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Javier Sádaba Filósofo 'El amor es un regalo de los dioses'

Ha cumplido 81 años, ha sufrido un cáncer, ha perdido a su esposa... pero el filósofo que agitó la Transición sigue en activo y más batallador que nunca. De duelos, de filosofía y de amores inesperados hablamos con él en su casa de Madrid.

Por Fátima Uribarri | Fotografía: Carlos Carrión

Sábado, 16 de Abril 2022

Tiempo de lectura: 8 min

Disfruta conversando de ética, amor, política, filosofía y de lo que se tercie. Y lo hace con franqueza y generosidad. Durante la Transición fue un agitador muy activo y a los 81 años sigue en la brecha, aunque de un modo más pausado. Su último libro es Una ética para el siglo XXI (Tecnos), donde reflexiona con agudeza y mete el dedo en el ojo a los poderes, «sigo siendo rojo, anarcoide y digo lo que me parece», confiesa. Nos recibe en su casa.

XLSemanal. Ha estado muchos años en todas las salsas y ahora está desaparecido.

Javier Sádaba. Es verdad a medias. Me hago mayor y en los años de la Transición hubo una generación que nos llamábamos 'los filósofos jóvenes', que estábamos mucho en los medios de comunicación; en mi caso, muchísimo. Y no ha habido relevo.

XL. ¿Sigue activo?

J.S. No como antes, estoy fuera de los focos porque ha cambiado todo: nosotros y el país. Además, políticamente yo me he mantenido en una línea más anarcoide, más de hacer y decir lo que me da la gana, de no estar en ninguna tribu y eso te da buenos amigos, pero te quedas fuera de los círculos oficiales.

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Una fórmula de la felicidad. «La filosofía es muy útil», proclama Javier Sádaba, él no podría vivir sin ella. Ha sido catedrático de Ética en la Universidad Autónoma de Madrid y profesor en Columbia, Tubinga, Oxford y Cambridge. Ha escrito libros sobre inteligencia artificial, bioética, la vida cotidiana... y ha ideado una fórmula de la felicidad.

XL. Su último libro es de 2020.

J.S. En dos años, me pasan varias cosas: unos problemas de próstata, que tuvieron que radiarme, eso me hizo estar en el dique seco un tiempo. La segunda cosa es que me enamoré. Yo estaba viudo: murió mi queridísima mujer, Elena. Estuve cinco años pensando que no vería ni de lejos a una mujer, pero apareció Ana.

XL. ¿El enamoramiento es fundamental para la felicidad?

J.S. El amor es necesario en la vida; yo distingo entre vida y felicidad. El enamoramiento está lleno de placeres y de sufrimiento. Todo lo importante tiene las dos caras: te exalta, te sublimas... y te puedes pegar una torta tremenda. Las emociones se alborotan y pueden ser tremendamente bruscas, impertinentes e inoportunas.

XL. ¿Es necesario vivir un gran amor?

J.S. Yo invitaría a todo el mundo a que lo hiciera. Cosa distinta es si te va mal con tu pareja, algo que a mí no me ha ocurrido, en eso estoy virgen.

'Elena murió de melanoma, fue un año y medio terrible. Me preguntaba: '¿Para qué han servido todos los libros que he escrito?'. Para nada, el dolor es mayor'

XL. ¿No ha tenido mal de amores?

J.S. Sí, con Elena, mi mujer, pero muy poco. Ha sido un matrimonio modélico en muchos aspectos. Ha habido desencuentros, claro. Han sido 42 años, donde los mejores fueron los últimos 15... También es verdad que veníamos de una situación en la que yo había dado un salto de cama que no estuvo especialmente bien. Lo que no me ha pasado es desenamorarme.

XL. Le interesa mucho el amor.

J.S. Me importa mucho el amor a la humanidad. También está el amor a los amigos. Hasta que he conocido a Ana yo decía, igual que Aristóteles, que lo más importante en la vida son los amigos. Ahora no, ahora Ana está por encima de cualquier amigo. Ha sido inesperado, como un regalo de los dioses.

XL. Hay etapas en el amor.

J.S. Está el amor pasión o amor de enamorados, que le tiemblan a uno las piernas; el amor, como diría Spinoza, titilatio animi, 'cosquilleo del alma'. Yo ahí distinguiría muchas etapas. Una es el fogonazo: yo no lo he tenido ese, pero por lo que deduzco es como el Dios de la Biblia, te roba. Pero si pasa cierto tiempo se desvanece la nebulosa, entonces lo dejas o sigues. Para mí, ese es el amor trenzado, donde conoces a la otra persona, intercambias, te unes, ves que hay problemas técnicos, que hay que cultivarlo todos los días. Como decía Stendhal, «el amor es una flor que crece junto al abismo»; una vez que estás en esa senda de amor fuerte, tienes que cultivarlo.

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Toda una vida juntos. Javier Sádaba y Elena Rodríguez estuvieron casados 42 años y fueron padres de Ígor (en la foto). Elena murió de cáncer. «Fue terrible. Sufrí mucha ansiedad. Pero, si echo la vista atrás, me ha servido ese duelo», confiesa Sádaba.

XL. ¿Qué es la vida buena?

J.S. Consiste, por una parte, en tener todos los placeres que te pueden dar la naturaleza y la sociedad: el vino, la buena mesa, la música, la amistad… Todos los placeres posibles siempre y cuando no hagas daño a terceros, eso siempre por delante. Y después otro aspecto que es enormemente humano y que para mí lo hace el núcleo de la moral: la satisfacción de conciencia por hacer aquello que crees que tienes que hacer. Cuando cubres las dos cosas, los placeres y aquello que tú tienes que hacer, entonces uno es feliz.

XL. Se escribe mucho sobre la felicidad.

J.S. La de bobadas que se pueden oír decir sobre ella. Están vendiendo cantidad de comidas de coco con la palabra 'felicidad'. La etimología es interesante. En el indoeuropeo hay el morfema 'fe', y esa 'fe' es fecundidad, femenino... y siempre es crecer. Las etimologías no dan el significado, pero lo apuntan. La felicidad tiene que ser crecer. Y sobre su significado la definición que yo defiendo es la que he dicho que conjuga los gozos y placeres, intelectuales y materiales, y conciencia satisfecha. Y añado que esa conciencia satisfecha sea universal, que lo que vale para mí valga para todos. Yo tengo un ideal de vida buena, no todo el mundo lo tiene, trataré de convencerlos.

XL. ¿Es feliz?

J.S. Lo que más placer me ha dado –aparte de los afectos y la música– ha sido la filosofía: no podría vivir sin ella. Y mira que hay cosas que me dan felicidad. Me habría gustado ser tantas cosas... director de orquesta, haber jugado en el Athletic, pero más que eso está la filosofía. Luego, como profesión se puede ejercer bien o mal, yo creo que se ejerce mal.

'La vida buena consiste en tener todos los placeres, siempre que no dañesa nadie, y la satisfacción de conciencia por hacer lo correcto'

XL. La han querido sacar de los planes de estudios y hay quienes piensan que es inútil. 

J.S. Eso lo dice alguien que no se ha enterado; es como si yo hablo de pelícanos, de los que no sé nada. He sido catedrático 35 años, alguna experiencia tengo. Alguien que hubiera estudiado filosofía encontraba trabajo antes que otros muchos.

XL. ¿Y eso?

J.S. Porque sabía de lógica, de matemáticas, de informática, de arte... Si hablamos de utilidad en el sentido de ser más feliz, pues te hace mucho más feliz porque te hace pensar, y gozar con el pensamiento es uno de los mayores gozos. Te permite enseñar deleitando; deleitar enseñando; estar en estado de aprender; abrirte a mundos distintos; tener una capacidad intercultural; entender mejor los idiomas; enriquecimiento cultural. Eso lo da la filosofía. A mí me parece utilísimo.

XL. ¿También mejora la vida cotidiana?

J.S. Hace años publiqué un libro, Saber vivir, que a mí me parecía malo, pero tuvo un éxito tremendo. Yo decía que no hay más que vida cotidiana porque la vida heroica es muy rara. No hay que olvidarse nunca de la vida cotidiana.

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El amor inesperado. Ana es su nueva pareja. «Hasta que la he conocido yo decía, igual que Aristóteles, que lo más importante en la vida son los amigos. Ahora no, ahora Ana está por encima de cualquier amigo. Ha sido inesperado, como un regalo de los dioses», cuenta Javier Sádaba.

XL. ¿La filosofía lo ha ayudado en el duelo por Elena?

J.S. Elena murió de un melanoma, fue un año y medio terrible, tuve muchos problemas de ansiedad. Me preguntaba: «¿Para qué me han servido todos los libros que he escrito?». Para nada, el dolor es mayor. Pero ahora, si echo la vista atrás, creo que me sirvió para ver que la vida no acaba ahí, que uno puede rehacer cosas.

XL. ¿Qué aconseja a los demás para sobrellevar un duelo?

J.S. Le diría a todo el mundo aquello que decía Machado: «Hoy es siempre todavía», uno siempre puede hacer cosas distintas.

XL. Menuda racha de malas noticias llevamos. Creíamos que la paz era lo normal.

J.S. Creo que estamos en un final de ciclo. El desarrollo de las tecnologías nos está cambiando, no ya las cosas, sino a nosotros.

' La filosofía te ayuda a ser feliz porque te hace pensar, y gozar con el pensamiento es uno de los mayores gozos'

XL. ¿En qué sentido?

J.S. En que estamos midiéndonos con los robots y dando lugar a un tipo de vida que poco tiene que ver con lo de antes. Hablo del cambio supuestamente de especie.

XL. ¿Cambio de especie?

J.S. Hablo del transhumanismo y poshumanismo: la fusión de cuerpo y máquina. Algunos dicen que podríamos volcar la mente en una máquina.

XL. ¿Podríamos?

J.S. El transhumanismo se está desarrollando de una manera espectacular. Siempre en manos de las grandes empresas, eso sí; que los bienes, si vienen, serán para pocos. Yo deseo que los bienes sean para todos. No quiero que estén en manos de cuatro o cinco. Ha habido una evolución: estaban los primates y luego vinimos nosotros, ¿qué vendrá después? Yo diría que esos seres serían morales o éticos si mantuvieran dos cosas: libertad e igualdad.

'La objeción que pongo a una hipotética inteligencia artificial es si puede sentir. Yo lo dudo. Hay un tinte en el sentimiento humano que veo muy difícil que se duplique'

XL. ¿Libertad e igualdad son esenciales para que algo sea humano?

J.S. Para que algo sea ético y probablemente para que sea humano. Si no hubiera esa igualdad, habría individuos de primera y de segunda división, lo cual ya no sería para mí la humanidad, por lo menos la deseada.

XL. ¿Ese cambio interviene sobre los afectos?

J.S. Evidentemente. La objeción que pongo a una hipotética inteligencia artificial es si puede sentir. Yo lo dudo. Hay un tinte en el sentimiento humano que veo muy difícil que se duplique. La sociedad no es que sea líquida; como decía Zygmunt Bauman, es gaseosa. Entenderse ahora aparentemente es más fácil, pero es mucho más difícil; hay mucha más información, pero menos cultura. Es el fin de algo que yo viví, las palabras ya no significan lo de antes.

Etiquetas: Filósofos