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Las Roësset, artistas españolas

Suicidios, escándalos y secretos de una saga genial

Las Roësset fueron cuatro españolas de dos generaciones de la misma familia. Pintaron, esculpieron, editaron, influyeron... y se escondieron. Tuvieron un papel clave en la historia de la cultura y de la emancipación femenina. Ahora recobran protagonismo.

Por Fátima Uribarri

Sábado, 30 de Julio 2022

Tiempo de lectura: 6 min

A pesar de la sangre y la horrible herida en la sien, la chica conservaba su belleza. Eso le pareció a Juan Ramón Jiménez cuando la vio, moribunda, en la clínica Omnia de Las Rozas (Madrid). «Sangre a borbotones por la boca, la frente vendada de gasa. Una mirada ancha, dilatada», así describe el poeta su última visión de Margarita Gil Roësset, una artista de talento, culta, guapa, joven… La chica que se había pegado un tiro en la cabeza porque se había enamorado de él.

Marga tenía solo 24 años y ya era considerada una gran artista; era una escultora e ilustradora precoz y diferente, una de las primeras españolas en esculpir directamente sobre la piedra; dueña de un estilo muy personal en sus ilustraciones: asomaba en ellas el atrevimiento de las vanguardias. Podría haber sido nuestra Camille Claudel pero prefirió desaparecer: antes de matarse destruyó, además, casi toda su obra.

Sorprendía Marga. Imantaba. «Te quedabas cautivado», dijo de ella Zenobia Camprubí, la mujer de Juan Ramón Jiménez. «Llevaba el alma fuera», según el poeta.

«Sin ellas no se puede entender la pintura española en el siglo XXni la cultura juvenil durante la dictadura», dice Nuria Capdevilla-Argüelles

Su acentuada sensibilidad acabó con ella –se había enamorado de Juan Ramón y eso la torturaba–; pero también la hizo artista. Marga Gil Roësset forma parte de las mujeres de la generación del 27 junto con otras creadoras sobresalientes como Maruja Mallo, María Zambrano, Rosa Chacel o Josefina de la Torre, a las que bautizaron como 'Las sin sombrero', por su osadía, porque ser artista y mujer en aquella España de principios del siglo XX lo era.

El libro Canciones, con los dibujos de Marga Gil Roësset, se publicó en París 17 años antes de que Antoine de Saint-Exupéry publicara El Principito. Según varios estudiosos, el escritor y aviador francés se inspiró en las ilustraciones de Marga.

Marga Gil Roësset era, además, miembro de una estirpe de mujeres singulares: las Roësset. Fueron cuatro mujeres destacadas en el mundo de la cultura. Pintaron, esculpieron, editaron, viajaron, escribieron… «Sin las Roësset no se puede entender el desarrollo de la pintura española en el siglo XX y tampoco el de la cultura infantil y juvenil durante la dictadura», dice Nuria Capdevilla-Argüelles, catedrática de Estudios Hispánicos en la Universidad de Exeter y autora del libro Artistas y precursoras. Un siglo de autoras Roësset.

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Talento familiar. Consuelo Gil Roësset (a la derecha) fue editora de la primera revista femenina española. Aquí, con su hermana Marga Gil Roësset, escultora e ilustradora, tenía un talento deslumbrante. Se suicidó a los 24 años.

Tenían un punto chic y extravagante; hablaban idiomas; viajaban; eran creativas, atractivas y cosmopolitas. Tenían una educación chocante para entonces. Estudiaron matemáticas, filosofía, física o dibujo, cuando las señoritas aprendían modales y buscaban marido. Se atrevieron a meter la cabeza en la cultura, algo que despertaba rechazo. Gregorio Marañón dijo: «Agitadoras, pensadoras, artistas, inventoras: en todas las que han dejado un nombre ilustre en la Historia se pueden descubrir los rasgos del sexo masculino». Si eras mujer de intelecto, eras un marimacho.

Las Roësset fueron cuatro mujeres de dos generaciones: María Roësset Mosquera fue pintora; y sus sobrinas Margarita (Marga) Gil Roësset, escultora e ilustradora; Consuelo Gil Roësset, editora y traductora; y Marisa Roësset Velasco, pintora. «Sus vidas son testimonios claves de la historia de la emancipación femenina», dice Capdevilla-Argüelles.

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Dominio del retrato. Marisa Roësset fue alumna de Vázquez Díaz y López Mezquita. Se centró en el retrato y la pintura sacra.

María Roësset, la primera de la saga, firmaba sus cuadros como MaRo y era una de las protagonistas de la sociedad madrileña de principios de siglo. Estaba en contacto con Mariano Fortuny, Benito Pérez Galdós o Ricardo Madrazo. Viajaba por Europa con su marido, el pintor Benito Soriano Murillo, y se  trajo ideas insólitas: MaRo cosía cuentas a grandes lienzos de estilo bizantino, al más puro estilo Klimt.

«No pintó nunca un cuadro de flores», ha contado su hija Eugenia. Lo suyo son casi todo autorretratos. MaRo fue una de las artistas con obra en la muestra Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España ofrecida en 2020 por el Museo del Prado, custodio de uno de sus autorretratos.

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Precoz. A los 20 años, Marisa Roësset ya coleccionaba medallas de Bellas Artes. Expuso en grandes muestras antes de 1936.

Fue al quedarse viuda, con 28 años, cuando se lanzó de lleno a la pintura. Pero su explosión creativa duró poco. MaRo se fue sin sus hijos a Filipinas con el militar del que se había enamorado. El escándalo fue mayúsculo. En Manila murió, tuberculosa, a los 38 años, en 1921.

Más tarde, el suicido de Marga, en 1932, bajó el telón para la familia Gil Roësset. Quitare la vida en aquella época, más todavía en un entorno católico, multiplicaba el mazazo: los padres de Marga solo la sobrevivieron un año. El silencio se impuso. «No se hablaba de Marga. Había un ambiente misterioso en la familia. Era como un secreto», dice Marga Clark, su sobrina; también artista: es fotógrafa y escritora.

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Encargos. Autorretrato de Marisa Roësset Velasco. A menudo se pintaba pintando. Retrató a la alta burguesía madrileña.

Con el suicidio de Marga quedó desolada su hermana Consuelo Gil Roësset, su compañera de aventuras literarias infantiles. Consuelo escribía cuentos que ilustraba Marga. Era un tándem rompedor: los dibujos que hizo Marga, con solo 8 años, a los expertos les recuerdan a Doré y Piranesi.

Cuando Marga se mató, Consuelo se enroscó en la introspección. «Era muy culta, rígida, estricta, reservada», cuenta Capdevilla-Argüelles. Estudió en la universidad cuando era extraordinario en una mujer; fue catedrática de Inglés de instituto, traductora y editora. Creó publicaciones juveniles como Chicos y Mis Chicas, considerada la primera revista femenina española. Tuvo un importante papel en la historieta española y descubrió talentos como los de la poeta Gloria Fuertes y Borita Casas, creadora de Antoñita la fantástica.

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Los ojos. Desnudo de niña con los brazos cruzados, de María Roësset. La modelo es su hija. Lo primero que pintaba eran los ojos.

Pero Consuelo eligió quedarse en segunda fila. «Ninguna de las Roësset desarrolla su obra en plenitud», cuenta Nuria Capdevilla-Argüelles. María y Marga mueren jóvenes, y Consuelo y Marisa dan un paso atrás, dice esta investigadora. «Consuelo es una pensadora que no publica. Se conforma con editar en la mesa camilla de su casa».

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Al estilo de Klimt. María Roësset cosió cuentas en algunos de sus lienzos de aire bizantino, al estilo de Klimt. Aquí, autorretrato de cuerpo entero, obra del Museo Reina Sofía.

Marisa Roësset Velasco, prima de Marga y Consuelo, también se escondió de alguna manera; en su caso, los motivos serían de índole personal. Marisa vivía con la soprano Lola Rodríguez Aragón. «En los círculos de cultura gay eran conocidas como Marisa y Polola», cuenta Capdevilla-Argüelles. «Marisa se encierra en sí misma y se oculta por miedo. Deja de exponer, abandona los planteamientos de vanguardia y se dedica a la pintura sacra y a los retratos y autorretratos que regala», añade. Marisa fue krausista y a la vez muy católica; moderna y conservadora.

Así eran las Roësset, tradicionales e innovadoras, con vivencias dramáticas (un suicidio, una fuga escandalosa, un amor prohibido), exquisitas, misteriosas, creativas.  Sin haber realizado un abierto desafío han trascendido y se han ganado «un lugar en la historia de la emancipación de la mujer», concluye Capdevilla-Argüelles.

Etiquetas: Escritores, mujeres