
Viernes, 17 de Octubre 2025, 12:40h
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Dolor abdominal paralizante, sangrado severo, infecciones, infertilidad... Muchas de las mujeres y niñas que fueron sometidas a un plan secreto de anticoncepción forzosa entre los años sesenta y setenta en Groenlandia cuentan ahora su historia. Algunas de ellas tenían apenas 12 años cuando el Gobierno danés decidió implantarles un dispositivo intrauterino (o diu) diseñado para mujeres adultas que ya habían pasado por el parto.
«No puedo imaginar el dolor que sentirían al colocar eso en una pequeña cavidad. Además, el riesgo de sangrado e infección es mucho mayor en niñas», cuenta a la BBC la ginecóloga Aviaja Siegstad, quien en los años 2000 descubrió que muchas mujeres que no podían concebir llevaban insertado un diu sin saberlo. Según una investigación reciente, a unas 4500 mujeres —la mitad de la población fértil en Groenlandia en los años sesenta— se les implantó de manera secreta estos dispositivos. La población en la isla ártica había aumentado rápidamente en ese momento gracias a las mejoras en las condiciones de vida y al incremento de la atención médica, pero también debido a la cantidad de embarazos adolescentes. Y el Gobierno danés decidió intervenir para reducir costes sociales.
En ocho años de campaña, iniciada en 1966, la tasa de fertilidad se desplomó de 7 hijos por mujer a 2,3. Katrine Petersen es una de aquellas niñas que sufrieron esa intervención a la fuerza. Tenía 13 años cuando pasó por el hospital para interrumpir su embarazo, y los médicos le colocaron el diu sin comunicárselo. Era el año 1974 y durante dos décadas sufrió todo tipo de complicaciones. Nunca habló de ello, pero ahora confiesa que aquello la llevó a la depresión y a beber demasiado. Nunca pudo tener hijos. A menudo, las niñas fueron enviadas a hospitales bajo pretextos médicos rutinarios sin que ellas ni sus familias supieran que les pondrían un diu.
También ha narrado su experiencia uno de los ginecólogos daneses que llegaron a la isla en los setenta: «Muchas jóvenes tenían su primer hijo a los 15 o los 16 años. Es muy fácil verlo a posteriori, pero los médicos pensábamos que estábamos haciendo algo bueno», se ha justificado, aunque luego añadió: «Fue una estupidez terrible... Lo lamento».
A esta disculpa se ha sumado ahora la de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen. «Muchas de ustedes han luchado durante años para conseguir que se haga justicia, para que las escuchemos y asumamos la responsabilidad de lo sucedido, y eso es lo que estamos haciendo ahora: Dinamarca y Groenlandia juntos», declaraba Frederiksen en la ceremonia celebrada el mes pasado en Nuuk, capital de Groenlandia. Muchas mujeres sienten que la disculpa llega muy tarde y que falta una reparación efectiva: compensaciones.