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Los trapos sucios de Hollywood, al descubierto

El director de 'Leyendas de pasíón' repasa su carrera

Los trapos sucios de Hollywood, al descubierto

David James (Cordon)

Escritor, director y productor de cine, Edward Zwick repasa en sus memorias sus más de cuarenta años en Hollywood. Ha dirigido clásicos como Leyendas de pasión o El último samurái, pero marcó un hito al enfrentarse con Harvey Weinstein por Shakespeare in love.

Miércoles, 27 de Marzo 2024, 13:05h

Tiempo de lectura: 6 min

Crees que puedes demandarme, gilipollas? No tienes ni idea de con quién estás tratando. Voy a destrozarte». El director de cine Edward Zwick recibió semejante llamada una noche de 1996 mientras su padre agonizaba. «Ah, hola, Harvey», respondió, e intentó explicarle a su interlocutor que su padre estaba muy enfermo, que no era un buen momento. «Oh, así que eres un chico sensible, ¿he herido tus sentimientos? Que te follen. Voy a matar a toda tu puta familia, puto desgraciado».

Edward Zwick, que debutó con la serie Treintaytantos y se había consolidado con Tiempos de gloria –la película que le valió a Denzel Washington un Oscar–, acababa de demandar al todopoderoso productor Harvey Weinstein. Así que se limitó a responder: «Ha sido agradable charlar contigo, Harvey, nos vemos en el juicio».

«'Shakespeare in love' tenía que haberla hecho Julia Roberts, pero rechazó a todos los actores: Hugh Grant, Colin Firth, Ralph Fiennes...»

La razón del pleito, que repasa en sus memorias –Hits, flops, and other illusions–, era que Weinstein se había apropiado de Shakespeare in love, un proyecto en el que Zwick llevaba trabajando desde 1990.

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«Pillé a Leo con Jennifer ojeando un catálogo de lenceria». A DiCaprio lo dirigió en Diamantes de sangre, cuando ya tenía fama de seductor de modelos, bromea Zwick, que se lo encontró sentado con Jennifer Connelly ojeando un catálogo de lencería: «¿Qué hacéis?», preguntó. «De compras», respondió Connelly.| Getty Images.

La idea de la película la habían desarrollado el guionista Marc Norman, el escritor Tom Stoppard y el propio Zwick para Universal, que compró el proyecto cuando Julia Roberts –que arrasaba después de Pretty woman y El informe Pelícano– mostró interés en el filme. En 1991 comenzó la producción: se cerraron localizaciones, se construyeron escenarios y se comenzó a trabajar en el vestuario. Pero faltaba encontrar a Shakespeare. Roberts quería que fuera Daniel Day-Lewis, que había ganado el Oscar por Mi pie izquierdo, pero él ya se había comprometido para hacer En el nombre del padre y, pese a la insistencia de Roberts, no cedió.

La actriz no encajó bien el rechazo porque, aunque le propusieron a los actores británicos del momento –Hugh Grant, Colin Firth y Ralph Fiennes–, no aceptó a ninguno. Es más, Julia se dio a la fuga, literalmente, sin avisar. Zwick no ha vuelto a hablar con ella, pero asegura: «No le guardo rencor. Era una chica asustada que buscaba el amor». Al quedarse sin estrella, Shakespeare in love quedó aparcado... Hasta que apareció Weinstein.

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«Broderick trajo a su madre para reescribir el guion». Matthew Broderick desquició a Zwick en Tiempos de gloria. Exigió que su madre, escritora, supervisase el guion durante el rodaje. E incluso reclamó hacer cambios en la edición final. Zwick se negó y no 'hace sangre' con aquel Broderick de 24 años, aunque lo retrata como pusilánime.

Un día, en 1996, Zwick se enteró por la prensa de que el dueño de Miramax le había comprado los derechos a Universal. Edward habló con sus abogados. ¿Cómo llegó Weinstein a Shakespeare in love? A través de 'La primera dama de Miramax', como llamaban a Gwyneth Paltrow, el ojo derecho de Weinstein, con quien había rodado cinco películas. «Gwyneth y Winona Ryder eran íntimas. Gwyneth estaba pasando unos días con su amiga cuando encontró el guion de Shakespeare in love, que yo le había mandado a Winona –cuenta Zwick–, y le dijo a Harvey que quería hacer la película». La amistad entre ellas se rompió para siempre, pero Gwyneth se convirtió en Viola de Lesseps en Shakespeare in love.

«No sé quién gritó primero o quién tiró la primera silla, pero cuando levantamos la vista el equipo había huido. Y no fue la última vez», recuerda de sus peleas con Brad Pitt

Zwick ganó parcialmente su pleito contra Weinstein: no pudo dirigir la cinta, pero aparece como coproductor y recibió parte de los beneficios, que no fueron pocos, cuando ganó el Oscar a la mejor película en 1999, premio que quitó a Salvar al soldado Ryan. «Weinstein está donde debe estar: en la cárcel, pero deberían haberle metido mucho antes. Su depredación y maltrato a guionistas, directores y a todo el mundo eran horribles».

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«Brad parece tranquilo, pero es tremendo cuando se enfada». «Fue sentarme con Brad Pitt y confirmarlo: no solo es guapo, es que tiene esa cosa inexplicable en su mirada que sugiere una fascinante vida interior». Zwick fichó a Pitt para Leyendas de pasión y el rodaje fue una tortura. El director se atribuye parte de la culpa, pero llegaron a las manos.

¿Cómo se salió Weinstein con la suya durante tanto tiempo? «A menudo se recula ante quien se muestra muy agresivo y tiene poder. Es muy inquietante que Weinstein pudiese ocultar tanto tiempo sus agresiones sexuales, pero si miras la historia de los movimientos fascistas te asombra la cantidad de personas dispuestas a hacer la vista gorda. Con él pasaba lo mismo».

Unas leyendas con demasiada pasión

Zwick reconoce que él mismo viene de un entorno conflictivo, empezando por su padre, un empresario mujeriego y pendenciero. Reconoce que él también tiene arranques violentos. Como le ocurrió con Brad Pitt, a quien dirigió en Leyendas de pasión en 1994. El primer candidato era Tom Cruise: «Es el sueño de cualquier director», por su energía, su alegría contagiosa y su capacidad para no alterarse. Pero Tom lo rechazó porque el personaje de Tristan Ludlow «carecía de principios morales».

«Algunos actores, como Russell Crowe y Denzel Washington, tiran de cierta rabia para sus interpretaciones; otros, como Cruise y Matt Damon, de una extraordinaria alegría», explica Zwick

Zwick pensó entonces en Brad Pitt, que aceptó encantado, pero no encajó con el director. La tensión fue creciendo, hasta llegar a las manos. «Una tarde comencé a darle instrucciones en voz alta ante el equipo –una provocación estúpida y vergonzosa– y Brad me respondió», explica Zwick. «No sé quién gritó primero o quién tiró la primera silla. ¿Tal vez yo? Pero cuando levantamos la vista el equipo había desaparecido. Y no fue la última vez que pasó», reconoce, aunque también aclara que «tras cada explosión había reconciliación».

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«Pensé en tirar a Weinstein al foso». Zwick demandó a Weinstein por los derechos de Shakespeare in love, que él había coescrito y preproducido años antes para Julia Roberts. Zwick ganó, logró aparecer como coproductor y subió a recoger el Oscar a la mejor película en 1999. «Fue tenso. Solo pensaba en tirar a Weinstein al foso de la orquesta». | Getty Images.

Curiosamente, no fue Pitt quien más difícil se lo puso a Zwick. El actor que le ha provocado «las semanas más estresantes de mi vida» fue Matthew Broderick. Lo de Broderick, a quien dirigió en Días de gloria, le sirve para ejemplificar cómo funcionaba Hollywood cuando los agentes de los actores, como Mike Ovitz, eran todopoderosos. Broderick tenía 24 años y era el chico de moda, así que hacía todo tipo de peticiones, incluso la reescritura del guion... Pero lo peor fue que cuando la película ya estaba editada y lista, «Ovitz, que era una figura temible entonces, me dijo: 'Matthew ha visto el filme y quiere hacer su propio corte'». Zwick sabía que un 'no' podía suponer el fin de su carrera, pero se negó. «Y no pasó nada. Ovitz volvió a su vida y luego hicimos más cosas juntos. Para él, aquello fue solo un día más de trabajo. Para mí, jugarme toda mi carrera».

A sus 71 años, Zwick ha visto lo mejor y lo peor de Hollywood. Pero lo más duro llegó en 2008, cuando le diagnosticaron un linfoma no Hodgkin. «Estuve muy enfermo. Ahora aprecio cada día». Casado desde 1982 con la escritora Liberty Godshall y con dos hijos, Zwick está adaptando para el cine una novela de Stephen King. Cuando le preguntan si no teme que el libro le suponga ser vetado en Hollywood, se limita a sonreír: «Espero que no. No cuento nada con maldad».

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