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«El final de una pareja es un tema que conozco bien. Los hombres tenemos una discapacidad emocional enorme»

Javier Fesser

El creador de taquillazos como 'Campeones' y 'Mortadelo y Filemón' estrena la serie 'Custodia repartida'

«El final de una pareja es un tema que conozco bien. Los hombres tenemos una discapacidad emocional enorme»

Carlos Carrión

Tras triunfar con Campeones hablándonos de la discapacidad intelectual, ahora el director madrileño se adentra en otras discapacidades: las emocionales. En su primera serie, Custodia repartida, Fesser nos muestra las dolorosas implicaciones de una separación matrimonial. Eso sí, cocinadas a su estilo, crudo pero también tierno y, sobre todo, divertido.

Viernes, 17 de Enero 2025

Tiempo de lectura: 11 min

La de Javier Fesser es la historia de un flechazo. Octavo de nueve hermanos, estudiaba primero de Ingeniería Naval sin vocación alguna. No era consciente entonces de que, en realidad, sí que tenía una. Se la reveló el primogénito de la familia Fesser Pérez de Petinto, ingeniero, por cierto, y su padrino. Un día de Navidad, todavía no sabe bien por qué –«Qué sé yo, vería una buena oferta en un escaparate y me la compró»–, abrió uno de los regalos y ante sus ojos aparecieron una cámara y un proyector de Super 8. Su vida acababa de empezar a cambiar.

Más de 40 años después, Fesser, que en febrero cumple 61, es uno de los directores más reconocidos –por taquilla, crítica y premios– del cine español. Ternura, crudeza y humor impregnan sus películas –Campeones, Camino, Historias lamentables, El milagro de P. Tinto...–, entrelazadas todas ellas por, Fesser dixit, «una mirada constructiva sobre las cosas de la vida». Aplica ahora esa receta a su primera serie, Custodia repartida (24 de enero en Disney+), en la que disecciona la separación de una pareja, padres de una hija de 6 años, obligada a lidiar con las dificultades que acechan en la sociedad de nuestro tiempo. Para hablar de relaciones de pareja y familiares, de la risa, del dolor, y de torpezas y discapacidades emocionales, Fesser cita a XLSemanal en Merinas Bar y Ultramarinos, punto de encuentro para la gente del cine en el barrio madrileño de Carabanchel.

Por sus películas lo conocerán. Fesser se curtió en el mundo de la publicidad hasta que, al nacer su primera hija, con 34 años, hizo su debut en el cine con El milagro de P. Tinto. El éxito de esta cinta le permitió cumplir uno de sus sueños: llevar a la pantalla a Mortadelo y Filemón, personajes clásicos de la historieta nacional a los que ha dedicado ya dos largometrajes. Entre ambos rodó Camino, un polémico filme que le valió tres Goya. El gran reconocimiento popular, sin embargo, le llegó con Campeones, candidata española al Oscar protagonizada por un elenco plagado de personas con discapacidad./
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XLSemanal. Nos cuenta la historia de una separación, el fin de una pareja, tema que nunca había tratado...

Javier Fesser. Y que conozco muy bien... Aunque ni el guion es mío ni esta es mi historia.

XL. ¿Se identificó con los personajes?

J.F. No hace falta haber vivido una separación para conectar con esta historia, pero sí que me movió mucho. Me gusta que no sea la historia de su amor, sino de lo que viven a partir de la decisión de separarse. Y que no deseas que los protagonistas vuelvan a juntarse, sino que se entiendan y rehagan sus vidas de una vez.

XL. Se perciben, sin embargo, los restos del amor, los rastros que deja...

J.F. Claro, porque es el final de una pasión, de una complicidad, y ese hilo no se puede borrar fácilmente, aunque haya sido sustituido por el conflicto, el desencuentro e incluso el odio. Es una montaña rusa. Si además tienes hijos en común, debes asumir que nunca te separarás del todo porque los hijos te unen de una forma rotunda y para siempre. Puedes alejarte o desaparecer, pero tu relación con ellos condicionará el resto de tu vida.

XL. ¿Esta es su intención: decirles a las parejas con hijos que se separan que hagan lo posible por entenderse?

J.F. No sé qué te respondería mi subconsciente [se ríe], pero mi consciente solo quería contar esta historia con la que tanta gente, creo yo, se podrá identificar. Igual es eso lo que me atrae, mostrar lo absurdo de tantos desencuentros y discusiones, cosas que entre dos personas razonables y con calidez emocional deberían solucionarse con más facilidad.

«Yo no me dedico a crear gags, sino que busco la risa con una mirada natural y positiva hacia las cosas. En las situaciones absurdas hay una ternura que unas veces es graciosa y otras, triste y dolorosa»

XL. Hay personas razonables y con calidez que también acaban mal...

J.F. Porque el problema muchas veces es el dolor y la rabia. Si te sientes víctima de una situación injusta, puedes acabar convertido en alguien irracional; y cuando el odio te domina, no consigues sentir nada más. Algo que, a veces, te lo alimenta la gente alrededor que te calienta la cabeza.

XL. ¿Es cierto que, cuando te separas, todos los amigos se obsesionan con que tienes que follar?

J.F. Sí, es cierto que hay quienes insisten en eso o en buscarte otra pareja, cuando igual tú solo quieres estar tranquilo. Cada uno, supongo, te proyecta sus propias obsesiones. También tienes al que te dice que todo se va a arreglar, algo muy de las madres: «Es algo temporal, todo se va a arreglar, por la niña...». Como muestra la serie, hay reacciones de todo tipo.

XL. La del grupo de amigos comunes, por ejemplo...

J.F. Algo incomodísimo para todos. Porque te puedes poner muy pesado, que no hablas de otra cosa, o porque los obligas a tomar partido. Lo bueno de esa incomodidad es que es fantástica para hacer comedia. Son situaciones divertidas y con mucha verdad. Es un mecanismo curioso porque, como espectador, te ríes y, a un tiempo, te sientes incómodo al ver a esos personajes.

XL. ¿En qué aspecto de la historia cree que la gente se reconocerá más?

J.F. En las torpezas emocionales. Creo que esta serie reúne el vademécum definitivo de las torpezas emocionales en torno a una separación. Y eso es lo que hace que sea un drama divertido. Reconocernos en los protagonistas es lo que te hace reír. «Qué tontería está haciendo este tío, pero es que a mí me ha pasado igual».

XL. En las dos películas de la saga Campeones abordó las discapacidades físicas e intelectuales. De algún modo, ¿continúa esa línea al hablar de 'discapacidades emocionales'?

J.F. Sí, totalmente. De hecho, no me imagino a dos personas con discapacidad separadas perdiendo un segundo de su vida en las discusiones y peleas de los protagonistas.

XL. Tampoco paran de mentir...

J.F. Sí, por miedo, sobre todo. No deja de ser paradójico que la capacidad para la mentira esté relacionada con el desarrollo de la capacidad intelectual...

XL. ¿Mentimos más para no hacer daño a los demás o para evitar que los demás nos juzguen con severidad?

J.F. Hay mentiras para todos los gustos. Diego, el protagonista, miente porque es un cobarde; para evitar conflictos y, claro, lo empeora todo. Pero es fácil empatizar con eso. «¿Cuántas veces he pensado que con una mentira reconduciría las cosas?», es algo que hemos pensado todos.

XL. ¿Busca ofrecernos las claves para superar una separación?

J.F. No, pero te pongo en el espejo ante ese sentimiento de fracaso que surge al separarte mientras te muestro que una ruptura contiene también un aspecto positivo de reiniciarse, de reflexionar sobre uno mismo, de perdonar... De todo se sale y de todo se aprende.

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Lo que viene después del amor. Custodia repartida es la primera serie de Fesser. Relata la separación de una pareja con una hija de 6 años en la España de hoy. Por ello, además de las relaciones, habla también de precariedad, del acceso a la vivienda, de volver a casa de los padres a los 40 años, de las dificultades de las madres para mantener una carrera profesional, de la educación en el mundo digital...

XL. Ante una separación, ¿qué diferencia la reacción femenina de la masculina?

J.F. Los hombres no profundizan. Me pasa con mis amigos; los dramas personales se afrontan sin hablar mucho. También es cierto que cuando abrazas a un amigo le transmites: «Aquí estoy y cuenta conmigo», pero nos incomoda entrar en materia. Las mujeres hablan más de sus problemas.

XL. ¿Alguna teoría al respecto?

J.F. Pues que expresar emociones nunca fue lo que se esperaba de nosotros. Piensa en ese tipo de padre como el de la serie: hombre de 60 años a quien nunca le dijeron «te quiero», nunca le dieron un abrazo, nadie lo entrenó para mostrar lo que siente. De repente quiere decirle a su hijo que lo quiere, pero no sabe cómo, porque es un burro. Pasa mucho: personas que, siendo buena gente, no tienen las herramientas para comunicar sus emociones. Y sufren, claro.

XL. Y alejan de sí a sus hijos...

J.F. Pero es por falta de herramientas. Genera una frustración que puede salir por cualquier sitio. Es, en el fondo, una discapacidad emocional enorme.

XL. ¿Está cambiando este paradigma o mantenemos cierta dificultad para la comunicación con nuestros hijos?

J.F. Con mis hijos yo he tenido una comunicación más directa y clara que la que tuvieron mis padres conmigo. En la relación emocional, sin embargo, no creo haber mejorado...

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Larga trayectoria. Javier Fesser, director de cine español, es conocido por combinar humor surrealista y reflexión social en sus películas. Una de sus obras más destacadas, Campeones, ganó el Goya a Mejor Película en 2019 y se convirtió en un símbolo de inclusión. Además, cofundó la productora Películas Pendelton, que ha sido clave en el desarrollo de su carrera cinematográfica.

XL. ¿Cómo fue esa relación con sus padres?

J.F. Yo crecí con la certeza absoluta de que mis padres contaban conmigo para todo y que me iban a acompañar y proteger siempre. Igual no me preguntaban muchas cosas ni les contaba mis intimidades, pero en eso otro me ganaron por goleada. Pienso en lo importante que fue, desde niño, sentirme tan querido y seguro de pertenecer a un lugar donde eres importante y cuentan contigo.

XL. ¿Esa seguridad fue importante para dedicarse a la creación?

J.F. Mis padres, con nueve hijos, no nos marcaron ninguna dirección. Así que igual sí, porque esa libertad fue clave. De hecho, yo estaba en primero de Ingeniería Naval cuando sentí un flechazo brutal por el cine y lo dejé para estudiar Comunicación Audiovisual. «Si es lo que quieres, ve a por ello», me dijo mi padre.

XL. ¿Cómo fue ese «flechazo brutal»?

J.F. Que mi hermano mayor, que es ingeniero y mi padrino, me regaló en Navidad una cámara y un proyector de Super 8. Eran dos cosas que no había visto en mi vida. Ni siquiera sabía que podías coger un aparato y crear algo que se mueve. Me puse a hacer películas y flipé al verlas proyectadas.

XL. ¿Fue algo repentino o de niño ya le latía algo por contar historias?

J.F. Nunca fui consciente de una vocación, pero creo que, hasta ese momento, siempre había buscado formas de contar historias: dibujando, a la guitarra, fotografiando, teatro, disfrazándome o, directamente, haciendo el indio en las reuniones familiares. Algo andaba buscando, aunque no lo supiera [se ríe].

«El problema en muchas separaciones es la rabia. Y de ahí lo absurdo de tantas discusiones, cosas que entre dos personas razonables deberían solucionarse con facilidad»

XL. El cine, de algún modo, reunía todo aquello...

J.F. Por eso fue un flechazo. «Joder, es que esto lo tiene todo: los disfraces, la música, las luces, la fotografía, hacer el indio...» [se ríe]. ¡Qué ojo tuvo mi hermano! ¿Cómo se le ocurriría? Supongo que vio una oferta buena en algún escaparate...

XL. Por alguna razón sabía que le iba a gustar, como ese regalo que revela que alguien te conoce de verdad.

J.F. Sí, totalmente. Fue increíble. Cambió mi vida para siempre.

XL. ¿Destacó de algún modo en Comunicación Audiovisual?

J.F. No diría destacar, pero en primero ya empecé a trabajar en una productora haciendo bodas y pequeños reportajes de vídeo que fueron creciendo de presupuesto y de tamaño; y en esas conocí a los que acabarían siendo mis socios en mi primera productora, de vídeo industrial. Con el tiempo y mucho esfuerzo empezamos a hacer publicidad, spots para televisión. Ese fue el gran aprendizaje.

XL. ¿Para llegar algún día a hacer cine?

J.F. Sí, para contar historias. Yo, cualquier anuncio, aunque fuera de lavavajillas, siempre lo enfocaba en esa dirección. Empezando por el casting. Huía de las modelos y buscaba personas distintas al patrón habitual, casi siempre en la calle. Quería gente de verdad, digamos.

XL. ¿Y nadie le ponía pegas?

J.F. Porque planteábamos una publicidad 'real'. Pero vamos, no sé cuántas veces me han preguntado: «¿De dónde sacas a esa gente tan rara?». Y yo decía: «Los raros son los de los anuncios de perfume o de Danone; los míos son gente normal». Ese fue mi foco desde mis primeros vídeos de bodas en VHS. Al final, me especialicé en contar historias con humor y en veinte segundos.

XL. Ha hecho humor pasado de vueltas, dos películas de Mortadelo y Filemón, una historia de congoja absoluta, cabronazos con corazón... ¿Cuál es el hilo conductor de su cine?

J.F. Me gustaría pensar que la ternura, pero quizá sea, más bien, el humor, pero entendido desde la emoción. Yo no me dedico a crear gags, sino que busco la risa con una mirada natural y positiva hacia las cosas. La vida es dramática y difícil, pero en las situaciones absurdas que nos pasan hay una ternura que unas veces es graciosa y otras, triste y dolorosa. La mía intenta ser una mirada constructiva... No, espera, este sería el hilo conductor: «una mirada constructiva sobre las cosas de la vida» [se ríe]. Perdona que vaya cambiando la respuesta sobre la marcha, pero es que pienso en esto por primera vez en mi vida.

XL. ¿Me puede decir un recurso que le guste mucho utilizar?

J.F. Me gusta que algo que parezca previsible, al final, te sorprenda. Lo utilicé muchas veces en Campeones para evitar caer en la ñoñez. Cuando una escena empezaba a rozar la sensiblería, la remataba con 'un hachazo'. Es mi forma de decir: «Sensiblerías, las justas» [se ríe].

XL. Usted es miembro de la Academia de Cine de Hollywood con derecho a voto. Campeones fue seleccionada candidata española al Oscar, y luego desestimada por la Academia, pero ¿se habría votado a sí mismo?

J.F. Por suerte, tengo los pies en la tierra y no creo, para nada, que Campeones fuera una de las cinco mejores películas de aquel año. Mira, cuando Bienvenidos estuvo en la primera selección de cien cortos para los Oscar de 2016, yo ya votaba. Empecé a visionarlos todos y tenía claro que me votaría a mí mismo, pero, de verdad, al tercero que vi ya no pensaba lo mismo [se ríe]. Había cosas alucinantes, infinitamente mejores que lo mío. Y el año de Campeones hubo una cosecha de películas espectaculares. Me habría encantado estar allí, pero más por el significado de la película que por su valor cinematográfico.

XL. Una última cuestión, ¿qué no le gusta del cine actual?

J.F. La violencia normalizada. Ya ni siquiera nos llama la atención. Cuando era niño, si había cualquier alusión al sexo, te cambiaban de canal –ahora te censuran en Instagram o Facebook–, pero que los vaqueros mataran indios a destajo no suponía un problema. Decimos que no queremos educar a los niños en la violencia, pero les ponemos películas de superhéroes que glorifican la fuerza para resolver conflictos y tomarte la justicia por tu mano, todo envuelto en glamour. La violencia entra a saco en los hogares y nadie se escandaliza. Las películas incorporan violencia y muerte no porque empuje la trama, sino para entretener. El entretenimiento hoy, infelizmente, vende más que el cine.