Una película como Nunca es tarde para enamorarse lo tiene casi todo en contra para acceder a las pantallas comerciales en la actual coyuntura. A la gente joven muy poco les dicen ya dos grandes de la escena, como Dustin Hoffman y Emma Thompson, y encima protagonizando una historia de amor con un toque realista y tan cotidiano que hasta fastidiaría a quienes tengan el gusto atrofiado por los topicazos que Hollywood ha introducido en el género. Joel Hopkins, en su segunda incursión detrás de las cámaras después de Jump Tomorrow (2001), mira hacia la vida cotidiana y el gesto se agradece para derivar en una obra honesta, agradecida y que no se merece pasar inadvertida justamente por su empeño en resultar modesta, real como la vida misma.
Dustin es un compositor publicitario a punto de alcanzar los setenta (realmente está en 72), estresado y despistado, que acude a Londres para la boda de su hija, cuya madre hace muchos años que tiene nuevo marido. Emma es azafata de tierra casi en los cincuenta (su edad real), más segura y de especial sensibilidad, que vive muy pendiente de su madre. Ella le saca casi veinte centímetros de altura. Su primer encuentro tiene poco de agradable, pero la casualidad hace que vuelvan a coincidir. El mérito del guión, también obra de Hopkins, está en haber tomado la vieja fórmula de la comedia romántica, desposeerla de todo glamur, rodear a la pareja de secundarios de lo más común y hacerles caminar por la grisácea Londres (saca un interesante partido a la ciudad, muy alejada de la tan querida París a ojos de Hollywood).
Sobre todo impide que hablen como cursis extraterrestres haciéndose carantoñas o retozando en plan tortolitos. Y al fondo, una reflexión sobre el amor. Los protagonistas ya están de vuelta de muchas cosas. Se sienten también en el umbral físico de la vejez, pero al tiempo quizá no les venga mal compartir su vida. En ese sentido, los silencios de Hoffman, subrayados con miradas, son ejemplo de talento dramático. Lejos de sus recientes trabajos, en los que ejerce más de comparsa ilustre que de otra cosa, el actor está muy a gusto en una película tan sencilla como sincera, tan asumible como agradable.