Javier Urra: «No hay que contarlo todo, ni siquiera a la pareja»

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Javier Urra, en una foto de una visita a Santiago en el 2015.
Javier Urra, en una foto de una visita a Santiago en el 2015. XOÁN A. SOLER

«A un hijo no debes decirle siempre lo que piensas», señala el melón el doctor en Psicología Javier Urra, que publica «La vida íntima», para ver y cuidar esa intimidad (con dolor y sombras) de lo que somos. Para leer «a cucharadas»

12 feb 2024 . Actualizado a las 18:00 h.

Los sentimientos son «material inflamable», sabe Javier Urra, primer defensor del menor, doctor en Psicología Clínica, presidente de la Comisión Rectora de Recurra-Ginso (clínica de salud mental infantojuvenil y centro terapéutico) y presidente de honor de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental. Sabe el experto (que nos resulta tan familiar por los medios) que los sentimientos prenden y nos hacen arder, en general, con facilidad. Pero también que hay personas que ni frío ni calor ante las imágenes más duras de La naranja mecánica o, ya en el terreno de lo real, gente que siente placer al infligir violencia a los demás.

En sus más de tres decenios de trabajo con asesinos, violadores y maltratadores, constata que siempre hay raíces, causas, porqués del mal. «He conocido miles de casos de personas que violan, asesinan y cometen otros hechos terribles, y sí, siempre hay una explicación. Esto no quiere decir que sea una explicación que les exima de responsabilidad. No. Puede ser una vivencia muy negativa de los demás, una dureza emocional, una gran psicopatía. ¿Por qué? Si rascas, llegas a saber, y esto no implica disculpar ni justificar», asegura Urra, que prepara una tercera edición de El ser humano, un ser espiritual. Y propone un viaje a nuestra intimidad, a veces una desconocida, en La vida íntima, que él invita a leer «a cucharadas». «En la actualidad casi no hay secretos», y son necesarios, apunta el autor que nos insta a educar en la gratitud, quitándole los aires de importancia al yo.

—«Hemos de decidir con quién se puede compartir una conversación privada... La vida pública no tiene rendijas donde esconderse», adviertes. ¿Cómo es posible que no cuidemos la intimidad, que estemos desorientados sobre lo que somos y lo que es el «paraíso interior»?

—Es que el ser humano tiene deseos. Desea la felicidad, pero sabe que va a morir; desea que la sociedad sea justa, pero sabe que hay niños que nacen con parálisis cerebral. Una cosa es el deseo y otra es lo que es. A la vida no se le puede pedir más de lo que puede dar.

—¿Cómo se vive mejor?

—Uno: hay que ser agradecido. Dos: hay que conocer qué es la vida y qué el ser humano, una especie animal pero esencialmente espiritual. Si ahondamos mucho podemos encontrar la soledad. El ser humano siempre tendrá preguntas, cuestiones sin resolver... En la intimidad siempre hay sombras.

—¿Tendemos hoy a ahogar el yo más genuino en el yo de postureo?

—Bueno, el ser humano ha sido de postureo siempre, eh. Cuando estaba en las cuevas, ya pintaba para los demás. No tanto para dar forma a la belleza como para comunicar. Como cuando se pone «Te quiero, Pepita» en el tronco de un árbol. Eso se ha hecho siempre, lo que ocurre es que hoy tenemos otras tecnologías que lo vuelven todo hacia el exterior.

—¿Hemos perdido el pudor?

—Hay personas que lo han perdido. La gente lo cuenta todo, se desnuda en todos los sentidos. Otros tenemos pudor. Yo, cuando voy a un cuarto de baño público, cierro la puerta. Tú puedes tener relaciones con tu pareja y luego se va al cuarto de baño y se cierra. ¡Pero si acabáis de estar en la máxima intimidad y desnudez...! Ya, ya, pero son momentos distintos. Pareciera que el ser humano está arrollado por el ruido, por las demandas, por los likes, por el «tengo que contestar»... Todo muy hacia los demás, más en el caso de ser madre de un adolescente, que suele tener miedo de no estar con los demás o de perderse un wasap a las doce de la noche. Esa es la realidad de vivir hacia afuera. Pero el ser humano es social, es persona porque están los otros. Este libro no es en absoluto onanista, para «yo, mí, me conmigo». Yo soy un clínico y he visto miles de casos... Veo que la gente no siempre puede ayudarse a sí misma. Esencial: la persona no existe sin el otro, sin la mirada del otro. Ahora bien, tiene también un espacio que es muy íntimo. Tú fuiste niña, viviste cosas y no tienes obligación ni necesidad de contárselas a nadie. Porque es algo tuyo. No es necesario que se lo cuentes ni a tu pareja ni a tus hijos. A veces ser valiente es callarse. ¿Hay que contarlo todo? No. A un hijo, aunque tenga 40 años, no le debes decir siempre lo que piensas. No todo es comunicable.

—¿A veces es positivo mentir?

—Parto de que el ser humano miente muchísimo hacia los demás. Mucho, mucho, mucho... Pero a veces el autoengaño es mayor. Imagínate una sociedad de personas que se dijesen siempre lo que piensan. La relación sería imposible.

—Y uno para quererse necesita engañarse un poco.

—Claro. Eso de quererse... Yo diría «para sobrellevar la vida», ¿no? La vida es larga, densa. Paremos un momento. Y no digo que haya que irse a un monasterio. A veces vas en el coche, con la radio, y puedes reflexionar. Ese es un autodiálogo.

—... Que no significa autoayuda.

—Los libros de autoayuda me parecen un engaño. Yo quiero invitar a reflexionar. Yo, como psicólogo, a mis pacientes les hago preguntas de las que no espero respuesta. Preguntas que les retumben y se hagan planteamientos con otra distancia y busquen alternativas a sus conflictos. Pero no es más... ¿Eso que podemos hacer con un paciente lo podemos hacer con nosotros mismos? Sí.

—A veces necesitamos al profesional, no solo al amigo, porque el amigo siempre está de tu parte.

—Son dos cosas. Una, los amigos son esenciales y tenerlos es muy preventivo. Esta sociedad está muy psicologizada, psiquiatrizada, y me parece francamente mal. Me parece que dar un paseo sola puede ser beneficioso, ponerte a ver el paisaje también, leer un libro o tomar con amigas un café hablando de temas banales es absolutamente terapéutico. Ahora bien, si tienes un gran conflicto contigo misma, o con tu cuñado, y estás cayendo en consumos de alcohol o una ludopatía... En ese caso, hay que acudir a un profesional. De la misma forma que si pisas mal, vas al fisioterapeuta o al traumatólogo. Pero no llevados por la inercia de una sociedad de consumos, de somníferos, de ansiolíticos, de antidepresivos...

—¿Por qué contamos los problemas con los hijos a una amiga, es natural? ¿Hay cosas que debemos reservarnos, que no deberíamos contar, por ese sentido del pudor y la intimidad?

—Imagínate que tu hija te defrauda profundamente. ¿Tienes que contárselo a una amiga? Creo que no. Ahora bien, las cosas de la vida cotidiana, el que se niegue a levantarse para ir al colegio, verbalizarlo lo normaliza. Y si tus amigas tienen hijas, te dirán: «Es lo que me pasa a mí». Es un «esto nos pasa a todos». ¿Por qué vemos películas o leemos novelas? Para ver que tus miedos, ansiedades, angustias son normales. Hay cosas para hablarlas con una amiga, otras para hablarlas con tu hijo, otras para hablarlas con tu pareja, otras para hablarlas contigo... Y otras para no hablarlas.

—¿Por qué «malvivimos en el bien-estar», como dices?

—Porque pedimos mucho, somos poco austeros y valoramos poco lo que tenemos. Somos poco agradecidos por el hecho de tener luz, agua... Aquí hay muchos niños con depresión, estrés. Tienes un ejemplo con las autolesiones. ¿Cuál es el criterio del niño que se autolesiona? «Estoy sufriendo, entonces me hago una lesión y paso de lo emocional a lo físico. El libro plantea lo contrario: vámonos al sentimiento, pero desde el pensamiento, desde hacernos preguntas inteligentes que no siempre tienen respuesta. El sentido de trascendencia, de llevar la vida en brazos, es lo que puede revertir la incidencia de la enfermedad mental. El 70 % de la enfermedad mental de adultos tiene la etiología en la infancia. Por eso, tenemos que crear un carácter en los niños y en los jóvenes para afrontar la vida, porque, si no, ¡nos desbordamos! Yo no hablo como teórico, he trabajado con los grandes violadores de este país, con grandes psicópatas, con asesinos... Sabemos lo que hay que hacer, y es llevar la vida en los propios brazos, procurando mejorar la de los demás. Yo esos libros de ‘porque tú lo vales’, ‘potencia y desarrolla tu autoestima’... ¿Pero qué autoestima? Yo me he levantado a las 4.00 para estudiar. A los 66 años, estudio todos los días, no tengo problemas de autoestima. Digo: «Javier, ¡qué voluntad tienes!». ¿Por qué la gente tiene mucha autoestima si vale poco? Esta es la pregunta.

—¿Por qué sobreprotegemos tanto a los hijos?

—¿España sobreprotege mucho? Sí, ¿pero por qué, por qué cede un padre al chantaje de un hijo, por qué quiere comprar el cariño de un hijo? El chico, la chica, tienen que ganar en libertad, responsabilidad, autonomía. La sobreprotección no les permite crecer. Pero no hacerlo supone decir que no, supone correr riesgos, supone al final ser adultos. ¿Los padres de hoy son adultos? Es una pregunta, pero para otro libro.

—¿En qué nos centramos para educar en la fortaleza?

—Hay que educarles en que la vida exige pasión, en que hay que ser agradecido y en que hay mucho que hacer. Lo importante no es el yo, es el tú. Hay que cuidar a la abuela con alzhéimer, ir a hospitales donde hay niños enfermos. Cuando los Reyes Magos traen cinco juguetes, se puede regalar a otros un juguete sin haberlo estrenado. Esto es educar en la generosidad. En cuanto a los adultos, lo que veo es bastante inmadurez. Mucha gente que quiere ser como un niño, pero en el mal sentido, en no asumir responsabilidades. Pero hicimos un estudio, Las prioridades de los españoles, y vimos que lo que la gente más valora es la familia, con los mil tipos de coparentalidad. A las personas, si las entrevistas una a una, lo que valoran es su familia. ¿Los amigos? Pues no tanto. Así que esa imagen de una sociedad frívola que a veces nos hacemos y transmite la televisión no lo representa todo. Hay gente muy comprometida,gente  con ilusión y voluntad. No hay que caer en el espejismo. Una cosa es lo que uno dice, otra cosa es lo que piensa y otra es lo que siente.