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Desayuno de domingo con... César Portela: «A católicos y musulmanes no les gustó mi idea de un cementerio en común»

Pontevedra, 1937. Estudié Arquitectura en Barcelona y Madrid, donde me doctoré. En 1999, me concedieron el Premio Nacional de Arquitectura y hace muy poco, con 86 años, la Medalla de Oro.

Viernes, 14 de Julio 2023, 08:15h

Tiempo de lectura: 2 min

XLSemanal. Usted no conjuga el verbo 'jubilarse'.

César Portela. Mi padre decía que el que no sirve para otra cosa tiene que trabajar hasta que se muera.



XL. Eso de que no sirve para otra cosa…

C.P. Es una manera de justificar que solo hago lo que me gusta. 

«Mi hermana tiene una casa en la playa de Areas y ya le he dicho que solo puedo ir hasta allí de noche, para no ver todos los disparates que se han hecho en el camino de Pontevedra a Sangenjo»

XL. Su primer trabajo, la casa del párroco de Marín, no lo cobró. El segundo, un conjunto de viviendas para los gitanos de Campañó (Poio), tampoco.

C.P. El de los gitanos, unos tíos muy simpáticos, fue seleccionado para una exposición itinerante, pero hubo mucho lío con ese proyecto social porque pedí que los propios gitanos trabajaran en la construcción y se apuntaron todos los niños para no ir a la escuela [risas]. 

XL. Ha tenido ofertas internacionales importantísimas, pero no le sacan de Pontevedra ni con agua hirviendo.

C.P. Porque nací aquí, mis amigos están aquí y me gusta mucho el mar. A punto de terminar la carrera en Madrid, miraba el lago de la Casa de Campo y veía barcos en la ría de Pontevedra: me daba igual aprobar o suspender, solo quería volver. Hasta me ofrecieron un buen trabajo en Madrid y lo rechacé.

XL. Y ahora, cuando mira su querida ría, ¿está encantado o se pega un tiro?

C.P. Pues, mira, mi hermana tiene una casa, que era de mis padres, en la playa de Areas y ya le he dicho que solo puedo ir a su casa de noche, para no ver todos los disparates que se han hecho en el camino de Pontevedra a Sangenjo, precisamente para no pegarme un tiro. El litoral está destruido. Es una tragedia.

XL. Dice que cuando se mira al espejo está orgulloso de no sentir vergüenza.

C.P. Es verdad. Para dormir tranquilo, he renunciado a muchos encargos importantes que me han hecho. Es muy importante juzgar a los arquitectos no solo por lo que hacen, sino también por lo que se niegan a hacer.

XL. A lo mejor por eso le han concedido la Medalla de Oro: un arquitecto con ética.

C.P. Pues a lo mejor, es muy posible que lo hayan tenido en cuenta [sonríe].

XL. Cuénteme por qué el cementerio de Fisterra está vacío tras veinte años si fue un proyecto muy elogiado.

C.P. No tiene ni muertos ni muros. Yo quería que sus muros fueran la montaña, el mar y el cielo; y que en él se pudieran enterrar católicos y musulmanes, para que todo el mundo se sintiera en su casa, aunque estuviera muerto. Y este es el motivo por el que no se ha puesto en funcionamiento. No les gustó la idea de estar juntos unos y otros después de muertos.


«Si estoy en España, un café con leche con un par de churros, un kiwi, o una manzana, y un plátano. Fuera, si no hay churros, me adapto a la bollería que haya».