Viernes, 09 de Junio 2023, 09:25h
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Una de las recomendaciones más olvidadas de la doctrina social católica (si es que en esta época desalmada y demagógica se recuerda alguna) es la que aconseja la participación de los trabajadores en los beneficios de las empresas. Pío XI, en su encíclica Quadragesimo Anno, lo expresa sin ambages: «Sería más conforme con las actuales condiciones de la convivencia humana que, en la medida de lo posible, el contrato de trabajo se suavizara algo mediante el contrato de sociedad […]. De este modo, los obreros y empleados se hacen socios en el dominio o en la administración o participan, en cierta medida, de los beneficios percibidos». También Pío XII se expresó en la misma línea, señalando en el mensaje que dirigió en 1951 a los trabajadores españoles que se debe fomentar «todo aquello que, dentro de lo que permiten las circunstancias, tienda a introducir elementos del contrato de sociedad en el contrato de trabajo». Posteriormente, la infiltración de chiringuitos plutocráticos en el seno de la Iglesia oscurecería los pronunciamientos diáfanos realizados por aquellos Papas preconciliares, a quienes nuestra época idiotizada pinta de retrógrados.
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