En determinado lugar de la ruta, de siete kilómetros de longitud, del río Loio el caminante llega a un alto desde el que se intuye el final del río y se domina un esplendoroso Miño. El itinerario está pensado para ser recorrido en tres horas yendo a un paso que permita disfrutar de los rincones. Hay desniveles, tanto en ascenso como en descenso, pero en ningún caso resultan demasiado duros para nadie.
El camino que marcha ora en paralelo, ora cruzando el Loio no es ancho, así que ni los carritos de niño son recomendables en absoluto ni tampoco las bicicletas.
En algunos puntos se han tendido puentes con el fin de poder articular la ruta, de senderismo, y en todos los casos se ha tenido un especial cuidado en no emplear materiales que no se degraden de manera natural.
Del puente para allá (o sea, aguas arriba), el río Loio. Desde donde está tomada la foto para atrás, el río Miño, aquí calmado porque esto es la cola del conocido embalse de Belesar.
El sendero se convierte en pista de tierra, cuyo último tramo (en la foto) es magnífico, justo antes de la aldea que avisa de que comienza el descenso hacia el embalse de Belesar y, por lo tanto, a los últimos metros del río Loio.
La pequeña aldea de Loio de Cortes, al fondo, está bien integrada en el entorno, conformado por una explosión vegetal que se echa de menos en otras partes de Galicia. En Paradela no es nada raro encontrar un paisaje semejante.