor más familiar todos juntos y revueltos, brasileños y gallegos, «una buena mezcla de gente» que se quiere.

A los hijos de Drieli apenas les costó adaptarse al cambio a Galicia. «Los niños enseguida se sintieron bien en el colegio, a mi marido y a mí nos costó algo más. Sobre todo por la cuestión del idioma, por no saber hablar el castellano», cuenta Drieli. ¿Y no es fácil el gallego para un brasileño? «Es parecido, pero a mí me resulta difícil por el acento, porque es diferente», manifiesta.

Montes, bosques y playas son algunos de los encantos del paisaje gallego que han seducido a Drieli, que también reconoce cómo disfruta «los cocidos, el chorizo rojo y los calamares. Como las empanadas de aquí».

Pero encontrar trabajo no fue tan sencillo como pedir un regalo en la carta de Reyes. «Al no conocer el idioma, es más difícil. Llegamos sin papeles y por eso fue más difícil aún», cuenta.

Drieli trabaja ahora con su cuñado en la bocatería, mientras que su marido ha encontrado empleo en una empresa de telecomunicaciones. «Ahora, la verdad es que estamos muy bien. No tenemos problema», afirma.

Calidad de vida

En cuanto a la calidad de vida, según la brasileña, «no hay comparación». «En Brasil, por más que trabajamos, no conseguimos comprar ni lo básico. Esto no tiene nada que ver. Aquí vas al súper, puedes comprar fiambre, yogures, chocolate. Comprarlo allí es más difícil», asegura. «Aquí se quejan de que las cosas están caras, pero en Brasil la cosa está mucho peor, como la asistencia sanitaria; hay colas enormes y no siempre te atienden como debería ser. Aquí es más fácil, pides la cita y te la dan de un día para otro muchas veces», pone como ejemplo Drieli.

En España, en Galicia, es más asequible un plan como salir a comer o ir de viaje: «Si comparamos lo que cuesta teniendo en cuenta los salarios aquí y allá, la diferencia es muy grande. Allí tenemos que privarnos de muchas cosas. Allí, para poder pagar un viaje, tienes que fraccionar el pago en los doce meses del año».

Ojo al bocata Coruño (¡de albóndigas!) de la bocatería en la que trabaja, La Tradicional. Muito sabor familiar...

Lula y su familia se mudaron a Combarro hace dos años.
Lula y su familia se mudaron a Combarro hace dos años. CAPOTILLO

Lula, la argentina que ama y te hace amar Combarro: «Lo mejor de Galicia es la seguridad que tienen mis hijos, en Argentina no podían ir más allá de la puerta de casa»

A 10.000 kilómetros de casa por Navidad está Luciana, que triunfa en redes como Lula en Galicia con sus consejos para madres migrantes, un diccionario exprés español-galego y «Las cinco razones para NO mudarte a Galicia»

A. Abelenda

Las primeras Navidades que pasó en Galicia, lejos de su Zárate natal, Lula las recuerda pasadas por agua. No por lo que llovió, sino por lo que lloró al sentirse tan lejos de esa patria que es su gente, la familia que dejó en su país cuando migró. Dos años después, esta Navidad se presenta como un gordo de la lotería para Lula en Galicia, autora de la cuenta de este nombre en Instagram, una red en la que esta argentina que marca tendencia asentada en la terriña desde hace dos años es embajadora chévere de Combarro. Luciana, conocida como Lula, empezó a hacer red como Matecito Migrante, blog que es un punto de conexión y apoyo para madres migrantes. «Ahí vamos tocando diferentes temáticas: cómo nos relacionamos, cuestiones de Extranjería con expertos, cómo nos reinventamos las madres cuando emigramos o cómo ayudar a los hijos en la adaptación... Uno viene con tantos miedos, tantos...», dice esta argentina que echa raíces en las Rías Baixas entre hórreos y gente de la que es fácil sentirse familia.

La maternidad es en sí misma una migración. Con ella tu vida muda por completo, ¿no? «Totalmente. Al ser madres evolucionamos, y el foco ya está en los hijos. Al emigrar no lo hacemos solo por nosotros, lo hacemos por ellos, con la esperanza de darles un futuro mejor», dice la orgullosa mamá de Pierina y Juanse, de 14 y 11 años, que triunfó con un vídeo de un curso de gallego acelerado por el que le llovieron comentarios. Lula y su hijo Juanse hicieron ese vídeo con una serie de palabras y expresiones en español y su correspondiente traducción al gallego. El reel se hizo viral... con algún gazapillo. «¡En la primera frase ya me equivoqué! Escribí: ‘Si chove, que llova» y es «Se chove, que chova'. A mi hijo hasta le han enviado regalos por ese vídeo».

Al emigrar, Lula asumió como parte del desafío de mudarse a Galicia que sus hijos aprendieran gallego. Que supieran ver bolboretas y dar bicos. Juanse se adaptó al gallego con facilidad y actitud, y su hermana Pierina superó la mudanza de una pieza en plena adolescencia. Sin venirse abajo.

Esta historia comenzó a gestarse una tarde, cuando sentados en el patio de su casa de Argentina, a Lula le dijo su marido, Juan: «Me quiero ir». Y ella se puso estupenda: «Vamos». Tras un año y medio de trámites, pandemia mundial, venta de la casa, del coche, de «tooodas» sus cosas, de amargas despedidas, volaron a España para asentarse en uno de los cincuenta pueblos más bonitos de España, según National Geographic.

La familia llegó Pontevedra en el 2021 y enseguida consiguieron una cálida acogida en Combarro. «Nosotros somos tranquilos y nos gusta la gente. Enseguida nos sentimos en nuestro hogar. Pasó algo: mi hijo venía desde Argentina queriendo ser portero. Cuando le dijimos que íbamos a emigrar (imagínate, ¡9 años, la cabeza explotada!), nos dijo que quería ir a una escuelita de fútbol. Vinimos y su grupo de compañeros del colegio iban a fútbol sala, lo apuntamos y enseguida se unió al equipo. A la tercera clase, nos dijeron que tenía condiciones para ser portero y si queríamos apuntarlo». Hoy Juanse es uno de los porteros de su equipo, el Poio Pescamar, con el que ha ascendido este año a Liga gallega. Y ha salido ya, emocionando a sus padres, cantando uno de los grandes temas de Juan Pardo en Xuntos, de TVG.

«El grupo de padres del colegio, de fútbol, es muy lindo. Y el colegio de Chancelas, ¡el mejor del mundo!. Nos divertimos muchísimo con las familias, armamos juntadas... Eso ayudó a la adaptación», señala Lula, que recalca que el deporte al que migra le ayuda a generar y a ampliar la red de apoyo. La real y las virtuales...

«Las redes sociales pueden crear vínculos preciosos —asegura—. De compañerismo, de entenderse, de acompañarse». Hace un par de semanas, esta familia recibía la visita de otra familia argentina afincada en Granada. «¡Once horas de coche para venir a pasar el fin de semana con nosotros en Combarro!», valora Lula. Norte y sur tienen sus contrastes y cargan con tópicos que no siempre son justos. «Cuando llegaron a Combarro, nos dijeron, por ejemplo, que pensaban que iba a hacer mucho más frío», detalla la influencer que te da «cinco razones para NO mudarte a Galicia» (te sorprenderán...).

Galegos son estos argentinos tras dos años de asombro y arraigo en las Rías Baixas. «A mí no me importa nada que llueva, estoy tan enamorada de Galicia... No soy una persona objetiva, no te diré nada feo de Galicia porque no se lo encuentro. Galicia nos recibió desde el principio con los brazos abiertos. Hoy mis hijos van solos a la parada del bus para ir al colegio, desde el ascensor, y eso en Argentina no lo habrían podido hacer nunca». En su país, otro ejemplo, tampoco podrían ir a retirar dinero de un cajero sin mirar si hay alguien a su espalda. «Hay un problema de inseguridad en Argentina, y en estos últimos años, la inflación lo hace todavía todo más duro. El sueldo para una familia no alcanza», dice quien se decidió a emigrar tras un flechazo, que nos cuenta.

«Tenemos amigos que viven aquí hace más de once años. En el 2016 vine a visitarlos, a ver a mi amiga con mi hija y con mi madre. Vine y me enamoré. Me enamoré de Combarro. Pero aún no era nuestro tiempo de emigrar. Cuando lo decidimos, entonces sí, no dudamos en venirnos para acá», afirma. Su marido, Juan, era al final el que más se resistía a dejar atrás su país. «Es difícil marcharse...», dice Lula. «Pero aquí hay muchos ojos que nos cuidan. Paso y me dice la panadera: ‘¿Cuándo viene Juanse a la plaza?, que yo te lo miro'. Y los padres están mirando, pendientes, como nosotros también miramos a los hijos de los demás». Esa red de padres y vecinos hace posible una conciliación que no logran las políticas. «Es un regalo que confíen en nosotros para lo más preciado: sus hijos», valora la argentina que disfruta la «doce vida galega». «A nosotros nos invitan (a una fiesta, a una churrascada...) y vamos. Si te quedás dentro de tu casa, nadie te va a venir a tocar el timbre. Tienes que tener esa predisposición de abrirte, de conversar, de charlar... Es fundamental». En Argentina es costumbre comer en las casas de los amigos, «aquí quedamos en la plaza a tomar algo».

La soledad no es compañía en la «aventura familiera» de Lula en Galicia. «El gallego siempre te ayuda», asegura. ¿Lo mejor de venirse a vivir en Galicia? «La seguridad y libertad para nuestros hijos, que puedan ir caminando por la calle, en Argentina no tenían la posibilidad de estar fuera, solo en la puerta de casa... Tenía miedo de que les pasase algo, hasta a mí sola me daba miedo ir. Y después, esta belleza de Galicia. ¡Todo el tiempo te estás sorprendiendo!».

Lula, Juan, Juanse y Pierina se dividirán esta Navidad entre los amigos de Vigo (el día 24) y los de Combarro (el 25). Unos y otros son su familia elegida. En su tercer Nadal, «la morriña es más linda», o más riquiña. Y se va y se viene entre panxoliñas...