Viernes, 19 de Septiembre 2025, 10:08h
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Hay libros que nos dicen de dónde venimos, aunque no los abramos desde hace siglos. Entre ellos están las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique. Y conviene recordarlas de vez en cuando porque tal vez –con permiso de Quevedo, Bécquer, Miguel Hernández y Machado– sean de los mejores versos escritos en lengua española. No sólo por lo que dicen, sino porque, como los buenos aceros, cortan igual hoy que hace quinientos años. No sé si todavía se leen en las escuelas, y prefiero no saberlo; pero los chicos de mi generación los sabíamos de memoria. La genialidad de Jorge Manrique no fue inventar un lamento, pues elegías había muchas en el siglo XV. Lo absoluto es que convirtió la muerte de su padre en lección moral conectada con lo mejor de la tradición clásica. Mientras otros lloraban a sus muertos con artificios retóricos, él supo mirar al mismo tiempo a Roma y a la fe cristiana –que era la de su época– con una elegante, tranquila y asombrosa transparencia.
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