
Cuando Wall Street descubrió tu barrio
Cuando Wall Street descubrió tu barrio
Viernes, 17 de Octubre 2025, 10:30h
Tiempo de lectura: 1 min
El 85 por ciento de los jóvenes españoles sigue viviendo en el hogar familiar. Y algo similar está pasando en Londres, París, Nueva York, Toronto, Sídney… «Nunca en la historia moderna había tanta gente viviendo de alquiler o con sus padres, en tantos países ricos a la vez, y por periodos tan prolongados», advierte Danny Dorling, profesor de Geografía Humana de la Universidad de Oxford. «El derecho de acceso a una vivienda propia ha desaparecido para la mayor parte de los menores de 30 años en Occidente». ¿Pero por qué? ¿Cuál es el diagnóstico?
«Una vez que tomas una perspectiva global y ves que esto está pasando en la mayoría de las ciudades del mundo, hay que sospechar que la carestía de la vivienda no solo se debe a las características de cada mercado o a las regulaciones locales», explica Gary Stevenson, exoperador en la City de Londres y con uno de los pódcast económicos más influyentes.
Hay una historia común a todas las latitudes. Esta historia empezó el día que Wall Street descubrió tu barrio. Y podemos titularla así: 'El gran saqueo'. Hay que remontarse a 2012, todavía con las ruinas humeantes de la crisis financiera. Mientras seis millones de familias estadounidenses perdían sus casas por ejecución hipotecaria, fondos de inversión como Blackstone las compraban por lotes. Urbanizaciones enteras de una tacada.
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Lleva 25 años trabajando en políticas para 'desatascar' el mercado inmobiliario. Es director general de Nasuvinsa, la empresa pública de vivienda de Navarra, y antes estuvo en el equipo de gobierno del País Vasco y en el Ayuntamiento de Barcelona. Ha publicado El problema de la vivienda. Cómo desactivar la bomba de relojería que amenaza con colapsar España (Arpa).
No era casualidad: los bancos centrales prácticamente regalaban dinero a los grandes inversores. Los fondos podían pedir prestados millones al 0,25 por ciento (¡incluso al 0 por ciento!), invertirlos en activos que rentaban el 4-6 por ciento, y embolsarse la diferencia tan ricamente. «Pero no se conformaron: la Bolsa sube y baja, querían bienes reales. Y se lanzaron masivamente a comprar propiedades…», cuenta Stevenson. Tampoco le hacen ascos a la especulación: criptomonedas, la locura actual de la IA... Todo alimentado por el mismo dinero barato que infla los pisos de tu vecindario.
No era casualidad: los bancos centrales prácticamente regalaban dinero a los grandes inversores. Los fondos podían pedir prestados millones al 0,25 por ciento (¡incluso al 0 por ciento!), invertirlos en activos que rentaban el 4-6 por ciento, y embolsarse la diferencia tan ricamente. «Pero no se conformaron: la Bolsa sube y baja, querían bienes reales. Y se lanzaron masivamente a comprar propiedades…», cuenta Stevenson. Tampoco le hacen ascos a la especulación: criptomonedas, la locura actual de la IA... Todo alimentado por el mismo dinero barato que infla los pisos de tu vecindario.
Entre 2012 y 2015, Blackstone compró más de 80.000 viviendas en Estados Unidos. En España, el guion se repitió al milímetro. Fondos como Goldman Sachs y Cerberus compraron más de 50.000 viviendas al Sareb (el llamado 'banco malo') y las cajas quebradas. Hoy, el conjunto de megatenedores acumula 300.000 viviendas, el 15 por ciento del mercado de alquiler. Y el omnipresente Blackstone es uno de los mayores propietarios privados no solo en nuestro país o en Norteamérica, también en Reino Unido, Alemania, Francia, la India… Como explica el historiador económico Adam Tooze, esta sincronización del acaparamiento cruza continentes: «La 'financiarización' global ha provocado que las burbujas de activos se exporten de un país a otro, como si respondieran a un mismo código genético».
Detengámonos en esta palabra: 'financiarización'. Es tan fea que no la recoge la RAE… Pero lo que significa es aún más feo. Los gobiernos y bancos centrales 'imprimieron' cantidades masivas de dinero como solución de emergencia para que no cayera la banca en 2008 y para que no se desplomara absolutamente todo durante la pandemia; y estos fondos cogieron esa avalancha de dinero creado de la nada y lo están convirtiendo en riqueza material a toda pastilla: inmuebles, lingotes de oro... Es dinero de curso legal, sí, pero que no está respaldado por nada tangible, solo por el deseo desesperado de los gobiernos de capear las sucesivas tormentas.
Las cifras son mareantes. En 2008 circulaban por el mundo unos 40 billones de dólares. Hoy son 123 billones. Un crecimiento del 200 por ciento en apenas 17 años. De ese incremento astronómico, 25 billones provienen directamente del dinero que se imprimió mediante las políticas de expansión cuantitativa. Es decir, 'billetes del Monopoly'. El resto incluye préstamos, el crecimiento de China, nuevos vehículos financieros, 'criptos'… Puede que tú hayas accedido a algún crédito personal o que tu empresa se beneficiara de una ayuda. Pero la inmensa mayoría de esa liquidez la han captado los grandes fondos.
Esta avalancha de dinero ha provocado la mayor redistribución de riqueza de la historia moderna. Pero solo por arriba y hacia arriba. El 0,1 por ciento más rico del planeta ha sido el gran ganador. Y no es casualidad: son grandes inversores y beneficiarios de estos fondos. Fíjate en lo más alto de la lista Forbes. A pesar de los vaivenes, siempre están los mismos. Cuando Jeff Bezos se divorció, tuvo que entregar la mitad de su fortuna a su esposa. Da igual: en apenas unos meses tenía más dinero que antes del divorcio.
Amancio Ortega, el hombre más rico de España, encarna perfectamente esta dinámica. Todo el mundo conoce Zara, pero muy pocos saben qué es Pontegadea. Este empresario ha construido una cartera inmobiliaria valorada en cerca de 19.000 millones de euros comprando metódica y discretamente en las mejores millas del planeta: oficinas en Londres, rascacielos en Nueva York y Miami, centros comerciales donde Apple y Primark le pagan rentas.
Pero no hablamos únicamente del 0,1 por ciento, esas 3000 personas en el mundo con más de mil millones de dólares. Hay otros 58 millones de personas que disponen al menos de un millón en cash. Viejas fortunas y nuevos ricos. Mexicanos, chinos, árabes y centroeuropeos dominan las transacciones de viviendas de lujo en España, donde los foráneos representan el 92 por ciento de las compras de entre 700.000 y 2 millones de euros. Y pagan a tocateja. Su dinero empuja al alza el precio de todo lo que no puedes comerte o ponerte.
En España, los ultrarricos son apenas 865 personas, pero hay 1,2 millones de millonarios… Y tú, si tienes una casa en propiedad, crees que algún día podrías ser uno de ellos. Pero no te percatas de que has caído en una trampa. «Los padres de clase media viven el espejismo perfecto: se sienten ricos porque su casa vale más que nunca, pero la única forma de materializar esa ganancia es vendiéndola, condenando a sus hijos a la exclusión. Y ni siquiera podrían entregarles la plusvalía, porque tendrán que dedicarla a complementar sus pensiones», explica Stevenson.
Pero también hay quienes esperan lo contrario: un crash de la burbuja para comprar barato. Pues que esperen sentados… Porque esta vez quien compra tiene mucho dinero. En 2008, el problema fue que se concedieron hipotecas a quien no iba a poder afrontarlas al menor contratiempo.
A la hora de buscar culpables, el villano favorito es Airbnb. Sin embargo, un estudio de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia concluye que el efecto de Airbnb influye en los centros históricos y distritos turísticos, pero es marginal en el conjunto del mercado.
El otro chivo expiatorio es sorprendente: si naciste en los años cincuenta, sesenta o setenta, ¡eres tú! Es la narrativa tóxica del edadismo, que ya enfrenta a las generaciones Y y Z contra los boomers, es decir, a los hijos contra sus padres. Como si sus progenitores lo hubieran tenido fácil… Richard V. Reeves, de la Brookings Institution, critica este enfoque: «La guerra generacional es útil a las élites porque no plantea la redistribución ni cuestiona la concentración patrimonial, pero lo que estamos viendo es un problema de clases dentro de cada generación».
Estamos ante uno de los cambios de paradigma que definen el siglo: la aparición de una sociedad global basada en la herencia. La división ya no es entre izquierda y derecha, sino entre propietarios e inquilinos. Que alguien herede un techo (o no) determinará nada menos que su destino.