Miércoles, 01 de Junio 2022
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Parece que tenemos a uno» anuncia el inspector jefe Fernando González. El teléfono ha sonado en su despacho del Grupo de Fugitivos de la Policía Nacional mientras habla con XLSemanal. Sus colegas franceses han localizado en España a un tal François Di Pasquali. Violó a una anciana de 84 años con alzhéimer en 2009 y está entre los más buscados por Europol. Tras una década de investigaciones en Francia culminar la caza depende ahora del equipo de González.
Los agentes analizan contra reloj vídeos y fotos que sus colegas galos han interceptado en los móviles de familiares del violador. Son imágenes enviadas por él y su pareja, una española, desde un balcón. «La cámara está situada en un bloque de viviendas en Castelldefels», concluyen. Al hallazgo sigue una llamada a Barcelona, una rápida y discreta movilización policial y una breve espera hasta que el fugitivo sale a la calle y es detenido. Engrosa así la lista de prófugos internacionales 'cazados' en España, unos mil cada año. «En Europa, nadie captura a tantos como nosotros», dice González.
Un éxito policial que evidencia, sin embargo, una inquietante conclusión: asesinos, narcotraficantes, pederastas, violadores, explotadores sexuales, secuestradores, estafadores, blanqueadores de capitales, ladrones de variada monta y diverso pelo buscados en otros países han hecho de España su destino predilecto. Lo cual, matiza González, no implica que seamos un santuario. «Vienen muchos, es verdad, porque recibimos miles de órdenes de busca y captura cada año, pero –añade– eso no quiere decir que aquí estén seguros. Porque nosotros los perseguimos... y los cazamos».
Llegan órdenes de detención desde Colombia, Estados Unidos, Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, Holanda, Bélgica, Rusia, Serbia, Irán... En 2020, año de pandemia, confinamientos y mascarillas, su trabajo se hizo más difícil. «Si se están quietecitos, es menos probable que dejen rastro, que salgan y cometan un error. Y ya si no les ves la cara...», lamenta González, cuyo grupo realiza el grueso de todas esas detenciones anuales. Lo sigue el Equipo Huidos de la Justicia de la Guardia Civil, más reducido, pero también muy activo, y el resto se producen en el ejercicio cotidiano de la práctica policial.
A saber: prófugos detenidos por cometer un delito en España, alarmas que saltan al identificar viajeros en aeropuertos, criminales detectados en controles aleatorios en carreteras, estaciones de tren... A veces incluso entra en juego la casualidad: un agente fuera de servicio reconoce a un fugitivo y actúa. O el puro instinto policial: un policía percibe algo extraño en una persona que resulta ser un criminal en fuga. «La cuestión –subraya González– es no bajar la guardia».
Spain is diferent
Buen tiempo, buena comida, nuestra célebre hospitalidad, colonias de extranjeros entre los que pasar inadvertido o la actividad criminal en algunas zonas de nuestro país; estas son las razones de su presencia en España. Lo dicen quienes se dedican en exclusiva a perseguirlos: 8 policías en el grupo de González –otros 8 buscan a criminales españoles en el exterior– y 5 guardias civiles en el equipo de la Benemérita.
Ambos grupos tienen su sede en Madrid, principal puerta de entrada a nuestro país y, como tal, la ciudad que más detenciones presencia. Como provincia, sin embargo, Málaga supera a la capital, con Alicante y Barcelona en tercera y cuarta posición de este ignominioso ranking
«La Costa del Sol es donde más operaciones realizamos», coinciden los mandos policiales. A las razones ya citadas se suma la abundancia de urbanizaciones de lujo con todo tipo de comodidades en la región. «Son lugares difíciles de vigilar porque llamas la atención –dice el jefe de equipo de la Guardia Civil, un teniente que guarda anonimato–. Y eso buscan: lugares donde detectarnos fácilmente cuando vamos a por ellos».
Criminal rico se esconde mejor
Es justo lo que buscó Emilio Lozoya –exdirector de la petrolera estatal mexicana– en La Zagaleta, complejo residencial para megarricos en la Serranía de Ronda. Ejemplificaba así una ecuación inapelable en materia de fugitivos: «Cuanto más dinero tienes, más fácil te resulta esconderte», Fernando González dixit. Prófugo mexicano desde mayo de 2019 por corrupción, lavado de dinero, tráfico de influencias y crimen organizado, Lozoya fue detenido en febrero de 2020 tras dos meses de paciencia, precaución y discretísima vigilancia, santísima trinidad en la caza de fugitivos.
Más que nada porque hay que detenerlos en la calle. «No entramos a domicilios –explica González–. La orden de detención internacional, el documento que respalda todas nuestras actuaciones, siempre procede de un juez extranjero y no permite entradas ni registros en España. Tampoco intervenciones telefónicas. Solo cuando hay un posible delito en curso o víctimas en peligro se solicita una autorización de esa naturaleza a un juez local, pero no es frecuente»
La biblia del prófugo también cuenta con sus propios mandamientos. Y saltárselos implica comprar boletos para una estancia en prisión. La arrogancia, sin ir más lejos, siempre es mala compañera. Frecuente entre criminales, induce un exceso de confianza y superioridad que suele llevar al error. «Solo necesitamos que cometan uno –ilustra González–. Es lo que siempre estamos esperando».
Muchos se esconden en urbanizaciones de lujo de la Costa del Sol. 'Son difíciles de vigilar porque si nos acercamos llamamos la atención'
Penaliza también el uso de móviles, de tarjetas y cuentas bancarias (trazabilidad financiera), la adquisición de bienes, enredar en redes sociales e incluso el paso del tiempo, que conduce con frecuencia a la relajación.
Aunque también hay criminales que no entienden de cautelas. «Recuerdo a un ecuatoriano buscado por homicidio en su país que se dio de alta en la Seguridad Social con su nombre y se puso a trabajar en un bar», cuenta aún asombrado el jefe del equipo de la Guardia Civil.
Al fin y al cabo, hacerse con una identidad falsa es uno de los grandes preceptos del fugitivo. Y el modo de conseguirla es todo un universo en sí mismo. «En algunos países del Este de Europa, Albania o Turquía, la corrupción de los funcionarios facilita la obtención de documentos oficiales con identidades falsas –revela una investigadora de la Policía Nacional–. En Georgia es posible cambiarte los apellidos y sacar documentos con un nuevo nombre. También vemos mucho serbio con documento legal de Croacia, de Montenegro...».
Conocer bajo qué identidad se mueve el criminal se convierte así en elemento capital de toda investigación. Lo consiguen cruzando información entre cuerpos policiales y el acceso a sistemas como la Base de Datos de Señalamientos Internacionales, con información sobre más de 20.000 prófugos.
La labor prosigue después diseccionando el entorno familiar y laboral del criminal, si tiene amigos, pareja o parientes en España, o con pistas inesperadas procedentes de la cooperación ciudadana, como la que condujo, en 2018, hasta David Daniel Hayes, condenado en Reino Unido a 23 años por 12 cargos de abusos sexuales a niños.
«Todo empezó –relata el teniente de la Guardia Civil– con un mensaje anónimo: 'Hay un británico en Granada que se hace pasar por otra persona', decía. Y eso nos llevó hasta este sujeto peligrosísimo que llevaba tres años en paradero desconocido. Me gustaría saber quién nos envió la pista. Es un fuera de serie. Desde aquí, gracias».
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