No es otra fantasmada de Hollywood liderada por uno de sus gurús más cualificados, el cienciólogo Tom Cruise. Tampoco el desastre que voces interesadas auguraron a la vista de su accidentado rodaje, de una posproducción sospechosamente retardada y de varias fechas previstas para su estreno, una tras otra cancelada. Solo en Norteamérica se acerca a los 100 millones de dólares en taquilla. Valkiria muestra trazos que la hacen diferente pese a recrear una trama previsible, el último atentado contra Hitler tramado en julio de 1944 por un grupo de oficiales alemanes coordinados por el coronel Claus von Stauffenberg, con dramáticas consecuencias para sus promotores. Hitler todavía viviría algunos meses al salir ileso de la bomba que explotó en la conocida como Guarida del Lobo, refugio fuertemente vigilado en donde el dictador reunía a su Estado Mayor. Un hándicap que solamente podría superar un guión bien gradado, acompañado de un adecuado uso del tempo y el tono.
A priori, el neoyorquino Bryan Singer, autor de la celebrada Sospechosos habituales (1995), entre otras, estaba cualificado para resolver el desafío, pero se quedó a medias al administrar la emoción con racanería. Surge una barrera infranqueable entre la pantalla y el patio de butacas, que solo a veces, en alguna secuencia muy lograda, provoca reacción en el espectador. Por ejemplo, cuando el general Fromm (estupendo Tom Wilkinson) pide a Von Stauffenberg que corresponda a su saludo y este eleva su muñón con un «¡Heil, Hitler!» o cuando prepara la bomba definitiva. Incluso en la secuencia inicial en el norte de África.
Cine bélico
Al binomio Cruise-Singer cabe reconocerles sus esfuerzos para sacar a Valkiria del cine bélico convencional, tan dado a tiroteos, soldados, disparos, explosiones, material bélico vario y otros recursos icónicos del género. Al contrario, quiere ser un thriller planteado con rigor histórico pese a su renuncia a trabajarse el suspense. Es más, en los últimos minutos, cuando ya se conoce el desenlace fallido de la operación, se aprecian unas prisas anormales por concluir el filme. Todo se precipita como si al Cruise productor le hayan podido las urgencias taquilleras y optara por dejarla en dos horas que el exhibidor todavía tolera. Lo que parece ritmo vertiginoso (que lo es, va como un foguete en esos minutos finales), hace sospechar que veremos una Valkiria más razonable en su futura edición videográfica. Ahora bien, en cuanto a ambientación histórica, un sobresaliente, y en cuanto a espectáculo, garantizado.