El origen de la inspiración El genio y su doble: cómo se estudian y se imitan los maestros del arte

De Giotto a Caravaggio, de Tiziano a Velázquez, de Cézanne a Picasso... Las obras maestras de todos los tiempos regresan una y otra vez, descarada o secretamente reinventadas, como el leitmotiv de una melodía clásica. Repasamos algunos de los hitos de un diálogo que ha inspirado el gran arte a través de los siglos.
Ni mágicamente tocados por la arbitraria mano de la inspiración ni orgullosamente entregados a la autoinvención. Los grandes protagonistas de la historia del arte, los que han abierto nuevos caminos al discurrir de la sensibilidad, nunca fueron personajes a merced de las musas, como consideró el pensamiento romántico; ni de la pura invención, como se pretende hoy. Todo lo contrario. Nadie como el propio artista reconoce y valora la influencia de otros en su trayectoria. Nadie tiene más clara conciencia de que la creación es un singularísimo trabajo en cadena. Una conversación sin fin entre espíritus afines. Cuando Matisse cedió el cuadro de Cézanne que tenía en su colección, dijo: «De su obra he extraído toda mi fe y mi fortaleza». Su deuda con el implacable precursor del cubismo va mucho más allá de los aspectos formales. No hay dobles versiones ni cuadros 'paralelos' de ambos. Hay algo tal vez más relevante: la misma actitud ante la pintura como lenguaje, que Cézanne inauguró irreversiblemente con sus bodegones de manzanas y que dejó bien claro al escribir: «Ni escritor ni filósofo. La pintura es un fin en sí misma y yo quiero ser pintor solo».
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