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Antiguo Egipto

Sexo, ambición y poder: las increíbles mujeres del Nilo

Fueron escribas, médicas e incluso reinas. Hacían negocios, se casaban y divorciaban libremente... las mujeres del Antiguo Egipto tuvieron derechos insólitos en civilizaciones coetáneas y posteriores. Una nueva exposición lo recuerda.

Por Fátima Uribarri

Sábado, 04 de Junio 2022

Tiempo de lectura: 7 min

Convocó a los asesinos de su marido y hermano, el faraón Merenra II. Los invitados acudieron a la cita en un salón construido para la ocasión. Estaban sentados frente a suculentos manjares y abundante cerveza cuando Nitocris dio una orden, entonces se abrió el pasaje secreto que conectaba la estancia con el Nilo. El salón se inundó y se ahogaron los invitados. Consumada la venganza, Nitocris se suicidó lanzándose a una hoguera.

Así fue el desquite de una reina del antiguo Egipto. Lo cuenta Heródoto con datos reales y otros inverosímiles: el asesinato es verídico, pero no es probable que Nitocris se quemara y destruyera su cuerpo, que para los egipcios debía permanecer en las mejores condiciones para el más allá. A Nitocris, que fue la última reina de la dinastía VI y gobernó en el siglo II a. C., la describe el sacerdote Manetón como «más valiente que todos los hombres de su época».

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Trabajadoras.Las egipcias trabajaron como panaderas, tejedoras, artesanas, cerveceras, comadronas, cocineras... En la foto, una molinera (2686-2181 a. C.).

Es una de las mujeres poderosas del antiguo Egipto. Hubo más, porque ellas tuvieron ya entonces poder y derechos, algo impensable en otras civilizaciones antiguas. «Las mujeres tuvieron los mismos derechos que los hombres y una identidad propia, lo que les permitía adquirir posesiones, heredar, desheredar y divorciarse... y ocupar los altos estamentos de la Administración y del Estado», afirma Zahi Hawass, arqueólogo y exministro de Antigüedades de Egipto, en el catálogo de la exposición Hijas del Nilo, mujer y sociedad en el antiguo Egipto, organizada por el Grupo Eulen y que trae a Madrid (a partir del 10 de junio, en el Palacio de las Alhajas) casi trescientas piezas para documentar el papel femenino en aquella civilización extraordinaria también respecto al papel de la mujer.

Las egipcias podían administrar bienes, romper con sus maridos o trabajar como escribas, funcionarias o médicas. Escriba fue una mujer llamada Irtyrau que vivió en el siglo VI a. C., así consta en su tumba encontrada en Luxor. Y como médica ejerció Peseshet durante el Reino Antiguo; es más, se cree que tenía el título de «supervisora de las mujeres médicos».

La conspiración del harén

Las representaciones transmiten igualdad. Relieves, inscripciones y pinturas representan a maridos y mujeres comiendo juntos, bailando o trabajando en el campo. «Lo que estaba incluido dentro de sus derechos de iure ('legítimos') dependía de su clase social, no de su sexo. Los bienes de tierras se heredaban por línea materna de madre a hija […]. Una mujer tenía derecho a administrar sus bienes y a disponer de ellos como quisiera. Podía comprar, vender, ser ejecutora en testamentos, llevar una acción a juicio y adoptar hijos en su propio nombre», explica la egiptóloga Barbara Watterson. La arqueóloga y experta en Estudios de la Mujer María J. Rodríguez-Shadow cree que Watterson exagera. «A pesar de que en el arte egipcio existe una gran cantidad de representaciones femeninas, las asimetrías genéricas existían como parte de la estructura social y las mujeres ocuparon una posición secundaria en relación con los hombres», dice.

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Kamasutra egipcio. En cuanto al sexo, la mentalidad era abierta, por lo menos en las capas altas de la sociedad, protagonistas del Papiro erótico de Turín, el Kamasutra egipcio.

Disfrutaban de cierta igualdad las mejor situadas en la sociedad, sí; pero eso no era posible para las mujeres de otras civilizaciones ni coetáneas ni posteriores. Además, algunas egipcias fueron muy poderosas. «Tenemos conocimiento de dos visires mujeres, el equivalente a un primer ministro. Se llamaron Nebet e Inenek-Inti. Trabajaron durante el reinado del faraón Pepi en la VI dinastía», cuenta Nacho Ares, egiptólogo y comisario de la muestra Hijas del Nilo.

Las egipcias tenían voz y voto en el matrimonio. La sexualidad era abierta y ellas manejaban su patrimonio a su antojo

Tuvieron poder y varias maniobraron para ganar más. Lo demuestra la conspiración del harén, encabezada por Tiy, esposa secundaria de Ramsés III, con el objetivo de colocar en el trono a su hijo Pentaur.

«La Casa Jeneret, el harén del faraón, era una institución educativa y de poder, no era como el harén del mundo otomano», puntualiza Nacho Ares.

Las egipcias trabajaban como comadronas, tejedoras, cocineras, panaderas, hacían cerveza o eran concubinas, pero no tanto en el sentido de servidora sexual como en el de geisha, diestra en música, costura, conversación o arte. En lo religioso y lo funerario también tuvieron un sitio. Había gran veneración por diosas vinculadas a la fecundidad (Hathor o Tauret) y las mujeres participaban en los duelos y ritos funerarios: han sobrevivido representaciones muy vívidas de plañideras. «Desde tiempos predinásticos, la mujer podía disponer de una tumba y un ajuar funerario», añade Antonio Pérez Lagarcha, historiador y profesor de la Universidad Unir.

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Diosas aladas. Imagen de la diosa Isis (664-525 a. C.). Las mujeres tenían un papel importante en los ritos funerarios.

Pero en donde de verdad mandaban las egipcias era en casa. Existía el título de nebet-per, 'señora de la casa'. «Era la responsable de la casa a todos los niveles. Se encargaba de la intendencia, del servicio y la economía doméstica. No existe ningún documento que diga que las mujeres no podrían manejar el dinero junto con el marido», cuenta Esther Pons, codirectora de la Misión Arqueológica de Oxirrinco y comisaria de la exposición Hijas del Nilo. «Se tiene constancia de dos señoras de la casa llamadas Kaipamanu y Shepenum. Kaipamanu también era 'cantora de Amón', otro título muy importante entre el clero femenino», cuenta Nacho Ares. Manejaban los dineros domésticos o hacían pequeños negocios. James C. Thomson cuenta que, para redondear las cuentas, algunas tenían huertos o hacían ropa y un documento refleja cómo una señora de la casa compró un esclavo pidiendo un préstamo y luego le sacó rendimiento alquilando sus servicios.

«Nos consta que las mujeres de la realeza sabían leer y escribir. Y no conservamos información de mujeres artistas, pero tuvo que haberlas», dice Nacho Ares

La mayoría de la población trabajaba en el campo y no se instruía. Pero había acceso a la educación. «Las casas de la vida eran escuelas mixtas gratis donde se aprendía a leer y escribir. Dependían de los templos y eran instituciones del saber. Nos consta que las mujeres de la realeza sabían leer y escribir. Y no conservamos información de mujeres artistas, pero tuvo que haberlas», dice Nacho Ares.

«Parece que estaban fascinados por el cuerpo femenino», deduce Inmaculada Vivas Sainz, profesora de la UNED, porque el arte mural egipcio representa a las mujeres, campesinas, bailarinas, músicas, sacerdotisas, diosas o reinas, con vestidos vaporosos, con sensualidad... Y hay escenas atípicas, como las representaciones de Akenatón junto con Nefertiti con sus hijas en brazos. «Son una excelente prueba visual de la importancia de la mujer», señala la profesora Vivas.

Las egipcias tenían voz y voto en el matrimonio. No había ceremonia ni papeleo, sencillamente se iban a vivir juntos. Había acuerdos prematrimoniales en los que se fijaba pensión a la esposa en caso de divorcio y se estipulaba que los niños y el hogar conyugal se los quedaba ella. «Parece que la mayoría de los matrimonios eran por amor y no por un acuerdo previo», afirma Zahi Hawass. Por supuesto, los hijos eran objetivo primordial. Hubo atención a la ginecología. El Papiro Kahun, del año 1800 a.C., es uno de los documentos más antiguos con observaciones médicas sobre embarazos, partos o anticonceptivos. Hubo aciertos, como el uso de las sillas de partos, y remedios poco científicos, como la observación de la germinación del trigo y la cebada para deducir el sexo del bebé.

«Parece que la mayoría de los matrimonios eran por amor y no por un acuerdo previo», cuenta Zahi Hawass

En el sexo la mentalidad no era mojigata. «El concepto de sexualidad era libre y abierto. No existía la etiqueta de homosexualidad porque se consideraba un comportamiento tan normal que no era necesario calificarlo», cuenta Nacho Ares. Las ilustraciones eróticas del Papiro de Turín –el Kamasutra del antiguo Egipto, de hacia 1200 a. C.– demuestran que al menos las capas altas de la sociedad no eran pacatas. «Había una mentalidad abierta en cuanto al sexo, pero hay que diferencias entre estratos altos y bajos. El matrimonio entre hermanos se practicaba por razones de gobierno y de dinastía y no se consideraba incesto, pero no se daba en los estratos bajos», puntualiza Ares. Tampoco eran pudorosos. Hay representaciones de agricultores, pescadores, sirvientes, hombres y mujeres, trabajando desnudos. Y hubo un tiempo en el que los vestidos de las mujeres llevaban tirantes laterales que dejaban los pechos al aire.

Con Cleopatra VII, la última faraona (hubo otras cinco: Nitocris, Neferusobek, Hatshepsut, Semenejkara y Tauser. Y esposas de faraones influyentes como Tiy, Nefertiti y Nefertari), Egipto estaba ya contaminado de helenismo. Luego, «con los romanos y el cristianismo se pierden allí los derechos de las mujeres», dice Nacho Ares. Que los tuvieron lo demuestran los papiros de Oxirrinco, que recogen una oda a la diosa Isis donde se dice: «Hiciste el poder de la mujer igual al del hombre». Esta aseveración es del siglo II d. C.

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