Bailarinas, costureras, prostitutas...
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Miércoles, 15 de Enero 2025, 13:00h
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Si hay un artista que encarne —y, a la vez, acierte a retratar— el «heroísmo de la vida moderna» del que habló Baudelaire, fue sin duda Edgar Degas. El impresionista que odiaba la naturaleza y el aire libre («la pintura no es un deporte»); el enamorado del arte clásico que dinamitó el ideal académico; el millonario que dedicó su vida a pintar la soledad, la aspereza y la inasible fugacidad de las relaciones y la gente en el París de fin de siglo. La mirada despiadada y escéptica que derribó a la femineidad de su falso pedestal. Lúcido y osado como ninguno de los grandes pintores de su época, parecía destinado a ser lo contrario de lo que fue.