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Ernesto Castro Filósofo y ‘youtuber’ 'Cuando hasta la verdad se convierte en posverdad, te das cuenta de la importancia de la filosofía'

Con una erudición que sorprende a los propios eruditos, este doctor en Filosofía de 31 años ha seducido tanto a los claustros académicos como a las decenas de miles de jóvenes que siguen su canal de pensamiento en YouTube. Hablamos con Ernesto Castro, el nuevo ‘enfant terrible’ de la filosofía española.

Por Diego Bagnera / Fotografía: Jaime López Cano

Miércoles, 17 de Noviembre 2021

Tiempo de lectura: 10 min

Doctor en Filosofía por la Complutense de Madrid y profesor de Estética en la Universidad Autónoma de la capital, Ernesto Castro —madrileño él mismo, nacido en 1990— publicó en 2011, con 21 años, el lapidario Contra la postmodernidad, en el que desnuda a toda la élite filosófica de las últimas décadas. Hijo de una profesora de Filosofía y de un profesor de Estética, el reconocido Fernando Castro Flórez, miembro del patronato del Museo Reina Sofía y crítico de arte de ABC Cultural, este inclasificable pensador y youtuber cuenta ya en su canal de filosofía con más de 110.000 suscriptores, y subiendo. Su actividad on-line no está, sin embargo, en nada reñida con la de la palabra escrita, campo en el que ha publicado ya varios destacados libros. Los más recientes, Ética, estética y política: ensayos (y errores) de un metaindignado (Arpa, 2020) y Otro palo al agua: Textos de crítica cultural (Roneo, 2021). De todo esto hablamos con él.

XLSemanal. ¿Por qué hoy un joven publica libros, y de filosofía, cuando es un exitoso ‘youtuber’?

Ernesto Castro. Bueno, yo empecé con el formato libro. Pero es cierto que casi pasaron ocho años hasta que volví a publicar [El trap. filosofía millennial para la crisis en España (2019)]. Fue por un cierto escepticismo ante las trampas de la industria editorial. Creía, además, que esta estaba caduca frente a las redes y la nueva oralidad.

XL. ¿La ‘nueva oralidad’?

E.C. Sí, YouTube como la nueva imprenta. El equivalente del invento de Gutenberg que convierte en permanente y fijo lo que antes era efímero y de difícil acceso. Pero hacia 2017 entendí que los libros mantienen un impacto mediático y una permanencia en el tiempo muy fuerte, y que yo, como lector de libros, quería entrar en diálogo con esas fuentes de conocimiento aún insustituibles, por la relación personal que uno entabla con los libros. Pero ambos -libros y vídeos- se complementan bien.

XL. ¿Y cómo fueron sus inicios? ¿Ya imaginaba un canal on-line de filosofía como el suyo?

E.C. Desde el inicio, en 2013, yo tenía claro que, si uno quería difundir un contenido educativo, debía hacerlo donde la gente se entretenía. La aspiración clásica de enseñar deleitando de Horacio tan solo se podía realizar donde la gente acostumbrara a divertirse. Si lo hacían en YouTube, seguirían entonces tecleando allí para saber cómo cambiar una rueda o entender la filosofía de Heidegger. Además, estaba el ejemplo de la Fundación Gustavo Bueno, con la que en 2015 ya tuve contacto y que mostraba que eso era viable.

XL. ¿En su canal cuelga también sus clases de filosofía en la universidad.

E.C. Sí. Empecé a grabarlas en 2015. Entre otras cosas, porque siempre tienes referentes. Gustavo Bueno, como ya dije, y el Collège de France, en París: allí obligan a sus profesores a impartir un curso nuevo cada año -yo también lo hago-, cursos que, además, se graban y transcriben. Empecé a la vez por otra razón, más ideológica: si un espacio es público, financiado con fondos públicos, esa información debe estar abierta al público y publicada en Internet. El concepto de universitas no tiene tanto que ver con la universalidad de los contenidos como con la de los asistentes. Las universidades eran universales porque no ponían restricciones al lugar del que provenían sus alumnos. Si en el origen ya era así, ¿por qué no hoy con Internet?

XL. Bueno, a partir de la COVID-19, todos tuvieron que ir por ahí.

E.C. Pero muchos profesores han buscado por todos los medios que lo que grababan no se hiciera público, por miedo al juicio por pares. A nada teme más un profesor que a otro profesor en su clase, que es el que lo puede dejar en evidencia o suplantar.

XL. ¿Y qué valor tiene hoy la filosofía?

E.C. Bueno, digamos que no es tanto una disciplina como un estado o un medioambiente. De la filosofía no se puede escapar como no se puede del oxígeno, que parece que no contribuye a nada, que no tiene precio y que está ahí, pero lo hay de mejor y de peor calidad. Y así como hay regiones del planeta contaminadas y uno solo lo percibe cuando ya es irreversible, también hay ambientes degradados en términos de pensamiento, y la filosofía sirve como depurador.

XL. ¿Qué depura?

E.C. Cuando en un ambiente empieza a haber unas concepciones filosóficas del mundo que se degradan hasta el punto de que la verdad se ha convertido en posverdad y el bien, en lo conveniente para un determinado colectivo, adviertes la importancia de la filosofía. Es un campo que uno debe cuidar; si no, en pocos años mucha gente acaba con una serie de confusiones acerca de qué son un individuo, las libertades básicas, una nación…

“El capitalismo convierte el cambio permanente en lo único seguro. El 15M duró un verano; Greta, otro… Pero igual que los del 15M han llegado ahora, los del clima, el género… serán cada vez más importantes”

XL. Las nuevas generaciones parecen muy activas en cuanto a repensarlo todo: veganismo, poliamor, antiespecismo… ¿Cuánto hay de moda y cuánto de cambio real en estas tendencias sociales?

E.C. Bueno, mi tesis es un poco la de que todo es contingente, salvo el capitalismo, que es necesario, y que convierte el cambio permanente en lo único en que puedes creer. Cada cinco años, o cada menos, depende del ámbito, habrá un pequeño cambio: Greta Thunberg duró un verano; el 15M, otro; lo mismo que el 8M. Pero quienes participan en todo eso luego inician otra andadura menos visible. Por ejemplo, la gente que realmente se comprometió en el 15M ha empezado a salir de esa experiencia recién en los tres últimos años, viviendo en ecoaldeas o en la España vaciada o, los que fueron por la vía política, alcanzando las instituciones. Parece evidente que, por la propia dinámica del sistema, los problemas de la desigualdad de género, el clima y demás pueden no estar un tiempo en las portadas, pero ganarán importancia.

XL. Una mirada a los jóvenes de las últimas décadas deja ver la evolución de la precariedad: a principios de los 2000 les daba para comprar pisos; hacia 2006, en la desaceleración económica, solo coches, que tuneaban y en torno a los que desarrollaban su ocio; y desde la crisis de 2008, fueron ciñéndose a tatuajes, sneakers, ropa de usar y tirar… como si la nueva generación revalorizara el cuerpo porque es lo único que le han dejado en un contexto en el que, paradójicamente, todo lleva a que los cuerpos interactúen cada vez menos en el espacio real.

E.C. Hay quizá, sí, una revalorización de la presencia corporal como algo preciado, escaso, casi mágico. También de esta simbiosis del cuerpo con la identidad que mencionas. Tú eres tu cuerpo y tus ideas son tus cosas: tus zapatillas, tus tatuajes, la ropa con la que significas tu cuerpo. También ha habido y hay una ‘hipsterización’ de muchas cosas que eran lumpen; con el fenómeno del trap ha pasado un poco eso. En cualquier caso, no me atrevería a decir mucho sobre la generación venidera porque hay una concepción muy aceleracionista de las generaciones, como si debiera venir una cada diez años a rendir cuentas. Por ejemplo, ya se habla de los zoomers

XL. ¿Los zoomers?

E.C. Sí, la generación Z: en lugar de boomerszoomers. Pero es aún una categoría vacía, igual que lo fue la millennial durante las elecciones en Estados Unidos que ganó Obama, cuando empezó a hablarse de ellos muy positivamente: serían una generación gloriosa, altruista, que iba a compartir… Luego vino la crisis y pasaron a ser los ególatras, adictos al móvil, despolitizados. ¿Cuándo han podido despegarse de esos prejuicios y dar su propia visión? Ahora, con treinta y pico años: los youtubers son reconocidos como tales; los traperos alcanzaron su relevancia; Broncano en la tele, una figura clave de ese proceso de desmistificación. Es muy pronto aún para saber si la generación que viene detrás será reactiva o continuista ante las tendencias de hoy. Veremos.

“Si se aplica la renta básica universal, no complementará el estado de bienestar; lo suplantará. Yo creo que la izquierda infravalora los aspectos psicológicos de la vida gratis. Nos hará más individualistas”

XL. La COVID-19 ha acelerado muchas dinámicas ya en marcha, entre ellas ‘el fin del trabajo’, la irrupción de la renta básica universal. ¿Cómo lo ve?

E.C. Como digo, hacer pronósticos es difícil, pero, desde luego, si la renta básica se aplica y no se quiebra el sistema, será porque no complementará el estado de bienestar, sino que lo suplantará. Cuando la renta básica se propone, en serio, académicamente, a finales de los ochenta, la vertiente anarcocapitalista piensa que podría ser una forma de sustituir todos los sistemas públicos y que incluyera también el cheque educativo. La renta básica es, de hecho, solo una generalización del impuesto negativo a las rentas de Milton Friedman. Y es una propuesta que tiene incluso una tradición que se remonta a Robespierre y aún más atrás: casi hasta Aspasia y Pericles. Claro, aquello se podía mantener porque existía, como ahora, una economía de esclavos. Antiguamente eran esclavos humanos, hoy son las tecnologías y la robotización total.

XL. No parece muy partidario de la medida…

E.C. Es una buena medida. Ahora bien, a la renta básica le veo realmente muchas dificultades de financiación y creo que la izquierda suele infravalorar los aspectos psicológicos de la vida gratis. La derecha enfatiza mucho todo lo que tiene que ver con la dependencia, con la envidia como motores de la izquierda o de la política de redistribución, lo cual es excesivo, pero creo que a veces se tendría que pensar un poco en ello. A la vez se fantasea una izquierda que con una renta básica va a fortalecer los sindicatos, porque la gente va a tener mayor margen de maniobra, pero si esa renta es incondicional, individual e intransferible, lo que va a hacer es reforzar la ideología individualista, más aun en un contexto ideológico mucho más amplio como el actual.

XL. ¿A qué se refiere?

E.C. A que ese contexto ideológico más amplio incluye, por ejemplo, buena parte de la ideología LGTBI, que es muy individualista: yo decido sobre mi propia definición de género y tú no eres quién para decir quién yo soy. Es como una especie de autodeterminación del hecho de decidir sobre mi propio yo. Entonces, la renta básica es una buena medida, pero no le veo los potenciales emancipatorios que pretende la izquierda y sí alguno de los defectos psicológicos que la derecha diagnostica en ella.

'¿Cuál es la alternativa a las redes sociales? No hay. Uno puede ser consciente de las deficiencias de la física de partículas, pero es lo que hay. ¡No vas a volver a Newton!'

XL. Facebook y las demás redes han logrado que trabajemos gratis para ellos, y sin que muchas de estas empresas tributen siquiera algo en los países de los que se enriquecen. ¿Hay una visión crítica de esto en su generación?

E.C. A ver: según Popper, no existen las teorías verdaderas, sino aquellas que han sido contrastadas sin poder ser falseadas. La mayor parte de sus discípulos corrigió un poco esa visión diciendo que una teoría, por muy falseada que esté, tampoco se abandona, salvo que haya una alternativa mejor. Y eso se puede aplicar a todo en la vida. Tú no abandonas a tu pareja, salvo que la vida sin ella sea mejor que con ella, que ya es jodido. Lo mismo sucede con las redes. Cuando empezaron los escándalos en Facebook o tras las declaraciones de Zuckerberg en el Congreso por el caso de Cambridge Analytica, hubo mucha gente que empezó a abandonarlas.

XL. No parece que haya sido mucha…

E.C. Jordi Carrión, el escritor catalán, dijo sabiamente: muchos os vais de las redes criticándolas, pero no ofrecéis ninguna alternativa. Y eso es un poco lo que pasa. Uno puede ser absolutamente consciente de las deficiencias de la física de partículas, pero aun así es lo que hay. No sabes cómo compatibilizarla con la teoría de la relatividad, pero no vas a volver a Newton o a Aristóteles. Eso es un poco el asunto: la gente está atrapada en esas dinámicas, pero de momento no hay o no ha aparecido una alternativa viable.

Castro es un reivindicador de la filosofía desarrollada en nuestro país y, como especialista en filosofía clásica y medieval, suele destacar, entre otras, la figura del granadino Francisco Suárez (1548-1617), que es, dice, a la filosofía universal lo que Cervantes a la literatura, aunque la mayor parte de los españoles no lo sepan. Entre los contemporáneos, nunca ocultó su admiración por Gustavo Bueno. «El filósofo que más me ha influido en toda mi trayectoria intelectual», cuenta, pese a que mantiene diferencias con los ‘buenistas’ que continúan su estela y con el propio Bueno, en términos ideológicos, no en su admirada metodología.

Castro, a su vez, es claro respecto a esta constante reivindicación de los pensadores españoles: en nuestras facultades de Filosofía, afirma, llamarte García o Fernández parece condenarte a ser un humilde comentador de teóricos franceses. ¿A qué se debe esto? A muchas cosas, difíciles de resumir aquí, pero «podremos hablar de un avance en este sentido —dice— cuando este tipo de redescubrimientos sea no algo personal de cada estudiante, sino institucional. En filosofía, hasta que algo no es oficial, sistemático, es algo precario, de voces aisladas que se convierten en las de un evangelista de alguien y poco más».

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