Volver
';
 «No quiero una muerte dramática. Me gustaría, simplemente, no despertar un día»

Michael J. Fox

35 años con la enfermedad de Parkinson

«No quiero una muerte dramática. Me gustaría, simplemente, no despertar un día»

Celeste Sloman / The New York Times / Contacto

Hablamos con el actor, de 64 años, que —tras llevar viviendo 35 con la enfermedad de Parkinson– se ha convertido en un ejemplo de resiliencia. Ahora ha escrito un nuevo libro sobre la película que lo convirtió en una megaestrella mundial, 'Regreso al Futuro'. De su futuro y de su pasado hablamos con él.

Viernes, 31 de Octubre 2025, 11:02h

Tiempo de lectura: 11 min

Es una fría noche de enero en Los Ángeles. Un enorme parking exterior ha sido rociado con agua para que el asfalto reluzca a la luz de las farolas. En el set aparece un actor de televisión de 23 años que trabaja en una comedia de situación de bajo presupuesto con risas enlatadas. Lo acaban de reclutar para una película producida por el gran Steven Spielberg; y el joven no sale de su asombro ante lo que lo rodea: la iluminación, el equipo técnico y la comida gratis. Lleva un plumas rojo e interpreta a un chico llamado Marty McFly, sin saber que ese papel está a punto de convertirlo en parte imborrable de la cultura de los ochenta. Cuando las cámaras encienden el piloto rojo, de la parte trasera de un camión sale una nube de hielo seco que envuelve un coche insólito: un DeLorean plateado.

«A los 20 años rebuscaba comida en la basura. A los 23 era un tipo con suerte. Lo que no sabía que iba a pasar directamente de joven a viejo»

«Y un tipo salta y dice: '¡Marty!'», cuenta Michael J. Fox. «Y yo digo: '¡Mierda!'». El tipo era Christopher Lloyd en el papel de Doc Brown, un científico de cabello loco y bata blanca que ha convertido un deportivo de mediopelo en una máquina del tiempo. Filmaban de noche porque Fox, que había atravesado una dura etapa de vacas flacas, trabajaba en otra serie, Enredos de familia, a tiempo completo.

alternative text
Los años del éxito. Michael J. Fox en los años 80, cuando se incorporó a Regreso al futuro 'de rebote'. La productora había empezado el filme con otro actor.

La escena del parking se rodó sin ningún ensayo previo. De hecho, Fox conoció a Lloyd en ese instante. Para cuando la claqueta de Regreso al futuro cayó por primera vez para este joven actor, la película llevaba ya seis semanas de rodaje con otro intérprete, Eric Stoltz, en el papel principal, pero los realizadores no estaban contentos con su interpretación. Así que decidieron reemplazarlo por Fox y empezar desde cero. Robert Zemeckis, el director, recuerda haberle dado la noticia de la sustitución al equipo y luego correr a un teléfono público para llamar a su esposa y decirle: «Voy a terminar esta película y después nos vamos a Alaska. Esto es el fin. Mi carrera está acabada».

Si ves el filme sabiendo esto, notas la expresión de total desconcierto en el rostro de Fox cuando Lloyd entra en escena. «Él salió y explotó en toda su 'Cristianidad' –dice Fox bromeando con el nombre de Lloyd–. Y me di cuenta de que iba a ser genial».

Hoy, 40 años después de todo aquello, Fox está sentado en su oficina de Manhattan. A sus 64 luce más o menos igual… salvo que lleva más de la mitad viviendo con la enfermedad de Parkinson, una afección degenerativa del cerebro que causa movimientos involuntarios, rigidez y pérdida del equilibrio. Fox conserva la misma voz, pero a veces tiene que luchar para hacerse entender. Tanto que varias veces confiesa armarse de «valor para llegar hasta el final de la frase». Últimamente se ha roto varios huesos y ya no camina por miedo a caerse.

alternative text
Cambio de actores. Los productores de Regreso al futuro llevaban ya seis semanas de rodaje con Eric Stoltz de protagonista (arriba), pero ni el director, Robert Zemeckis, ni el productor ejecutivo, Steven Spielberg, estaban satisfechos con él. Abajo, Michael J. Fox en el mismo pasaje del filme rodado con Stoltz.

Fox se ha convertido en un faro para quienes padecen esta enfermedad. «Es hermoso», afirma sobre el hecho de que muchos pacientes lo tengan como referente. Su fundación ha recaudado más de dos mil millones de dólares para la investigación de la detección temprana y nuevos tratamientos.

Durante la conversación, el actor mantiene una pequeña toalla sobre la rodilla, que levanta de vez en cuando para secarse la cara. El reloj plateado de su muñeca, a veces, golpea involuntariamente el brazo metálico de la silla. «De 2025 a 1985 hay una brecha enorme –dice Fox–. Han cambiado muchas cosas». Para él, la película sigue funcionando porque nos habla de enfrentarse a un abusón, y «ahora mismo… en el presente tenemos un problema con los abusones. Hay abusones por todas partes». Bob Gale, el coguionista junto con Zemeckis del filme, ha contado que basó el personaje de Biff Tannen –el matón que en la trilogía se convierte en un millonario con un supercasino– en Donald Trump. 

alternative text
Michael J.Fox, hoy. El actor apenas camina ya, pero sigue estando activo y acude a eventos en sillas de ruedas. Entre los más recientes, estuvo en la final del US Open que ganó Carlos Alcaraz. Jason Kempin

«Está ocurriendo algo un poco distópico», admite Fox. Le preocupa, dice, la financiación de la ciencia en Estados Unidos y el respeto a la cultura. Pero no se trata solo de política. «El párkinson también es un abusón. Hay abusones de todo tipo y tienes que defenderte –cuenta–. Creo que nos estamos preparando para eso, para detener a los abusones».

«La enfermedad apesta..., pero la gente no siente lástima. No piensa que sea patético. Me ve como una fuerza positiva»

Fox ha escrito cuatro libros sobre cómo vivir con esperanza pese al párkinson. Ahora ha coescrito un quinto, llamado Future boy, sobre su experiencia en el set de Regreso al futuro. 

«Yo solo era un chaval –explica sobre esos meses en que su carrera se disparó–. Un chico de 23 años que tuvo la suerte de conseguir una serie (Enredos de familia) después de un par de años de pobreza. Luego esta película lo catapultó a otro nivel».

Hoy, Fox vive en un hermoso edificio neoyorquino con vistas a Central Park. Su oficina se encuentra en la planta baja. Entre paredes forradas con fotografías de sus ídolos musicales (Alice Cooper, los Beatles, Frank Sinatra) y estanterías repletas de premios –un Grammy, un Oscar honorario, cuatro Emmy–, el actor nos recibe junto con su colaboradora Nelle Fortenberry, que ha trabajado con él durante 30 años, primero en su productora y luego en la Fundación Michael J. Fox para la Investigación del Párkinson. Juntos han escrito Future boy tras entrevistar a los protagonistas de ese rodaje mítico.

alternative text
Felices con Michael. Robert Zemeckis y Spielberg (en los extremos de la foto) estaban insatisfechos con la interpretación de Eric Stoltz, empeñado en darle un tono serio al personaje. Cuando lograron que el estudio lo cambiase por Fox –que en ese momento grababa una serie de éxito, Enredos de familia– la película recuperó el tono más ligero del guion original.

En el libro hay destellos de los primeros años de Fox en un suburbio de Vancouver. Quinto de seis hermanos, su madre era oficinista y su padre, policía. De niño jugaba al hockey y al lacrosse, un deporte originario de las tribus indígenas de América del Norte; alguna que otra vez se metía en peleas. «Y perdí unas cuantas», confiesa. Siempre fue bajito. «Así que nunca ganaba. Mi estrategia favorita –si me iban a golpear– era subirme a un columpio», comenta. Su sueño infantil era ser una estrella de rock. «Actuar… Bueno, acabé en esto porque me pagaban», dice. Tras conseguir algunos papeles, dejó la escuela, y su padre aceptó llevarlo a Los Ángeles para buscar un agente. Al principio le fue bien, luego mal. Tanto que al cumplir los 20 rebuscaba comida en los contenedores de basura de los supermercados. «Descubrí cuándo tiraban las galletas caducadas –explica–. Me quedaba merodeando. Saltaba dentro y agarraba las galletas».

La comedia Enredos de familia lo salvó. La protagonizaban los Keaton, unos hippies que descubren con espanto que sus hijos son unos rancios. Fox, en el papel del hijo pijo Alex, no tardó en meterse en el bolsillo a la audiencia. Pero, aun así, cuando un día el productor Gary Goldberg lo llamó a su oficina, temió que fuera para despedirlo.

«Me empecé a romper cosas: el codo, la mano, el hombro... Ya no camino. Es peligroso»

Goldberg, en realidad, le quería contar que su amigo Spielberg estaba produciendo una película sobre viajes en el tiempo. Meses atrás, ya le había preguntado si Fox podía hacer el papel protagonista, pero Goldberg le dijo que Fox no estaba disponible. Así que el equipo se decantó por Eric Stoltz, hoy conocido por su papel de narco en Pulp fiction.

Stoltz abordó el papel de adolescente desde un ángulo completamente distinto al que vimos en el cine: lo interpretó como una tra-gedia griega. Se vestía de negro y adoptó un enfoque de profunda intensidad dramática propio de un actor de método: incluso fuera de cámara exigía que todos lo llamaran «Marty». «Él tenía una visión más dramática de las cosas, que también es válida –dice Fox–. De hecho, sería genial verla, ver esa película».

alternative text
El amor de su vida y su sostén. Fox con su mujer, Tracy Pollan, cuando eran jóvenes. Se conocieron rodando la serie Enredos de familia. Están casados desde 1988.

Pero el equipo del filme –Zemeckis, su coguionista Bob Gale y Spielberg, el productor– «tenía en mente algo más cercano al slapstick», a una comedia de caídas y porrazos. Así que después de seis semanas de rodaje y de intensidad interpretativa fueron a ver al jefe de Universal para comunicarle que querían despedir a Stoltz y sustituirlo por Fox. 

Aunque Fox no sabía nada de lo sucedido, desde el principio actuó como si estuviera en una comedia disparatada. Exactamente lo que Spielberg y el equipo querían. «Y eso –cuenta Fox– es mi terreno».

Oficialmente, Stoltz rechazó ser entrevistado para el libro de Fox, pero fue a visitarlo a lo que Fox llama su «cueva». Aquella visita no le quitó el sueño a Fox. «No me pongo nervioso fácilmente –revela–. Si pasas tu vida concentrado en el peor escenario posible, no pierdes los nervios». Su asistente, sin embargo, sí estaba preocupada, hasta que escuchó risas al otro lado de la puerta: los dos Marty McFly –el trágico y el cómico– llevándose bien tras tantos años...

alternative text
En familia. Fox con su mujer y dos de sus cuatro hijos en una imagen del documental La vida de Michael J. Fox. 

De aquel rodaje, Fox recuerda que trabajaban hasta las dos de la madrugada. Luego, un chófer lo llevaba a casa y prácticamente lo metía en la cama. Tres horas después, otro asistente lo despertaba con el guion para el siguiente episodio de Enredos de familia. Estaba agotado, pero al mismo tiempo era el chico más feliz del mundo. 

Regreso al futuro se convirtió en trilogía y él, en el joven más famoso del planeta. Conoció a su esposa, Tracy Pollan, cuando ella interpretó a su novia en Enredos y se casaron en 1988, el mismo año en que ganó su tercer Emmy (también obtuvo un Globo de Oro). Y entonces, seis años después, su suerte cambió. En 1991 le diagnosticaron párkinson. Tenía 29 años.

«No es que desperdiciase mi juventud –escribió una vez–. Simplemente no sabía que pasaría directamente de joven a viejo». Pero afrontó la enfermedad con la misma esperanza y resolución que lo habían convertido en una estrella. Un médico le dijo que su capacidad física podría ayudarlo a sobrellevar la enfermedad. Fox era el actor que había improvisado un deslizamiento acrobático sobre el capó del DeLorean; el que en la serie Spin city hizo una voltereta sobre una amante mientras se quitaba los pantalones en el aire.

«Fue útil hasta cierto punto –dice–. Pero me empecé a romper cosas. Es increíble la cantidad de cosas que me rompí. En tres años, el codo y la mano; luego me dio una gran infección en la mano y casi pierdo un dedo». Desde entonces no puede tocar la guitarra. «Es terrible –confiesa–. Tenía todos esos huesecillos rotos, se infectaron y tuvieron que quitármelos porque la infección se pasó a los huesos». Me muestra su mano izquierda, con los dedos rígidos. «Me rompí el otro hombro y me lo reemplazaron. Me rompí el pómulo». Señala el lugar. «Tengo una placa aquí». «Ahora me lo tomo con calma –continúa–. Ya no camino mucho. Puedo hacerlo, pero no es bonito y es un poco peligroso».

alternative text
Un sueño inspirador. «Siempre había querido ser una estrella de rock», confiesa Michael J. Fox. Regreso al futuro le permitió serlo por un rato, en la escena del baile escolar de 1955. «La escena no era estrictamente necesaria. Estaba ahí solo por puro placer». Una generación de músicos dice ahora que se inspiró en esa escena para empezar a tocar la guitarra; y Fox, a su vez, fue invitado a interpretarla en estadios. El año pasado, incluso subió al escenario para tocar la guitarra con Coldplay.

Él y Pollan tienen cuatro hijos. Sam, el mayor, es productor y actor de televisión, de 36 años; las gemelas Schuyler y Aquinnah, de 30, también trabajan en producción. Esmé, de 23, estudiante en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, quiere ser actriz. «Es realmente buena», dice.

¿Qué siente su familia al verlo en Regreso al futuro, a su padre antes del párkinson? «No la ven», responde.

Le pregunto por su propio futuro. «No hay una línea de tiempo, no hay una serie de etapas por las que pasas, no es como si tienes cáncer de próstata. Esto es mucho más misterioso y enigmático. No hay muchas personas que hayan vivido con párkinson durante 35 años –añade–. Me gustaría, simplemente, no despertar un día. Eso sería genial. No quiero una muerte dramática. No quiero tropezar con un mueble y golpearme la cabeza».

Hace unos años, Fox asistió a una convención llena de frikis de Regreso al futuro; gente con su cara tatuada en las piernas. «Pensé: 'Bueno, iré por los fans'. Pero al hablar con ellos desde el escenario me di cuenta de que no era por ellos, era por mí. Quería expresarles mi gratitud. Me han dado tanto, mi vida es increíble. La enfermedad apesta, pero… la gente no siente lástima por mí. No piensan que soy patético. Me ven como… bueno, no sé exactamente cómo me ven, pero percibo que como una fuerza positiva».

Cuando me levanto para irme, él también se pone de pie y me estrecha la mano. Parece bastante ocupado, entre el párkinson, su fundación, las conversaciones con otros pacientes y la grabación del audiolibro. Está a punto de aparecer en la nueva temporada de la serie de Apple TV+ Shrinking, en la que Harrison Ford interpreta a un terapeuta con párkinson. Fox sigue yendo de una cosa a la siguiente, igual que aquel chico con dos trabajos de 1985. «¿Morirme? –pregunta–. Simplemente no he tenido tiempo».


© The Sunday Times Magazine