Viernes, 28 de Junio 2024, 09:07h
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Son incombustibles. Las medusas existen desde hace 600 millones de años y no pueden con ellas la contaminación, las aguas turbias o la escasez de oxígeno. Es más, a muchas de sus 1500 especies el cambio climático les favorece porque les van bien las temperaturas altas. Estos seres compuestos por tejidos gelatinosos, agua (en un 98%), órganos sexuales, cavidad estomacal, un primitivo sistema nervioso y cápsulas urticantes se llevan bien con los desórdenes que provoca el ser humano: proliferan donde el hombre explota y ensucia el mar y les favorece la sobrepesca porque así disminuyen los peces que se las comen a ellas. A veces organizan invasiones masivas y todos los veranos son molestos visitantes de las costas españolas.
La Cotylorhiza tuberculata es una medusa común en todo el Mediterráneo y muy abundante en el mar Menor. Su picadura es leve (produce irritación de la piel y picor) a no ser que se padezca alergia. Este año han nacido millones de ejemplares en forma de éfiras y metaéfiras.
La rhizostoma pulmo, también conocida como Aguamala, tiene ocho tentáculos gruesos. Frecuenta las costas para alimentarse.
Sus 16 tentáculos marginales pueden llegar a los 20 metros de longitud. La Pelagia noctiluca es luminiscente y está cubierta de verrugas.
Un disco azulado contiene el esqueleto de la Velella velella, que está equipado con una vela que utiliza para captar el viento. Forma grandes enjambres.
La Mnemiopsis leidyl es una especie invasora, originaria de las costas atlánticas de América. En España se detectó en 2009.
Así se conoce a la physalia physalis. Es una colonia de pólipos con multitud de finos tentáculos. Su picadura puede producir un shock neurógeno.
Se llama así a la Chrysaora hysoscella por el diseño radial de su umbrela. El roce con ella produce unos dolorosos verdugones.