Leticia Vila Sexto, alergóloga pediátrica: «Todo paciente con una alergia alimentaria debe llevar un botiquín en caso de reacción»
La experta del Hospital Quirónsalud A Coruña, explica que los niños que consumen alimentos menos procesados y más verdura y fruta tienen menos riesgo de desarrollar alergias alimentarias

En los últimos años, hemos asistido a un incremento en la prevalencia de todo tipo de enfermedades alérgicas. Entre ellas, un grupo de patologías que preocupan especialmente son las reacciones alérgicas frente a alimentos, que se manifiestan, en muchos casos, en la infancia y pueden provocar síntomas graves en un plazo de menos de una hora desde la ingesta del alimento. Con la vuelta a las clases, los niños se pueden exponer al contacto con posibles alérgenos, un riesgo que afecta a la población infantil que padece alergias alimentarias, entre un 3,5 % y un 8 % de todos los niños. La doctora Leticia Vila Sexto, alergóloga pediátrica en el Hospital Quirónsalud A Coruña, explica por qué ocurren estas reacciones, qué podemos hacer para prevenirlas de manera temprana y las opciones de tratamiento que existen a nivel clínico.
—¿Por qué se producen las reacciones de alergia alimentaria?
—La alergia no es más que una respuesta errónea de nuestro organismo ante una sustancia inicialmente inocua que procede del exterior, ya sean los ácaros del polvo, el polen o los alimentos, y que identifica como dañina para nosotros. En las reacciones de alergia alimentaria, el organismo interpreta como una amenaza alimentos que no deberían hacernos daño, reaccionando ante ellos. No todas las reacciones adversas que podemos presentar ante la ingesta de un alimento son alérgicas. Para que estas se produzcan es necesaria la participación del sistema inmune, que es el que reconoce como extrañas y potencialmente dañinas algunas de las proteínas presentes en los alimentos.
—¿Cuáles son algunos de los alimentos que suelen provocar más reacciones alérgicas?
—Esto varía en función de la edad. En los primeros tres años de vida aproximadamente son el huevo y la leche, fundamentalmente. En la mayoría de los casos, este tipo de alergias se van superando con la edad. Más adelante, prevalecen otras como las alergias a frutos secos, pescados o frutas como kiwi y rosáceas como el melocotón y otras frutas de hueso.
—¿Cómo se manifiestan las reacciones alérgicas a los alimentos?
—Las reacciones inmediatas, mediadas por la IgE, tienen lugar generalmente en la primera hora tras la ingesta del alimento. Los síntomas más frecuentes son los cutáneos: urticaria (ronchas o habones), picor de piel, enrojecimiento y angioedema (hinchazón de párpados o labios). Es frecuente también la aparición de picor de boca y de garganta. Los síntomas digestivos, como dolor abdominal, náuseas o vómitos, son menos frecuentes. Los síntomas respiratorios como dificultad respiratoria, tos o fatiga no suelen aparecer aislados, sino combinados con la afectación cutánea o del tracto digestivo. Es importante prestar atención a síntomas respiratorios leves, como picor de nariz, estornudos, mocos y congestión nasal, porque pueden preceder a manifestaciones alérgicas más graves. La forma más severa de reacción alérgica es la anafilaxia. En ella se combina la afectación de dos o más sistemas, o bien se produce una afectación cardiovascular con bajada significativa de la tensión arterial que causa desvanecimiento, palidez, labios o piel azulada, agotamiento o síntomas graves de afectación respiratoria. Las reacciones tardías que ocurren horas después de la ingesta del alimento están mediadas por células y se suelen manifestar en forma de vómitos, náuseas, diarrea y dolor abdominal.
—¿Cómo se diferencia una alergia alimentaria de una intolerancia?
—La alergia es una reacción mediada por el sistema inmunológico. La intolerancia es una incapacidad del cuerpo para procesar o digerir cierto alimento, pero no es una reacción inmunológica ante él. Por tanto, la sintomatología también es distinta. En una alergia vas a encontrar pues reacciones cutáneas, hinchazones, ronchas, vómitos, dolor abdominal, hipotensión o dificultad respiratoria. En una intolerancia, lo habitual son las molestias digestivas, no suele haber otra sintomatología asociada. Un ejemplo sería la intolerancia a la lactosa.
—¿Por qué algunos niños pueden desarrollar una alergia y otros no, incluso dentro de la misma familia?
—No es alérgico el que quiere, sino el que puede. Es decir, es necesaria una carga genética que predisponga al desarrollo de la enfermedad alérgica. Asimismo, es necesaria la presencia de distintos factores, incluso medioambientales y nutricionales, además del estilo de vida.
—¿Es posible la prevención de las alergias alimentarias?
—Actualmente, lo que se recomienda en este sentido es no retrasar la introducción de alimentos que se supone que son más alergénicos. Lo ideal es aprovechar un período ventana de tolerancia que se sitúa durante el primer año de vida, tratando de introducir dichos alimentos a partir del sexto mes con normalidad. Se ha visto también que los niños que siguen una dieta más sana, con alimentos menos procesados y más rica en verdura y fruta, tienen menos riesgo de desarrollar alergias alimentarias. Esto se atribuye a componentes de esa dieta que pueden modular la respuesta inmune, como vitamina C, folatos u oligosacáridos.
—¿Cómo se diagnostica una alergia alimentaria?
—En líneas generales, los alergólogos nos apoyamos en una buena historia clínica, donde quede patente la relación entre la ingesta del alimento y las manifestaciones clínicas presentadas por el paciente y, en las reacciones de tipo inmediato, la demostración de la presencia de IgE específica para dicho alimento. En este tipo de reacciones realizaremos pruebas cutáneas intraepidérmicas tanto con un extracto del alimento como con el alimento en fresco. Esta prueba se realiza en el antebrazo, y la punción se realiza con una pequeña lanceta. No es una prueba dolorosa, aunque puede resultar molesta. En alguna ocasión, será necesaria la realización de un análisis de sangre para demostrar la presencia y los niveles de IgE específica en suero frente al alimento sospechoso. En las reacciones tardías, el único modo con el que contamos para demostrar la implicación del alimento es la retirada de éste, con la consiguiente resolución de los síntomas, y la prueba de exposición controlada o prueba de provocación con dicho alimento. Esta prueba consiste en la administración progresiva del alimento a intervalos regulares hasta que, o bien el paciente desarrolla síntomas o se constata tolerancia a este.
—¿Qué opciones de tratamientos existen para las alergias alimentarias en edad pediátrica?
—Inicialmente, el tratamiento es evitar el alimento o grupo de alimentos al que el paciente tenga alergia. Aún así, dado que existe el riesgo de reacciones alérgicas por ingesta accidental, todos los pacientes diagnosticados deben contar con un pequeño botiquín con la medicación necesaria para tratar estas reacciones y ser instruidos en el manejo de la adrenalina autoinyectable. En el caso de presentar una reacción alérgica, el tratamiento dependerá de su severidad. Si es leve, como picor de la boca o hinchazón en los labios, probablemente un antihistamínico sea suficiente para solucionarlo. Pero cuando hay una reacción anafiláctica, con dificultad respiratoria y/o bajada de tensión, la adrenalina intramuscular es lo que está indicado. Es raro que haga falta aplicar estas medicaciones, pero es importante tenerlas en caso de que sea necesario usarlas. Finalmente, contamos con la posibilidad de realizar inducción de tolerancia oral a dicho alimento, que se suele conocer como «desensibilización».
—¿En qué consiste?
—Consiste en dar el alimento de forma continuada durante un tiempo. El paciente acude a la consulta con frecuencia semanal, en mi experiencia, momento en el que se incrementa la cantidad de alimento que luego administrará a diario en su casa. Por ejemplo, en el caso de la leche, si empezamos con un mililitro, podemos ir incrementando paulatinamente todas las semanas dicho volumen, hasta que el paciente llegue a tolerar los 200 mililitros de un vaso de leche. De esta manera, bloqueamos el sistema inmune, disminuyendo el riesgo de reacciones severas ante ingestas accidentales. Este procedimiento se puede realizar a cualquier edad, aunque yo prefiero dar un margen para que el paciente adquiera la tolerancia de forma espontánea en algunos casos, como la aleregia a leche y huevo. Los tres y cuatro años son una buena edad para plantearnos la inducción de tolerancia oral.
—¿Las alergias alimentarias que surgen en la infancia tienden a desaparecer?
— Aunque en líneas generales el pronóstico suele ser bueno, el desarrollo de tolerancia depende del tipo de alimento. Por ejemplo, la alergia a la leche y al huevo clásicamente se superan en la primera infancia, de manera que alrededor de un 50 % de ellos la superan hacia los cinco años. Sin embargo, hay otras alergias más persistentes, como la alergia al pescado, a los frutos secos o a los mariscos.