La especialista es miembro de la coalición de Expertas en cáncer de mama triple negativo metastásico y analiza en esta entrevista todo el proceso desde el diagnóstico

LAURA MIYARA

Recibir el diagnóstico de cáncer de mama es un momento difícil, cargado de miedos e incertidumbres, pero es el comienzo de un camino. Con ese primer paso se pondrá en marcha el tratamiento y la energía de la paciente se enfocará en la recuperación. Es un proceso que se debe afrontar con todas las herramientas posibles. Entre ellas, la psicooncología, una disciplina que aplica las técnicas de las psicoterapias a las necesidades de las personas en esa etapa. A través de esta terapia, se busca proporcionar recursos para disminuir el sufrimiento y la percepción de amenaza ante la enfermedad. De esa forma, las pacientes cuentan con el apoyo y el espacio para procesar todos los sentimientos que el cáncer de mama puede hacer aflorar, que abarcan desde la tristeza hasta la incredulidad. La psicóloga Marta de la Fuente, especializada en oncología en el Hospital Quirónsalud de A Coruña, ofrece una visión profesional de estos aspectos emocionales que giran en torno al proceso del cáncer de mama y aporta algunas claves para hablar del tema desde una perspectiva sensible y no estigmatizante.

—¿En qué etapa del proceso del cáncer entra en juego la psicoterapia?

—Se puede ayudar en cualquier momento de la enfermedad. Desde antes del diagnóstico, durante el tratamiento, hasta las revisiones y la reincorporación, la vuelta a la normalidad de la paciente. Esto es muy habitual, porque desde la psicooncología no solamente abordamos un problema concreto cuando hay una psicopatología como ansiedad, angustia, tristeza, sino que hacemos un acompañamiento durante el proceso de la enfermedad, para que tengan dónde apoyarse en lo emocional, compartir sus inquietudes y, sobre todo, para proporcionar recursos para el manejo de las emociones.

—¿Qué tipo de recursos hay para lograrlo?

—Es importante la información, la psicoeducación: entender qué son las emociones, ayudar a identificar los patrones de conducta que tienen las personas, y ayudar a tolerar las emociones desagradables. No pretendemos eliminar las emociones sino aprender a convivir con ellas. Partiendo desde esa base, trabajamos en el triple sistema de respuesta. A nivel físico, con técnicas de desactivación fisiológica que se pueden usar cuando hay somatizaciones, molestias gástricas, mareos, dolores de cabeza y otras sensaciones físicas asociadas a las emociones. Luego, es muy importante el manejo de técnicas cognitivas para afrontar las preocupaciones, los pensamientos, las anticipaciones. Esto sirve para manejar esa incertidumbre que es bastante común en estos procesos. No eliminar la preocupación, pero intentar que no llegue a afectar a la persona. Y después, con técnicas conductuales centradas en recuperar su día a día. También intentamos fomentar la defensa de los derechos de los pacientes, mejorar sus habilidades de comunicación, recuperar las actividades que estaban paralizadas, y proporcionar herramientas para adaptarse.

—¿Qué impacto tiene a nivel emocional un diagnóstico de cáncer de mama?

—El cáncer va a afectar a todas las esferas de la vida de la persona y la forma en la que afecte va a depender mucho de la personalidad de cada uno, de la etapa vital en la que se encuentre, del tipo de cáncer, del diagnóstico y del pronóstico. Afecta mucho a nivel físico, por el cansancio y los efectos secundarios que muchas veces generan vulnerabilidad, debilidad, tristeza, rabia, incredulidad, sensación de injusticia. Los cambios físicos asociados con un proceso oncológico, como la desfiguración, los cambios en la imagen, la pérdida de cabello, las cirugías, la mastectomía, los cambios visibles a nivel de la piel... Todo eso afecta muchísimo a la paciente de cáncer de mama. La mayoría de ellas tienen que someterse a una cirugía y a unos tratamientos que repercuten directamente en su físico. Y también hay cambios hormonales, que pueden generar alteraciones emocionales, dificultad en la sexualidad, y cambios físicos entre otras. Pero sobre todo está esa sensación de vulnerabilidad y miedo a la muerte, que en los procesos oncológicos la tenemos tan presente.

—Se ha criticado mucho la visión bélica del cáncer, el usar términos como «luchar» o «vencer». ¿Qué alternativas propones frente a esos discursos?

—Estoy totalmente de acuerdo con intentar cambiar esa forma de llamarlo batalla o lucha. Porque tiene una connotación negativa y hace que la paciente tome una actitud de superwoman, que produce un agotamiento. Podemos hablar de un camino, de un proceso, de una etapa. Al hablar de esa forma, en vez de decir «Tienes que luchar», podemos decir: «Vamos a intentar convivir con la enfermedad, vamos a intentar ayudar a los médicos para, entre todos, reducir la probabilidad de una recidiva y que vayan bien los tratamientos. Vamos a trabajar juntos». Es un término más positivo y también más normalizador del sufrimiento. Porque a veces eso de «batalla» o «lucha» tiene una connotación bélica y parece que tenemos que estar armados y ver al cáncer como un enemigo, y no. El cáncer es una enfermedad que está en tu vida en estos momentos, pero vamos a intentar superarla.

—¿Qué función cumplen los grupos de apoyo en la psicooncología?

—Los grupos de apoyo y las asociaciones tienen una labor fundamental, pero va a depender del tipo de paciente. Hay personas a las que les viene muy bien conocer a otros pacientes y ver qué recursos tienen para poder replicarlos. Pero hay otros a los que no les viene bien, porque caen en comparaciones, se centran en el largo plazo y no en el momento. Son personas que necesitan su espacio y su intimidad, necesitan una relación más a petit comité, entonces, las terapias no les ayudan. Eso no quiere decir que no sean beneficiosas, pero siempre las tenemos que ajustar a las necesidades de cada paciente. Yo soy partidaria de que esos grupos tengan unos objetivos, una estructura, una programación.

—¿Cuál sería ese objetivo?

—Depende. Si tenemos una terapia de grupo asociada al duelo, ¿qué objetivo nos vamos a plantear? Conversar y compartir lo que estamos sintiendo, proporcionando estrategias para recuperar tu día a día. Si la terapia está centrada en cómo acompañar a un paciente oncológico desde el punto de vista de los familiares, habrá que poner objetivos de habilidades de comunicación, gestión de las propias emociones. Que haya una planificación para que los pacientes sepan hacia dónde van.

—¿Qué es lo que más necesitan las pacientes para atravesar mejor el cáncer?

—Tenemos que partir de que lo que van a sentir es una revolución emocional. Desde el miedo hasta la tristeza, la injusticia, la impotencia, vulnerabilidad, indefensión, incertidumbre. Hay personas que, a lo mejor, dicen: «No quiero sentir estas emociones, quiero estar fuerte». Ahí es donde yo normalizo esas emociones y les traslado que no es una cuestión de ser más o menos fuerte, sino que las emociones están ahí y las vamos a sentir todas las personas. Hay otras cuya principal demanda es «Ayúdame a aceptar los cambios físicos visibles relacionados con la desfiguración». Puede haber una necesidad de manejo de las preocupaciones y los pensamientos anticipatorios y miedos a la muerte. Otra demanda habitual es, cuando se van a hacer una cirugía, aceptarla y convivir con una nueva imagen corporal. También temas de sexualidad, porque hay cambios hormonales. Y una demanda muy típica es gestionar la sobrecarga de los familiares y la resolución de conflictos. Y también cómo trasladar la noticia de la enfermedad a los niños, porque hay mucho miedo a que hacerlo pueda repercutir negativamente en su vida.

—¿Cómo aconsejas abordar el tema con los niños?

—Lo más importante es hablarlo con mucha naturalidad, dejando la puerta abierta a que nos puedan preguntar. Hacerles partícipes del proceso. No trasladar esa connotación y esa etiqueta de que cáncer es igual a muerte. Los niños vienen sin ninguna predisposición y sin asociaciones con respecto al cáncer. Entonces, intentemos vivirlo como una enfermedad más; lamentablemente hay personas que fallecen, pero hay personas que superan la enfermedad. Y es muy importante darles información sencilla, ajustada a la edad del niño, pero nunca mentir. Y si en algún momento hay algo que no sabemos, les decimos «No lo sé». Pero es muy importante dejar la puerta abierta a que ellos puedan preguntar cuando lo consideren. No imponer una conversación de muchos minutos, sino dejar la puerta abierta y cuando ellos trasladen una inquietud, hablar de esos miedos.

—Una vez finalizado el tratamiento oncológico, ¿qué puede aportar la psicooncología a la paciente?

—Muchas veces, cuando están atravesando el proceso de una enfermedad oncológica, las personas están muy focalizadas en el tratamiento y hay una energía para la superación que a veces decae cuando pasa la situación estresante. Esto es habitual. Estos momentos de más ansiedad, de más tristeza, de más agotamiento, pueden aparecer cuando la persona, en teoría, tendría que estar bien, pero no lo está. Y es difícil recuperar tu día a día. Aprender a convivir con esta realidad: tengo estos antecedentes oncológicos, voy a convivir con esta incertidumbre. La reincorporación al trabajo asusta. También se trabaja el manejo de la ansiedad en las revisiones, el temor a las recidivas. El miedo a la recaída de la enfermedad. Es importante trabajar en comprender qué nos quieren decir las emociones, hacer un uso inteligente de lo que estamos sintiendo, y aprender a regularlas.

—¿Cómo puede apoyar el entorno a la persona que tiene cáncer?

—Lo más importante es que nosotros podemos ayudar, primero, estando bien nosotros. Si estamos tranquilos, seguros, con una buena gestión de nuestras emociones, podremos realmente acompañar. Y habrá muchas veces que tendremos que tolerar silencios y estar callados. Y si nosotros permitimos el espacio para que nuestro ser querido pueda hablar con naturalidad y espontaneidad de lo que siente sin que se sienta juzgado ni que caigamos en sermones, eso va a ayudar mucho, porque las pacientes están muy cansadas de que les digan lo que tienen que hacer. Entonces, simplemente respetando la decisión de la persona, estando a su lado y cubriendo las necesidades que puedan tener. Eso no quiere decir que el familiar no pueda hacer valer sus derechos y comunicar cuando algo le molesta. Tiene que ser una comunicación abierta. Es verdad que tu familiar está con un proceso oncológico, pero no deja de ser tu hermana, tu amiga, tu madre, tu compañera de vida. Entonces, es importante que no perdamos ese rol y las tratemos como personas, que es lo que son.

—¿Hay miedo a hablar del tema con los pacientes?

—Sí. Muchas personas que no tienen habilidades de comunicación no saben cómo hablar del sufrimiento, de emociones desagradables. Porque eso hace que se conecten con sus propios miedos e inseguridades. Entonces, hay muchas veces que parece que la fórmula para estar bien es hablar de otras cosas, estar siempre distraído, pero no es lo adecuado. Tenemos que hablar de lo que nos preocupa para darle espacio y poder regularlo. Es muy importante no caer en esos tabús porque no dejamos de sufrir, estamos postergando ese sufrimiento y se puede enquistar.

—¿Cómo podemos abrir esa comunicación?

—Cuando tú estás hablando con una paciente oncológica, si a ti te provoca sentimientos desagradables, puedes decir: «Mira, en estos momentos no me siento preparada para abordar esta conversación, porque no sé cómo hacerlo. No es que no quiera, sino que me supone muchísimo sufrimiento y no sé cómo lidiar con él». De esa forma, en lugar de minimizarlo y decirle «Venga, piensa en otra cosa, no te preocupes», que suena a falta de comprensión, le estás trasladando que sientes su sufrimiento y que te cuesta lidiar con él. Y eso es lo más importante. Después, cuando hagamos preguntas y veamos sufrimiento del otro lado, no hace falta decir nada para aliviar. Simplemente con una escucha activa, paciente, mirando a los ojos, normalizando lo que te está diciendo la persona y diciendo «Qué duro es lo que estás viviendo», es suficiente. El estar al lado de la persona normalmente es suficiente, muchas veces hablamos demasiado.

—¿Qué deberían entender las personas que nunca han tenido cáncer sobre esta enfermedad?

—Es una enfermedad que afecta a toda la persona. Aunque hay mucha supervivencia, los pacientes y las familias siguen asociando el cáncer a la muerte. Es una enfermedad que implica procesos de tratamiento largos que afectan significativamente a la calidad de vida. Y los pacientes muchas veces sienten culpa, porque hay cánceres que se asocian a malos hábitos, y muchas veces hay esa estigmatización . En el de mama no tanto, pero en el de pulmón, por ejemplo, sí. Y hay que entender que la caída del pelo no es lo de menos. Porque es la visibilización de la enfermedad a nivel externo. Nosotros podemos pasar desapercibidos en el día a día, pero cuando llega un momento que tenemos esa caída de cabello, esto muchas veces estigmatiza. Entonces, no caigamos en minimizar ese efecto secundario.

Marta de la Fuente Lago, es Psicóloga sanitaria en el Hospital Quirónsalud de A Coruña, experta en emociones, salud y regulación emocional. Psicooncóloga, especialista en ansiedad y estrés . Miembro de la coalición de Expertas en cáncer de mama triple negativo metastásico.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.