La neurociencia revoluciona el legado de Freud

Justo cuando la jerga freudiana —complejos de Edipo y de castración, envidia del pene...— empezaba a sonar antigua, la resonancia magnética ‘reivindica’ a Sigmund Freud y puede asignarle el lugar que él buscaba entre los científicos. Pero hay más. La tecnología que sostiene la neurociencia no sólo sirve para sustituir al diván: tiene insospechadas aplicaciones, desde el tratamiento del autismo o el control de las adicciones a dictar pautas de consumo. Se lo contamos.
Si el doctor Sigmund Freud levantara la cabeza puede que siguiese tomando notas (aunque es probable que le tentase la grabadora), pero tendría que renunciar al diván. El cómodo diván donde se tumbaban sus pacientes sería sustituido por una camilla hospitalaria; una camilla que habría que introducir en un tubo de resonancia magnética. Un escáner recogería imágenes de sus cerebros mientras hablan de su infancia. Cuando rememorasen los pasajes más dolorosos, se iluminarían las regiones del cerebro que están asociadas a los traumas. Se pintarían de colores las porciones del cerebro donde anidan la vergüenza o la frustración; las neuronas que chisporrotean en un ataque de ira, las sinapsis que atizan el impulso sexual o la melancolía...
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