
La mujer es el paciente mayoritario de este tipo de procedimientos, que cada vez ponen más el foco en apostar por la prevención
18 mar 2025 . Actualizado a las 17:37 h.La mitad de la población española se ha realizado un tratamiento de medicina estética, según la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), una amplia horquilla que va desde inyectables como los neuromoduladores, hasta la mesoterapia. Si se tomase una fotografía en una consulta, siete usuarias serían mujeres, mientras que solo tres, hombres. Pese a que la presencia de la población masculina está creciendo entre los que la usan, la femenina gana por goleada. Los tratamientos de esta especialidad están ampliamente aceptados entre las mujeres y, desde la pandemia, el espectro de edad de la paciente abarca, cada vez, más.
Por edades, el grupo mayoritario del total siguen siendo las mayores de 45 años, que suponen el 38 %, cifra que se reduce al 20 % en los de 16 a 25; y al 21 % tanto en el margen que abarca de los 25 a los 34, como de los 35 a 45. Eso sí, la demanda ha crecido en las mayores y menores.
Una diferencia que no solo se produce en cuántos pacientes recurren a estos procedimientos, sino también en lo que demandan, las zonas que desean mejorar y el manejo de expectativas. Tal y como explican los expertos consultados, los años no solo cambian la vela de la tarta, sino también las tendencias de belleza.
Hacer una división edad por edad es complicado, pero existen líneas generales según la etapa vital. No busca lo mismo una mujer que acaba de estrenarse en su veintena, que otra que acaba de cumplir los sesenta.
Labios y aspecto de la piel, la demanda de los 20
Los expertos consultados coinciden al apuntar que el aspecto de la piel es el principal motivo de consulta en la adolescencia tardía y el adulto en su veintena. «El joven está más preocupado por la calidad de la piel y sus imperfecciones», reconoce el doctor Sergio Fernández, vicepresidente de la SEME, que añade: «Nos encontramos con pieles, sobre todo en la mujer, donde hay muchas fluctuaciones hormonales y eso puede hacer que sea mucho más grasa». Un cutis más sensible, más irritado y con patologías como el acné o la rosácea, con solución en tratamientos como «peelings o láseres fraccionados, que mejoran la textura de la piel», indica el especialista.
Pese al beneficio de este tipo de abordajes, la doctora Bárbara Carriedo, miembro de la SEME, llama a ser prudentes, especialmente, con los pacientes más jóvenes. «Desde el sector de la medicina estética siempre hay que intentar no ser agresivos y tener un poco de filtro. Tal vez una adolescente se ve mal porque tiene granos y puntos negros, pero en lugar de un tratamiento, basta con pautar una limpieza suave y un poco de ácido azelaico», comenta.
El trabajo de labios, una tendencia asentada
En los últimos tiempos, y con un claro predominio de la mujer, los médicos estéticos también se encuentran con jóvenes que demandan un ideal que ven en redes sociales. Una belleza en la que destaca el relleno de labios con ácido hialurónico. «A estas edades sí que prefieren un labio más marcado, más voluminoso, quieren ir un poco más allá de la naturalidad», dice el vicepresidente de la entidad, quien reconoce que esta tendencia no es tan frecuente en etapas de la vida posteriores: «A edades más avanzadas, si se trabaja el labio, la mujer pide un resultado menos llamativo».
Llegados los treinta
El canon estético, y con ello la demanda de procedimientos, cambia ligeramente llegados los treinta y los cuarenta. El doctor Fernández prefiere dividir las preferencias en dos grupos. Por un lado, aquellos que se estrenan en la treintena: «Suelen ser pacientes preocupados por retardar, lo posible, el envejecimiento», indica. Para ello, se utilizan tecnologías o productos que se relacionen con la estimulación del colágeno o la elastina, «con la idea de mantener la firmeza de la piel», comenta.
Esto tiene su sentido. Con el paso del tiempo, el número de fibras de colágeno, una proteína responsable del soporte, la densidad y la fimerza de la piel, así como de la elastina, que se encarga de aportar flexibilidad, se reducen. En la adultez, además, la reparación de los tejidos se hace menos eficiente. Todo ello provoca que el aspecto de la piel y del rostro vayan cambiando. Según el doctor Fernández, las preocupaciones no se centran tanto en las arrugas a estas edades, «dicen que forman parte de su expresión, que son su huella de la vida»; sino en la pérdida de elasticidad que provoca un efecto de flacidez. «Como es lógico, saben que van a envejecer, pero quieren hacerlo de la mejor manera posible», indica el vicepresidente de la SEME.
Precisamente, en esta etapa y en función de cada persona, también se habla de tratamientos preventivos, como el baby botox. Algo que nada tiene que ver con tendencias vistas en el pasado. «Durante años ha habido un exceso de rellenos dérmicos tanto en el tercio medio, como en los labios, porque se puso de moda», detalla Carriedo. Un problema al que se le puso una etiqueta: la pillow face o cara de almohada, en español.
Para Carriedo, parte del origen del problema es que no se tuvo en cuenta que algunos tipos de ácido hialurónico puedan provocar reticulación y, con ello, haya un remanente de residuo. «La gente se ponía rellenos dérmicos a edades muy tempranas, mal colocados y, generalmente, cuando no era necesario», explica la médico estética, quien celebra que en la actualidad se apueste por una médicina estética con un carácter más preventivo.
La doctora Josefina Naveiras, secretaria de la Asociación de Medicina Estética de Galicia, explica que este tipo de intervenciones preventivas se suelen realizar en el tercio superior facial, «el entrecejo, la frente o las patas de gallo», para que posteriormente se pueda seguir con un mantenimiento.
En la misma línea, también se pone sobre la mesa la posibilidad de hacer una prevención activa del músculo, lo cual produce una mayor tonicidad. «Esto hace que se mantenga la estructura del rostro porque estamos trabajando la musculatura, que era la gran olvidada», comenta el doctor Fernández. Algo que se consigue con tecnología como las ondas IFES, que contraen la musculatura.
A partir de los 40
En torno a los 40, se marcan las primeras arrugas, «o dependiendo del fototipo de la persona, puede haber un tono poco uniforme». En este contexto, las pacientes demandan los inductores de colágeno, «que potencina la actividad del fibroblasto de las células para que ellas mismas fabriquen un poco más y la piel se ve algo más rejuvenecida», precisa.
Las arrugas, que antes asomaban, ahora se convierten en estáticas y se asientan: «En una mujer de 40 años que no haya utilizado antes neuromoduladores, ya es probable que tenga líneas de expresión en la zona periorbicular», señala Carriedo. En ellas el uso de bótox puede hacer que desaparezcan. Eso sí, en este caso ya no se aplica de forma preventiva.
Además, en el tercio medio o en el pómulo se empieza a hacer más evidente la pérdida de volumen facial: «Se reduce el soporte graso y empiezan una reabsorción ósea», señala la doctora Naveiras. Para contrarrestarlo, «se intentar recuperar esos volúmenes con ácido hialurónico para que nos den un aspecto más joven», comenta. De nuevo, sigue teniendo demanda los tratamientos para la flacidez, «que ya empieza a ser más acentuada», incluso con hilos tensores.
A partir de los cincuenta
Según aparecen las necesidades, los tratamientos se pueden ir sumando unos a otros. Y, a todas las posibilidades anteriores, en la menopausia, las pacientes demandan soluciones para las manchas en la piel que aparecen como consecuencia de la exposición solar. «Nos encontramos con pacientes más maduras que han estado expuestas al sol mucho tiempo y esto, al final, deja una memoria en la piel que se hace más evidente cuando estamos envejeciendo», precisa. Para este grupo, el uso de fuentes de luz como el IPL es una opción válida.
A la par que los resultados, los médicos estéticos también deben manejar las expectativas de los pacientes o, incluso, asegurarse de que no haya ninguna contraindicación. La doctora Bárbara Carriedo pone el acento en el perfil psicológico de cada persona, especialmente, en chicas jóvenes. «No tienen la madurez emocional suficiente y puede haber problemas de autoestima, de que crean que lo que ven en redes sociales es real y no lo sean, pero quieran parecerse a ello», cuenta.
Por ello, insiste en la importancia de tener ojo avizor con el estado anímico y psicológico de los pacientes. «Hay condiciones que, para mí, contraindican un procedimiento como es la dismorfia corporal o facial», detalla. Sujetos «muy demandantes» que siempre encuentran algo que mejorar.
Alguien de 20 no busca lo mismo que alguien de 50: así son los ideales de belleza
Los profesionales de medicina estética reconocen que, según la etapa vital de la mujer, se busca un ideal de belleza diferente. Por ejemplo, en las mujeres más jóvenes se demanda un trabajo de labios, que en el pasado también ha seguido modas. En concreto, los labios rusos, una tendencia muy voluminosa que se conseguía con infiltraciones de ácido hialurónico.
Tendencias con las que Carriedo no está de acuerdo: «No dejan de ser modas que pueden tener efectos secundarios», cuenta. Si bien este producto va desapareciendo progresivamente con el paso del tiempo —el cuerpo lo metaboliza—, su degradación no es uniforme en el lugar empleado. «Eso puede hacer que queden asimetrías que haya que ir corrigiendo. Por eso, una vez que te pones labios, es posible que haya que ir retocándolos cada año o cada dos», alerta. Una conversación que ella mantiene con sus pacientes, pero que, al final, depende de la ética de quien realice el procedimiento.
En mujeres con edades comprendidas entre los 30 y 40 años, «lo que más se busca es que la piel sea luminosa y no tengan arrugas o manchas», indica la experta, quien apunta que esta etapa de la vida «es la apropiada para hacerse procedimientos estéticos».
Pasada la cuarta década, depende de la persona y de su piel. Los médicos se encuentran tanto con mujeres que están cómodas con su aspecto, y simplemente se ponen un poco de bótox, «como con otras que no se sienten representadas con su edad y buscan un aspecto más juvenil para parecer algo más jóvenes», explica Carriedo. Así, dentro de unos límites, todas las alternativas son viables.
Naveiras lo resume en que, de forma general, las pacientes más jóvenes «busca que el procedimiento se note», mientras que la gente de más edad quiere discreción. Para la experta gallega, la gestión de las expectativas es uno de los pasos más difíciles. «Te piden tratameintos que no están indicados para esa persona, o que resultados que, para las herramientas que tenemos, son imposibles de conseguir», aclara, a la par que recuerda que este proceso es un cuidado global. «Tenemos que insistir a los pacientes el ello, que el cuidado debe ser de la piel, pero también de la alimentación, el deporte o evitar tóxicos». Una filosofía que refuerza la idea de que la piel es el reflejo del alma.
Lo barato sale caro
Desde la SEME se ha puesto el foco en el nivel de intrusismo que sufre esta especialidad, algo que no siempre distingue entre edades de pacientes. «Normalmente, el intruso no solo trabaja con pacientes jóvenes, o solo con mayores, o solo de media edad, sino con todas las etapas», denuncia el vicepresidente. En muchas ocasiones, la usuaria acude engañada a una consulta sin la certificación necesaria. «Les dicen que son médicos y no lo son».
Pese a la banalización que se puede encontrar en redes o en profesionales que se hacen pasar por expertos, el vicepresidente recuerda que la medicina estética no es un tema baladí. Los neuromoduladores, popularmente conocidos como bótox, es un tipo de medicamento que los médicos sirven con receta. A ello se suma una formación que da cuerpo a la especialidad y un espacio que cumple con las garantías de seguridad e higiene.
Salirse de estas reglas, lamenta el vicepresidente, acaba provocando que se encuentren con personas que presentan complicaciones severas o resultados no deseados, «los cuales llegan a ser permanentes», comenta. El especialista alerta de que en estas redes de intrusismo se adquieren los medicamentos en el mercado negro, lo que eleva el riesgo de por sí porque no pasan los controles pertienentes. Un peligro que se suma a la forma de inyectarlo, «se usan en condiciones que no son de asepsia, de esterilidad». Un servicio que, casi siempre, se disfraza de precios menores al mercado o de promociones.
Para comprobar que la clínica es segura el experto recomienda buscar la unidad asistencial U. 48: «Si voy a un centro, aunque sea médico, y no tiene esa unidad 48, tengo que pensar que no está cumpliendo con los requisitos y debo darme la vuelta e irme. Es una certificación que suele estar visible y por la que se puede consultar», aconseja.