El cambio climático está volviendo loca a la fauna
Miércoles, 05 de Enero 2022
Tiempo de lectura: 5 min
En la década de 1870, el zoólogo estadounidense Joel Allen sentó las bases de lo que desde entonces se conoce como 'patrón Allen'. Según sus observaciones, las especies animales de sangre caliente tienden a desarrollar, en climas fríos, apéndices más pequeños —orejas, orificios nasales, patas, manos— para conservar el calor corporal, mientras que otras especies, de hábitats cálidos, desarrollan apéndices más grandes para liberarlo a un ritmo que les evite sobrecalentarse ante elevadas temperaturas ambientales. El calentamiento global está alterando, así, muchos hábitats y las especies reaccionan como pueden a esos cambios, incluso desarrollando en tiempo récord saltos evolutivos que, de normal, les llevaría siglos dar.
«Este fenómeno no debe verse como algo positivo, sino que como algo alarmante –explica Sara Ryding, investigadora de la Universidad de Deakin (Australia) y una de las autoras de un estudio que alerta sobre las incipientes transformaciones detectadas—. No sabemos si estos cambios fisiológicos en muchas especies realmente están contribuyendo a su supervivencia. Muchas no sobrevivirán, y en el caso de las que lo consigan, no podemos saber aún si las transformaciones que experimentan son realmente o no beneficiosas, no solo para esas especies, sino para los hábitats y los demás seres que los cohabitan».
Loros
Picos 'in crescendo'...
Entre los animales de sangre caliente que están cambiando su fisiología para adaptarse a un clima cada vez más cálido, se encuentran la cacatúa gang-gang o muchos tipos de loros, señala Ryding, especializada en la investigación de aves. Los cambios se están observando ante todo en sus picos —señala—, que están desarrollándose a un mayor tamaño que el conocido hasta hoy con el fin de regular mejor su temperatura corporal ante un mayor calor ambiental. Con este cambio logran compensar el excedente de temperatura corporal, por el que podrían sobrecalentarse y morir. Así como muchos mamíferos usan sus orejas para refrigerarse y liberar calor cuando este aumenta en sus hábitats, las aves lo hacen a través de sus picos, que, al no estar cubiertos ni protegidos por plumas, son un lugar de intercambio de calor significativo para ellos. Esta evolución exprés –enfatiza Ryding– en ningún caso debe ser interpretada como un logro. «No cabe deducir que, por estas adaptaciones al medio, estos animales estén lidiando bien con el cambio climático. No: están evolucionando para sobrevivir, pero desconocemos qué otras consecuencias les depararán esos mismos cambios».
Albatros
Quiero el divorcio
Los albatros de ceja negra, grandes aves marinas predominantemente monógamas, suelen permanecer de por vida con la misma pareja, con la que establecen duraderos lazos, fortalecidos por una confianza recíproca en la conciliación de responsabilidades: los largos viajes del macho en búsqueda de comida y las tareas de cuidado, por parte de la hembra, en la incubación de los huevos. Vistos desde fuera, los albatros parecen así elegantes matrimonios bienavenidos.Sin embargo, no es del todo extraño que algunas veces puedan darse rupturas, motivadas por un fracaso reproductivo o una carestía de alimento. En esos casos, las hembras buscan en la siguiente temporada de apareamiento otro macho sin que ello conlleve enfrentamientos.Un biólogo de la Universidad de Lisboa, Francesco Ventura, y su equipo han notado, sin embargo, recientemente, un aumento de 'divorcios' entre los albatros de ceja negra de la isla de Goicochea, dentro de las Islas Malvinas, al sur de Argentina. Ventura y su equipo han analizado los datos de reproducción de los tres últimos lustros y creen que el aumento de las temperaturas de la superficie del mar limita los nutrientes disponibles para los albatros al reducir la producción de fitoplancton. Esta limitación deteriora a la vez a toda la cadena alimentaria marina y obliga a los albatros a viajar cada vez más lejos de sus nidos y luchar aún más para encontrar alimento. No descartan que la situación no solo complica la alimentación de las parejas, sino que, además, altera los tiempos de reproducción y aumenta el estrés entre las aves, influyendo negativamente en la posibilidad de reproducirse y empujando a las hembras a buscar nuevos horizontes...
Murciélagos
Cuando el cambio climático da alas
También los murciélagos de climas cálidos están exhibiendo transformaciones, específicamente visibles en el gran murciélago de hoja redonda, presente en el sur y sudeste de Asia y en China, donde se ha detectado un aumento en el tamaño de las alas de varios ejemplares. Estos mamíferos —que de tan mala fama gozan— son, sin embargo, muy importantes en términos ecológicos y hasta económicos, debido a su capacidad para diseminar las semillas de un gran número de plantas. El cambio climático viene afectándolos desde años por ser más vulnerables que otros mamíferos de tamaño similar a la deshidratación, especialmente en áreas áridas, ya que carecen de toda capacidad para retener el agua, que se evapora con velocidad a través de la gran superficie de sus alas, por las que también liberan el excedente de calor, refrigerándose. Así, los murciélagos de zonas áridas y sobrecalentadas no sólo se ven forzados a realizar viajes cada vez más largos en busca de alimento —acaso sea otra de las causas del aumento de tamaño de sus alas– sino que, además, se deshidratan más rápidamente a través de lo que les permite llegar más lejos. Por contra, en temporadas frías, estos murciélagos corren a su vez el peligro de que esas mismas alas faciliten una mayor disipación del calor eficiente, que podrían perder de manera perjudicial ante muy bajas temperaturas. «Los aumentos en el tamaño que vemos hasta ahora son bastante pequeños, de menos del diez por ciento —dice Sara Ryding—, por lo que es poco probable que los cambios se noten de inmediato, pero se prevé que los apéndices prominentes, como las orejas, aumenten más en un futuro no muy lejano y acabemos viendo Dumbos en acción». Y eso, quién sabe, tendrá también un coste impredecible para los humanos.
Osos polares
¿Dónde está mi nieve...? ¿Y mis focas?
El retroceso del hielo marino por el cambio climático deja a los osos polares cada vez más tiempo varados en tierra, como es el caso del de la imagen, en Manitoba (Canadá), que debería estar retozando en la nieve en lugar de aposentarse sobre las duras rocas. No es el único caso, ya que también los osos del archipiélago noruego de Svalbard, a mil kilómetros del Polo Norte, se han quedado sin nieve y sin focas a su alcance, pero con una creciente población de renos merodeando el nuevo paisaje. Así que han tenido que cambiar de dieta. El equipo de una estación científica polaca presenció allí recientemente cómo una osa polar perseguía un reno hasta el interior de un lago, en el que lograba finalmente cazarlo, ahogarlo y arrastrarlo hasta la orilla para devorarlo. En la zona, se estima, hay apenas unos 300 osos, pero 20.000 renos, debido a una prohibición de cazarlos, vigente desde 1925. Es, desde luego, una compensación para los osos polares de la región, a la vez que una mala noticia para los hasta hace poco protegidos renos. Se trata, en cualquier caso, de otro desequilibrio más en la cadena natural de los hábitats.
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