Ramón Cobián, oftalmólogo: «Tener un familiar de primer grado que padece glaucoma es un factor de riesgo para padecerlo»

En el Día Mundial del Glaucoma, el experto del Instituto Oftalmológico del Quirónsalud de A Coruña recuerda la importancia de un diagnóstico precoz
Imagínese por un momento que el centro de su vista empieza a estar rodeado de un círculo de oscuridad. Que su campo de visión se reduce, cada vez es más pequeño, y que los colores pierden intensidad. Todo ello, de manera gradual e indolora, por lo que es posible que no lo perciba hasta que el avance sea demasiado.
El glaucoma es la segunda causa de ceguera más común a nivel mundial, solo por detrás de las cataratas. Una de cada diez personas acaban perdiendo la visión y la mitad de los que la padecen ni tan siquiera lo saben. Se calcula que, en España, afecta a un 3 % de la población. El 12 de marzo se celebra el día mundial de esta enfermedad, una patología que, pese a suponer una lesión irreparable en el nervio óptico, hoy en día experimente, en palabras del doctor Ramón Cobián, oftalmólogo de la Unidad de Glaucoma del Instituto Oftalmológico Quirónsalud A Coruña, «toda una revolución».
—¿Qué es el glaucoma?
—Es una enfermedad neurodegenerativa, que no tiene cura. Por eso, la forma más importante que tenemos de atacarla es diagnosticarla de una forma precoz. Esto es importantísimo. Hay muchos tipos, aunque el más frecuente es el glaucoma primario de ángulo abierto. Esta enfermedad afecta en torno a un 3 % de personas en España y produce ceguera evitable. Aquí en Galicia, tenemos una prevalencia mayor de un glaucoma específico, que es más agresivo. Se llama glaucoma pseudoexfoliativo, y tiene su origen en el síndrome homónimo. Se encontró en un 6 % de las personas mayores de 50 años, que se operaban de cataratas, y en un 32 % a partir de los 80. Todos ellos no lo sabían.
—¿Por qué en Galicia?
—Esas personas tenían predisposición a padecer ese glaucoma. Es genética. Se cree que es consecuencia del predominio celta que tuvimos aquí.
—El glaucoma es un grupo de enfermedades neurodegenerativas, pero muchos no lo saben.
—Sí, lo es porque afecta directamente al nervio óptico. En concreto, la presión intraocular alta, que es el único factor que nosotros podemos controlar para intentar frenar esta enfermedad, es la que lo daña. ¿Qué sucede? Que también hay glaucomas que se producen con la tensión en valores normales, aunque sean los menos.
—Un diagnóstico precoz es clave, ¿a partir de qué edad debemos prestar especial atención a la salud ocular?
—A partir de los 40 años deberíamos hacernos una revisión oftalmológica anual. Si aquí vemos que el paciente tiene la tensión intraocular alta, que hay signos de que puede existir una predisposición genética o que, incluso, ya haya un daño, podemos actuar haciendo estudios para tenerlo todo controlado y aplicar un tratamiento. Eso sí, es un tratamiento con el que la mayoría de pacientes va a tener que convivir, pero no terminarán desarrollando una enfermedad muy avanzada.
—Algunos definen al glaucoma como el ladrón silencioso de la vista, ¿está de acuerdo?
—Sí, porque no da síntomas hasta que la persona tiene el centro de la visión afectado. En la mayoría de ocasiones, se empieza dañando la parte más periférica del campo visual. Solo cuando el daño está muy avanzado, el paciente lo percibe. De ahí la necesidad de prevención, especialmente, si hay familiares de primer grado que han tenido glaucoma.
—¿Qué síntomas tiene la persona cuando la enfermedad se manifiesta?
—En los primeros estadíos, no se da cuenta. No la notas. Después, va quitando visión porque reduce la sensibilidad a los colores, es decir, no se percibe la escala de colores con tanta nitidez. Lo peor es que se trata de una causa de ceguera evitable.
—¿Hasta qué punto es prevenible?
—La mayoría de pacientes que se detectan y tratan a tiempo hacen vida normal.
—¿Cuáles son los factores de riesgo principales?
—Realmente, los más importantes son los genéticos, es decir, tener un familiar de primer grado afectado por glaucoma. También importa la edad, el riesgo aumenta a medida que se cumplen años, de ahí la importancia de revisiones periódicas a partir de los 40 años. Y, después, está la miopía.

—¿Cómo se aborda este problema en consulta una vez aparece?
—A la hora de tratarlo tenemos, en un primer nivel de la escala terapéutica, la observación. Es decir, si es un familiar de un paciente de glaucoma que todavía no lo haya padecido, debe realizarse un control anual. En el segundo, contamos tanto con colirios como con láser. Actualmente este último, que se llama trabeculoplastia, ha pasado a ser primera línea de tratamiento a la misma par que la medicación, que las gotas. Y luego, en un tercer nivel, ya pasaríamos a la cirugía.
—Desde la especialidad se destaca que ha habido mucho avance en la cirugía del glaucoma.
—Sí. Creo que actualmente, dentro de oftalmología, el glaucoma es una de las áreas en las que más se está innovando mediante cirugía mínimamente invasiva con implantes, lo que nos ayuda a, por ejemplo, operar catarata —si las tiene— y asociarlo a cirugía mínimamente invasiva con pequeños implantes o procedimientos en la zona del drenaje del ojo. Esto hace que o bien, no se llegue a cirugías más clásicas, más grandes, o bien, que lo ralentice y se tarde más tiempo en llegar. Esto es importante porque es una enfermedad que no tiene cura, por eso nuestra intención es frenarla.
—¿Cómo se realizan?
—Realizamos dos tipos. En una de las intervenciones colocamos pequeños implantes en el trabéculo, que es la zona de drenaje en el interior del ojo; y en la otra, hacemos algo similar solo que con pulsos de energía láser excímer en la misma área y de una manera controlada. Entramos por incisiones de dos milímetros. Antes, las intervenciones eran más invasivas, pero desde hace unos veinte años, el glaucoma está viviendo una muy buena época de revolución que nos ayuda a tener más herramientas para tratar a nuestros pacientes y que no desarrollen un glaucoma avanzado. Estas dos tecnologías, que son las más recientes, son muy rápidas, muy seguras y el paciente tiene un postoperatorio menos molesto que con otras cirugías más grandes. Al final, se trata de mejorar su calidad de vida.
La cirugía de cerca
En el Instituto Oftalmológico Quirónsalud A Coruña cuentan con dos técnicas de cirugía mínimamente invasivas. Una de ellas es la MIGS (Minimally Invasive Glaucoma Surgery), que supone la implantación de unos pequeños dispositivos de drenaje que permiten controlar la presión intraocular y favorecen la salida del humor acuoso del ojo. Y otra opción es la esclerectomía profunda no perforante (EPNP), técnica en la que se realiza una filtración con implante de un dispositivo que pretende favorecer el drenaje del humor acuoso y, con ello, controlar la presión intraocular: «Se llaman técnicas filtrantes porque lo que hacen es ayudar a filtrar el líquido intraocular en su flujo de salida del ojo, creando nuevas vías de drenaje», precisa el doctor Cobián.
—¿La presión intraocular es similar a la hipertensión arterial?
—Sí, pero no está relacionado. Hay que imaginarse que el ojo es como un globo. En su interior tiene unas estructuras que le dan forma, y producen un líquido, el humor acuoso. Cuando hay un exceso de producción, las zonas de drenaje naturales del ojo no son capaces de sacar todo ese líquido que se va formando, y el ojo se acaba hinchando. Esto aumenta la tensión ocular. Por eso la medicación está enfocada en reducirla o en aumentar la salida a través del drenaje natural, que eso por ejemplo lo haría el láser, el trabeculoplastia láser. Cuando esto ya no es suficiente, se avanza a las cirugías.
—¿Cuánto tiempo puede estar formándose esta enfermedad sin que el paciente lo sepa?
—Hay datos que hablan de que más de un 40 % de los pacientes que tienen glaucoma no lo saben. La enfermedad se puede presentar hasta de manera congénita en la infancia, pero hay muchos tipos.
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