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Diseñando bajo la lluvia ¿Por qué en 3000 años no hemos inventado nada mejor que el paraguas?

Se doblan con el viento, se rompen las varillas y, si no tienes cuidado, le puedes sacar el ojo al que tienes al lado… ¿Desde cuándo no se actualiza el diseño de los paraguas? ¿Por qué no ha sido capaz la humanidad de mejorar semejante artilugio desde su invención hace 3000 años? Lo investigamos.

Por Raquel Peláez

Martes, 24 de Octubre 2023, 17:29h

Tiempo de lectura: 4 min

En las últimas décadas varios diseñadores lo han intentado. Desde el paraguas invisible de aire, hasta el de tipo dron que te sigue allá donde vayas, pasando por el envolvente que te resguarda contra las salpicaduras de los coches… Ninguno de estos ensayos ha llegado a buen puerto. En plena era de debate sobre si la inteligencia artificial puede llegar a sustituir al ser humano, no hay manera de encontrar un reemplazo para el humilde paraguas de toda la vida. Y eso que, con solo abrirlo una vez, ya te das cuenta de que el sistema hace aguas y si, como está ocurriendo, el cambio climático se pone en nuestra contra, ya ni te cuento.

En su libro Una historia del paraguas, el británico T.S. Crawford cuenta que el primero se construyó hace más de 3000 años. Parece que su diseño se perfeccionó en la década de 1850 y que, desde entonces, se ha mantenido básicamente igual. Y, aunque en sus orígenes en China su uso era para protegerse del sol, fue en la Francia de 1705 cuando la historia cambia al ‘modo lluvia’ gracias al fabricante de bolsos y carteras Jean Marius. La proeza de este mercader parisino fue inventar un artefacto inspirado en la sombrilla, pero construido con una tela impermeable y que, además, podía plegarse.

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El hombre que desafió los estereotipos. A mediados del siglo XVIII el escritor y filántropo inglés Jonas Hanway desafió la tendencia que atribuía al paraguas solo un uso femenino. A pesar de las burlas iniciales, pronto otros hombres también comenzaron a usarlos.

A medida que pasaron las décadas, los paraguas se aceptaron lentamente por todos como un artículo general, pero el hombre que democratizó su uso fuera de Francia fue el inglés Jonas Hanway en 1756. Eso sí, su ‘emprendimiento’ le valió la burla de muchos hombres ya que él fue el primero en salir a la calle con lo que se consideraba un accesorio femenino. «Irreverente y femenino peatón del paraguas» lo llamaban, aunque a él todo aquello le dio igual: llegaba a las citas seco y hecho un pincel.

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De pies a cabeza. En Japón han surgido nuevos diseños de paraguas 'de cuerpo entero' que ofrecen formas innovadoras de mantenerse seco en condiciones climáticas adversas.

Más tarde, en 1852, el inglés Samuel Fox fue un paso más allá y creó el paraguas cóncavo y hecho de varillas de acero que se doblan bajo la copa, tal y como lo concebimos ahora; en 1928, el alemán Hans Haupt dio forma al paraguas de bolsillo y en 1969, Bradford E Phillips, propietario de Totes Incorporated de Loveland, en Ohio (Estados Unidos), introdujo la patente del mecanismo de plegado moderno.

Pero ¿qué ha pasado desde entonces? ¿Por qué sigue habiendo hordas de gente calada hasta los huesos, mientras luchan por mantener sus paraguas firmes cada vez que llueve un poco más de la cuenta? Buceando en la historia de los avances en este campo durante los últimos años, todo parece lleno de grandes ideas a las que no les han terminado de dar una vuelta.

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Contra las salpicaduras. El modelo Rain Shield tiene una doble función: protege contra la lluvia lateral o las salpicaduras de los coches y evita el riesgo de que el viento fuerte le dé la vuelta al paraguas.

Han pasado nueve años desde que muchos medios cubrieron con entusiasmo la noticia de la invención del Air Umbrella, más conocido como ‘el paraguas invisible’. Se trataba de un artefacto de alta tecnología cuyo secreto consistía en que el mango, el único elemento del paraguas, impulsaba hacia arriba una fuerte corriente de aire que actuaba como un parapeto que desviaba las gotas de agua evitando que la lluvia mojara al usuario. El invento, que se lanzó en un sitio web de financiación colectiva en septiembre de 2014, finalmente no llegó a triunfar porque básicamente requería que la persona llevara encima un generador que apenas disponía de quince minutos de batería… Fin del partido.

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El paraguas invisible. El 'Air umbrella' es un modelo que expulsa aire a través del mango para crear una protección contra las gotas de agua sobre la cabeza del transeúnte.

Otro de los problemas con los que se han encontrado ‘los emprendedores’ de este sector es la dificultad de lidiar con la psicología humana. ¿Cuántas personas están realmente dispuestas a llevar algo que atraiga las miradas? Que se lo digan a Jonas Hanway, «el irreverente y femenino hombre del paraguas». Y es esto lo que explica la desaparición de otra de las grandes esperanzas: el Rain Shield. Diseñado en 2012 por los estudiantes taiwaneses Lin Min-Wei y Liu Li-Hsiang, el paraguas se extendía hacia abajo por un lado para proteger a los transeúntes de las salpicaduras de los coches que pasaban a su lado. El producto ganó un premio Red Dot Design Award y obtuvo un cuarto de millón de visitas en YouTube, pero su extravagante diseño también acabó naufragando.

Dificultad de fabricación, estereotipos, falta de recursos… Y luego están las 'ideotas'. Como el 'paraguas manos libres'. De esta modalidad se han intentado llevar a cabo varios prototipos, pero ninguno ha sido precisamente un éxito. En 2017, a Raynel Lazo-Antunez y a su esposa se les concedió la patente de su 'paraguas manos libres automatizado': la cubierta llena de helio del DroidBrella flota con la ayuda de una hélice. Luego tenemos el Hoverbrella, un concepto que combina la forma tradicional del paraguas con la tecnología actual de drones para producir una solución de manos libres para mantenerse seco mientras puedes seguir mandando WhatsApp por el móvil. Y lo último, pero no menos sorprendente: el DroneBrella, el auténtico paraguas volador. El dron vuela de forma autónoma y sigue a su dueño, con ayuda de la cámara. DroneBrella no es un proyecto de una start-up o de una compañía tecnológica, sino que es obra de una empresa de magia francesa que se dedica a fusionar la magia con la tecnología. Al menos este prototipo no es de los que te dejas olvidado cada vez que entras en el metro.


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