La poderosa primera dama
La poderosa primera dama
Martes, 05 de Septiembre 2023
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No le importa nada lo que la gente piense de ella. Hace lo que quiere. Lo mismo que Trump rompió todos los esquemas de la Presidencia, Melania hizo lo mismo con el cargo de primera dama», escribe la periodista de CNN Kate Bennett en Free, Melania, uno de los libros publicados en Estados Unidos sobre la primera dama. Todos llegan a conclusiones similares: que es mucho más influyente (e inteligente) de lo que traslada su caricatura pública.
También que es completamente inmune a todo lo que se diga de ella. Y que le gusta cultivar el misterio. «Lo hace a propósito. Su marca es ser misteriosa. Lo mismo que la marca de su marido es no callarse nunca. Para él no existe un exceso de publicidad. Al fin y al cabo se hizo un nombre poniéndole Trump a todo: edificios, revistas… La marca Melania, en cambio, es ser la persona desconocida más reconocible del mundo», resume Mary Jordan en The art of her deal.
El libro de Bennett, además de recoger un jugoso anecdotario (los Trump no solo duermen en habitaciones separadas, sino que ya en la Casa Blanca ocupaban pisos diferentes, aporta algunas teorías jugosas. «Las casualidades no existen en el mundo de Melania Trump […]. Tengo la teoría de que, cuando los Trump no están a buenas entre ellos, Melania usa ropa de hombre. Es sabido que al presidente le gustan las mujeres con vestidos ajustados, cortos, femeninos y ultrasensuales», escribe Bennett.
Sobre las dinámicas afectivas del matrimonio, Bennett retrata a una mujer radicalmente independiente. «Nunca ha necesitado a nadie. Compañía, romanticismo, amor… Ninguna de estas cosas ha estado jamás en lo más alto de su lista de prioridades». Pero su relato describe, sobre todo, a una mujer tremendamente influyente: «Puede que sea la persona con más poder e influencia sobre el presidente de toda la Casa Blanca». Según Bennett, sus discusiones telefónicas sobre asuntos políticos son frecuentes y acaloradas y a ella se le atribuye, por ejemplo, el despido fulminante de la asesora de Seguridad Nacional Mira Ricardel, con la que tuvo una fuerte discusión durante un viaje en avión a África en 2018.
A la misma conclusión llega la periodista del Washington Post (y premio Pulitzer) Mary Jordan, que entrevistó a más de 120 personas del entorno de la primera dama para su libro. Según Jordan, es habitual que Trump les diga a sus colaboradores: «Melania opina esto, tú qué piensas?». Sean Spicer, primer director de comunicación de Trump en la Casa Blanca, explica así la dinámica entre ellos. «Aunque prefiere hacerlo entre bambalinas, Melania es increíblemente influyente. No es de las que dicen: ‘Contrata a este, despide al otro’.
Pero se asegura de que Trump sepa lo que piensa y él se toma su visión muy en serio y, al final, tiende a estar de acuerdo con ella». Según Jordan, su secreto reside en que «mientras él cree que todos los demás tienen sus propios intereses y agenda, Melania no la tiene». Menos preocupada por las políticas concretas de su marido y más concentrada en «posicionarla frente a su audiencia», también se ganó cierta reputación en la Casa Blanca. «La gente que se enfrenta a ella asume un riesgo. Y ese riesgo es que te corten la cabeza. Y no bromeo», le confiesa un miembro de la Administración Trump a la periodista.
La periodista destapa, además, una exclusiva que, en retrospectiva, explica muchas cosas. Tal y como afirma Jordan, cuando Melania permaneció varios meses en Nueva York demorando su traslado a la Casa Blanca, en realidad estaba renegociando un acuerdo prematrimonial más generoso para ella y su hijo, Barron. «Escogió bien el momento. Mientras estuviera en Nueva York, tenía ventaja. Que la oficina de la primera dama estuviera vacante molestaba al presidente. Quería que estuviera con él».
El círculo íntimo de asesores de Trump, pero también sus hijos, intentaron presionarla. «A su alrededor, Trump estaba más tranquilo. Creían que, si ella estaba allí, dejaría de tuitear y actuar de manera impulsiva». Finalmente, cinco meses después, Melania se mudó a Washington y lo hizo con un nuevo contrato bajo el brazo.
El libro también entierra varias leyendas sobre ella. Como la que afirma que nunca quiso esta vida. «Ella fue la que le dijo: ‘Donald, deja de hablar de aspirar a la Presidencia y, si vas a hacerlo, hazlo. Y, si no vas a hacerlo, deja de decirlo porque se está volviendo cansino. Y, si decides presentarte, vas a ganar», le contó Roger Stone, exasesor y amigo personal de Trump, a Jordan. De hecho, cuando el vídeo de Access Hollywood -en el que Trump presumía de coger a las mujeres «por el coño»- salió a la luz poco antes de las elecciones de 2016, Melania le dijo a su marido: «Ahora puede que pierdas. Podrías haber arruinado esto para nosotros».
Entonces tuvo el botón nuclear de la campaña a su alcance («si Melania se iba, todo había terminado», le confesó uno de sus asesores a Jordan), pero decidió salvar los platos y hacer público un comunicado en el que explicaba que había perdonado a su marido. En el capítulo de chascarrillos, Jordan aclara que Melania no habla cinco idiomas (como se ha repetido hasta la saciedad), que con sus padres y su hijo se comunica en esloveno (y que eso le permite explayarse ante el servicio sin que nadie los entienda) y que suele aconsejar a su marido sobre cómo posar para las fotos.
La particularidad de Melania and Me reside en que está escrito por Stephanie Winston Wolkoff, examiga íntima y antigua asesora personal de la primera dama. Organizadora de eventos en Nueva York (donde fue productora de la gala del MET y trabajó para Anna Wintour en Vogue), formaba parte del pequeño círculo íntimo de Melania en Nueva York: comían juntas todas las semanas, asistían a fiestas benéficas y se intercambiaban mensajes plagados de emojis. Wolkoff fue una de las organizadoras de la toma de posesión de Trump en 2016, pero el astronómico coste de la ceremonia hizo rodar su cabeza de turco un año después de aceptar el puesto.
«Quiero tanques y helicópteros. Que parezca Corea del Norte», le dijo el magnate sobre el tipo de evento con el que fantaseaba. Su relación con Melania tampoco sobrevivió. Quizá por eso Wolkoff se cobra el finiquito con un libro en el que retrata a una primera dama de carácter fuerte cuyo mantra es toda una declaración de intenciones: «Agradar a los demás no es mi prioridad». La exasesora también describe las dinámicas de un matrimonio profundamente disfuncional. Según Wolkoff, cada vez que las supuestas infidelidades del presidente eran noticia en los medios, Melania contestaba despreocupada: «Ya sé con quién me casé».
Algunos de los pasajes más jugosos de los tres libros publicados recientemente sobre la primera dama son aquellos que diseccionan la complicada relación entre Melania e Ivanka Trump. La periodista Mary Jordan revela en su libro que la primera dama suele burlarse de la hija del presidente llamándola ‘la princesa’, mientras Ivanka se refiere a su madrastra como ‘el retrato’, porque cuando su padre se casó con ella hablaba menos que un cuadro.
Pero su mala relación va mucho más allá de los apodos envenenados. Según Jordan, cuando los Trump aterrizaron en la Casa Blanca, Ivanka quiso ocupar el espacio que tradicionalmente ha correspondido a la primera dama. De hecho, llegó a sugerir que la oficina de la primera dama pasara a llamarse la ‘oficina de la primera familia’, algo a lo que Melania se negó en rotundo. Wolkoff abunda en ese enfrentamiento en su libro y cuenta que, si la hija del presidente vestía de un diseñador para un evento, este iba directamente a la lista negra de la primera dama, quien llegó a referirse a ella y a su marido, Jared Kushner, como ‘las serpientes’.
Wolkoff cuenta también que ella y Trump orquestaron conjuntamente la llamada ‘operación bloquear a Ivanka’ durante la toma de posesión de Donald Trump en 2016. El objetivo era restarle protagonismo reorganizando la ubicación de los miembros de la familia y estudiando los ángulos de las cámaras para que Ivanka no tuviera una presencia central en los momentos más icónicos (y fotografiados) de aquella jornada.