Viernes, 23 de Mayo 2025, 08:46h
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Aunque hoy nos pueda parecer chocante, los reyes de España, Portugal, Austria y Francia pudieron impedir durante siglos la elección de un determinado candidato mediante un derecho de veto. Y, puesto que podían, lo ejercían sin rebozo. En 1621, tras la muerte de Pablo V, se celebra un cónclave que no elige al cardenal español Gabriel de Trejo y Paniagua porque el rey de Francia, Luis XIII, le impone su veto. En su lugar, se elige Papa al arzobispo de Milán, cardenal Ludovici, que reinará con el nombre de Gregorio XV. El nuevo vicario de Cristo, aunque beneficiado por Francia, se esforzará por desagraviar a España, activando los procesos de canonización de cuatro españoles, a quienes en 1622 elevará a los altares por la vía rápida y de una sola tacada: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Francisco Javier y San Isidro Labrador. Del pobre Trejo y Paniagua nadie se acuerda hoy; pero sin su sacrificio tal vez alguno de estos santos reconocidos universalmente todavía estaría esperando turno en los despachos vaticanos.
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