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Ben Stiller ajusta cuentas con sus padres: «No fue fácil crecer con ellos»

Una familia bajo los focos

Ben Stiller ajusta cuentas con sus padres: «No fue fácil crecer con ellos»

Herencia cómica. Jerry Stiller y Anne Meara con su célebre hijo en 1996.

Las ausencias, las discusiones, el alcoholismo... los padres del actor y director Ben Stiller, leyendas de la comedia en EE.UU., estuvieron muy lejos de crear el hogar perfecto. Ahora, su hijo dirige un documental que ha cambiado por completo el modo en que veía su propia infancia.

Viernes, 14 de Noviembre 2025, 11:51h

Tiempo de lectura: 4 min

La relación con tus padres te marca la vida y, tarde o temprano, debes bucear en ella si aspiras a conocerte mejor. Ben Stiller, el actor que dominó la comedia de Hollywood a finales de los años 90 y principios de este siglo –con taquillazos como Algo pasa con Mary, Los padres de ella, Zoolander, Y entonces llegó ella o Una noche en el museo–, descubrió esta premisa cuando murió su padre, en 2020, cinco años después de perder a su madre.

Jerry Stiller y Anne Meara, uno de los dúos cómicos más populares de Estados Unidos, criaron a sus dos hijos, Amy y Ben, mientras luchaban por alcanzar y mantenerse en la cima de la industria del entretenimiento. Es decir, sin dedicarles todo el tiempo que, tanto ellos como sus hijos, hubieran deseado compartir.

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La abuela de Alf y el padre de George. En España, muchos recordarán a Anne Meara como la abuela de la serie Alf (izda.) y a Jerry por su papel de Frank Costanza, en Seinfeld. Ambos, además, aparecen en películas de su hijo, como Pesos pesados o Zoolander (dcha.).

Esas ausencias, las presiones de la industria y del legado familiar, los juicios de su madre sobre su trabajo –«A menudo mencionaba nombres de grandes directores y me preguntaba si algún día haría una película con alguno»– y la sensación de sentirse «atrapado» en el tipo de papeles que todo el mundo esperaba de él le acabó pasando factura. Atravesó así momentos «oscuros» con episodios de ansiedad, crisis de autoestima y periodos de soledad y desconexión, acrecentados por un cáncer de próstata (ya curado) o la separación de su esposa, la actriz Christine Taylor.

La madre de Ben cayó en el alcoholismo sin superar el suicidio de su propia madre cuando era una niña. El padre vivía angustiado con el miedo al rechazo

La película le ha permitido a Stiller conocer mejor a cada uno sus padres y las claves de la relación entre ambos, además de reencontrarse con su hermana (cuando él triunfaba ella servía mesas mientras luchaba por papeles), con su esposa, de la que llevaba años separado e, incluso, acercarse como nunca a sus dos hijos, que le leen la cartilla a su padre con una confianza y seguridad que pocas relaciones familiares logran alcanzar. «Mi hijo me dice que ser padre quizá no era mi prioridad», dice el cómico, que reconoce haber repetido muchos de los errores que cometieron Anne y Jerry.

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Entre la familia y la fama. La familia al completo, con Amy, la hermana mayor, cuatro años mayor que Ben y también actriz, a finales de los sesenta. Para entonces sus padres ya eran superestrellas televisivas en EE.UU.

Tras la muerte de sus padres, sin embargo, todo cambió. Ben y su hermana (también actriz y comediante) regresaron al piso familiar, en Nueva York, y allí descubrieron el apabullante legado de grabaciones de audio, vídeo, Super-8 e infinidad de textos (cartas, notas, escritos infantiles, guiones, proyectos...) dejado por sus padres. «Lo grababan y lo guardaban todo», señalan.

Ben Stiller consigue hacer las paces con sus padres a través del documental. «Jerry y Anne dejaron atrás lugares muy oscuros, pero en su vida siempre intentaron buscar la luz»

Fueron días de emociones fuertes, de melancolía, de hallazgos personales, como la angustia de ver poco a sus hijos, la afición de su madre a la bebida (acabó en Alcohólicos Anónimos), el instinto protector de su padre hacia ella, el dolor de Anne por el suicidio de su madre cuando era una niña –«encendió el gas e inhaló la eternidad», escribió con once años–, la huella en Jerry de un padre duro y poco comprensivo o el miedo al rechazo que angustió a su padre y que su hijo heredó. «Cuando empecé a trabajar, si alguien me dedicaba una mala crítica, le escribía una carta diciéndole que se equivocaba», cuenta Stiller.

«Jerry y Anne dejaron atrás lugares muy oscuros, pero en su vida siempre intentaron buscar la luz», señala en la cinta el dramaturgo John Guare, colaborador y amigo de la familia. Fue así como Ben y Amy, decidieron crear Stiller y Meara: Nada está perdido. El documental (disponible en Apple TV+) empezó como un homenaje al dúo y acabó convirtiéndose en una terapéutica búsqueda personal para los hermanos. «Detrás del gag, detrás del chiste, ¿cuál es la verdad de esta historia?», pregunta él en un momento del metraje. «No lo sabemos, Ben, por eso estamos tan jodidos», replica Amy. Es lo que intentamos averiguar», replica ella.

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Cuestionando a papá. Ben y su esposa, la actriz Christine Taylor, con sus hijos, Ella y Quinn en 2021. Tanto Taylor como sus hijos han formado parte del documental, cuestionando a Stiller sobre sus propios recuerdos, emociones y sentimientos.

Es el resultado de un proceso que a Stiller le ha permitido hacer las paces con sus padres y, por encima de todo, consigo mismo. Él sigue ejerciendo como cómico de éxito (el año que viene estrena la cuarta entrega de la saga Los padres de ella), pero también ha retomado su faceta como director (iniciada en 1994 con Reality bites) con series tan sobrias como la distópica Severance, ganadora de un Emmy. Por el camino, además, ha creado una obra profunda y tierna sobre la familia, la memoria, el amor, la pérdida, la ambición y el arrepentimiento, ingredientes con los que sus padres y, luego él, han sido capaces de alimentar algunos de los momentos más memorables de la historia de la comedia.