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¿España vacía? Sarnago (Soria) Así se 'tecnorresucita' un pueblo

Nadie vive de forma permanente en Sarnago (Soria). Sin embargo, los que emigraron, sus hijos y sus nietos se han propuesto resucitarlo. Ingenieros, desarrolladores web, arquitectos..., todos vinculados al pueblo, se han puesto manos a la obra. Los visitamos con motivo del evento ‘Nextspain, España conectada’, que se celebrará en Valladolid el 25 de Mayo.

Por Carlos Manuel Sánchez | Fotografía: Carlos Carrión

Lunes, 23 de Mayo 2022

Tiempo de lectura: 5 min

Los modernos lo llaman 'coworking', pero aquí, en las Tierras Altas de Soria, donde nada se olvida ni se tira, le dicen 'hacendera'. Trabajo comunal. Todo el mundo a arrimar el hombro. Objetivo: 'tecnorresucitar' el pueblo. «Hay que ponerse las pilas», apremia José Mari Carrascosa, de 58 años, que ha juntado a tres generaciones casi a toque de corneta: la que emigró, sus hijos y sus nietos, convocados por WhatsApp.

Han ido llegando a Sarnago, el pueblo que se ha convertido en un símbolo de la resistencia de la España vacía, desde Pamplona, Tudela, Zaragoza, Soria... Han reabierto sus casas, las 24 viviendas rehabilitadas por sus dueños en un paisaje que, a vista de águila, es un páramo de asceta desde que en 1979 murió el último vecino, Aurelio Sáez, y el peso de la nieve que ya nadie quitaba derrumbó los tejados como un bombardeo lentísimo, pero no pudo tirar los gruesos muros de piedra.

Han oído el canto del cuco de buena mañana. Un buen augurio. Manda la primavera, ¡por fin! Una primavera después de dos años en blanco, sin fiestas en el calendario, en los que han vivido, como todos, agazapados como liebres, a resguardo de un virus que todavía sale a cazar seres humanos. Acojonados y ateridos.

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La zona wifi. En el edificio de piedra que albergó tanto la escuela como la taberna (que regentaba el marido de la maestra) hay una zona wifi, a la espera de que llegue la fibra.

Han venido con ganas de estrechar las manos de los amigos y de mancharse las manos de cemento, y de comer migas y leche frita. Sin mascarillas y sin miedo. Y van a trabajar gratis. A destajo. Compraron entre todos un solar en ruinas. Lo han desescombrado, con cuidado de guardar el material para emplearlo más adelante. Y ahora se han gastado en hormigón el presupuesto anual de la Asociación de Amigos de Sarnago, que no vecinos, pues nadie vive allí de manera permanente (todavía, aunque todo se andará).

Aquí al trabajo comunal, al 'coworking', lo llaman 'hacendera'. Y a ello se han puesto todos. A trabajar gratis y a destajo. Poniendo el dinero de su bolsillo

Y ahí están, poniendo los cimientos del futuro local social, que tendrá una planta de oficinas y un hostel para atraer a teletrabajadores de cualquier parte del mundo. Ofrecen paz a raudales y una conexión decente a Internet. No saben cómo ni cuándo ni con qué dinero van a terminar la obra. Están a la espera de que llegue el maná europeo de los Fondos Next Generation o de que una caja, una fundación o la divina providencia les eche una mano.

12.000 millones sobre la mesa

Sarnago es un acertijo. ¿Podrán la digitalización y las ayudas europeas impulsar de una vez a la España despoblada? Es una pregunta que, por el momento, nadie puede responder. A España le corresponden 140.000 millones de euros de los fondos Next Generation: 60.000 millones en subvenciones directas y 80.000 millones en préstamos. Pero habrá que ver cómo se reparten.

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En común. Tres generaciones participan en la cimentación del nuevo local social, que tendrá espacios de coworking y coliving para atraer a teletrabajadores.

Recuperación, resiliencia, prioridades ecológicas y digitales son los mantras. Y los destinatarios: autónomos, pymes, particulares, empresas, organizaciones de vecinos... Este año ya hay 12.000 millones sobre la mesa. Aunque no solo es una cuestión de dinero.

Se han confabulado una serie de circunstancias extraordinarias, casi una alineación de astros: la pandemia aceleró la implantación del teletrabajo y en otros países, como Francia, propició que jóvenes parejas de profesionales abandonasen París, Lyon y otras grandes ciudades y se estableciesen en el medio rural. También hay países que han reaccionado rápido para captar talento, casos de Portugal, Chequia, Finlandia, Noruega, Croacia... Los nómadas digitales son un bien preciado y se les ofrece visa y residencia.

«Es arquitectura de kilómetro cero, aprovechando los materiales de la zona», explica Marcos Carrascosa, el director de la obra. Cada mejora cuenta: farolas, fosas sépticas...

En cuanto a España, una generación de jóvenes, la mejor preparada de la historia, todavía está buscando su lugar en el mundo y en el mercado laboral. Y Sarnago no es una excepción. Ahí están Mikel Ramos, de 24 años, ingeniero electrónico; Marcos Carrascosa, 26, arquitecto; Alejandro Salvatierra, 19, estudiante de FP; Imanol Artazcoz, 21, desarrollador web; y Andrea Martínez, 21, estudiante del Grado de Biotecnología, que quiere dedicarse a la investigación contra el cáncer.

Por ellos no va a quedar, desde luego. Se reparten picos, palas, carretillas... No han vivido aquí, excepto algunas vacaciones de verano, pero se plantean, por primera vez, hacer de este lugar un hogar donde pasar largas temporadas trabajando o descansando, incluso echar raíces, aunque no sea la prioridad para una generación acostumbrada a moverse: becas Erasmus, vuelos low cost... Durante el confinamiento, una pareja se instaló en el pueblo y abrió una tienda on-line. Venían de Australia. Ya hay precedente.

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Visitas que inspiran. Después de la faena, todos se juntan para comer una paella en la plaza del pueblo, con vistas al valle de Oncala, en las Tierras Altas de Soria, cuyos atardeceres inspiraron al novelista Julio Llamazares.

Tampoco se ha querido perder la hacendera Priscilo Ramos, de 94 años, el más veterano, que no pierde ripio y charla con todos. Tiene la memoria clarísima. «Soy hombre de muchos oficios. Fui pastor y labrador y, cuando emigré a Pamplona en los años sesenta, me hice electricista, operador de cine en una sala de arte y ensayo, monté y reparé radios de válvulas e incluso fabriqué mi propio televisor –cuenta–. También fui juez de paz y luché para recuperar el tendido eléctrico en el pueblo».

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Que vuelva la vida. Priscilo Ramos, de 94 años, es el más veterano de los que emigraron. Ahora, los jóvenes colaboran para darle nueva vida a Sarnago. De derecha a izquierda: Andrea (investigadora), Marcos (arquitecto), Mikel (ingeniero), Imanol (diseñador web) y Alejandro (estudiante).

La ansiada fibra óptica

El proyecto está codiseñado por cuatro arquitectos, todos vinculados al pueblo. Marcos Carrascosa ejerce de director de obra, pero también hace tareas de albañil: «Es arquitectura de kilómetro cero, aprovechando los materiales de la zona: piedras, madera...», explica. Mientras se construye el local social, han habilitado una zona wifi con mesas para coworking en el edificio de las viejas escuelas, que, además, fue colmado, taberna, secadero de jamones... Y ahora es museo etnográfico y sede de la asociación. Y aspiran a que, con los fondos europeos, llegue la ansiada fibra óptica. Cada mejora cuenta. Cada farola, cada fosa séptica, el asfaltado de la única carretera que sube hasta el pueblo... Junto a lo que queda de la iglesia (que no pueden restaurar porque el Obispado no da permiso) están poniendo un columpio, un tobogán y otros elementos de un parque infantil que el vecino Ayuntamiento de San Pedro Manrique iba a tirar.

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Tradición y tecnología.Priscilo Ramos, que de niño fue pastor, aprendió a reparar radios de válvulas por correspondencia y se fabricó su propio televisor. Hoy lleva un reloj de teleasistencia.

Después de la faena se comparte paella y conversación. Jesús Catalán, con chapela, padece las secuelas de una COVID persistente. «En Pamplona no puedo apenas andar, me mareo, me caí al suelo en la calle... Pero aquí revivo y trabajo como el que más», cuenta. Luego recogen, limpian, clasifican la basura (hay dos composteras: una para las mondas de fruta y otra para el resto de los desperdicios orgánicos), cierran sus casas y se van... Próxima cita: la fiesta de las Móndidas.

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