¿Existe la crisis de los 40? «Llega la mitad de la vida y uno empieza a pensar cómo quiere vivirla»
SALUD MENTAL
La ciencia no respalda, al completo, este término popular, aunque existen rasgos que se pueden encontrar en las consultas de psicólogos
23 oct 2025 . Actualizado a las 11:55 h.Son muchos los famosos o personas reconocidas que se han pronunciado sobre la crisis de los 40. El actor Hugo Silva, por ejemplo, contó en el 2017 que estaba pasando por este fenómeno, aunque trataba de quitarle hierro al asunto: «La putada es que te miras y dices, ‘¿usted quién es?”». Leonor Watling, compañera de profesión, también se pronunció al respecto en alguna ocasión: «¿Crisis de los 40?. Y de los 20, los 30, el otoño, la primavera... Yo tengo crisis con todo y soy de esas a las que una crítica mala les afecta más que 15 buenas. Claro que impone cumplir años y hay una época como que desapareces y te asustas un poco pero, afortunadamente, yo tengo muchos intereses».
Cumplir años no es bueno ni malo per se, peor sería no cumplirlos. Por eso, lo único a lo que uno puede aferrarse en este paso inevitable del tiempo es al optimismo y a la aceptación. Pensar que lo mejor todavía está por venir.
Para muestra, un botón. El periodista José Luis Sastre decía, en en el podcast que presenta con Miguel Maldonado, Sastre & Maldonado, que había decido que la etapa comprendida entre los cuarenta y los sesenta iba a ser su mejor momento. «Creo que tuve la crisis de los 40 antes de llegar a los 40 (...). Por una parte, hay esta angustia de pensar que ha pasado la mitad de mi vida y no sabes en qué momento he llegado aquí, cómo las cosas han podido pasar tan rápido. Y por otra, la compensación de que estás puramente en el centro de tu vida, ya eres la persona que quieres ser y, a partir de aquí, tu mejor momento», le confesaba a su compañero que, en desacuerdo, pensaba que este no sería el caso de todos.
Desde un punto de vista estrictamente biológico, los cuarenta nunca pueden ser los veinte. Incluso si a ambas edades, uno mantiene hábitos de vida saludables. Si bien el envejecimiento no es un proceso lineal, hay un par de momentos en la vida en los que se acelera. «El primero sería alrededor de los 44, y el segundo de los 60. Esto se ha visto mirando marcadores de envejecimiento, pero lo cierto es que no está claro si estos cambios se corresponden con unos síntomas también más acelerados», responde Salvador Macip, catedrático de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Previo a este hallazgo, ya se había visto que el paso de los años se evidenciaba en las mujeres con la menopausia, «que suele coincidir en esta década», y también en los hombres, con la andropausia. «Los varones también experimentan este “bajón”, aunque la andropausia está peor estudiada, tiene un efecto en el envejecimiento», aclara el experto. Así, pese a que se debe dejar espacio a la individualidad de cada persona y de su contexto, en la cuarta década de vida ya suele haber constancia de que los años no han pasado en vano.
La visión de los psicólogos
Más allá de la perspectiva biológica, ¿existe la crisis de los 40 en un plano mental? La respuesta corta es que no, sobre todo, si uno solo se aferra a la edad para justificarla. Ahora bien, el fondo del planteamiento puede tener parte de razón.
El culpable no son los años, sino que hay un momento vital en el que muchas personas se percatan «de que algunos aspectos de nuestra vida ya nos cansan, no encajamos como antes, no estamos bien, hay una falta de sentido, mientras que otros aspectos abandonados, reprimidos o poco desarrollados de nuestro pasado llaman a la puerta como si quisieran tener su espacio», explica Xavier Guix, psicólogo y divulgador. De esta forma, este choque entre un pasado que quiere volver al presente y un presente que no es lo esperado se vive como una crisis.
A nivel científico, no existen demasiadas investigaciones que prueben si la crisis de los 40 es o no posible. Y las que existen no la respaldan. Al menos, en la población general. «Lachman preguntó, en el 2004, a varias personas si habían experimentado una crisis por el paso del tiempo y se vio que solo entre un 10 y un 20 % de los participantes habían referido que sí. Las investigaciones de Robinson y Wright encontraron resultados muy parecidos», precisa Yago López, vocal de la sección de Psicoloxía da Intervención Social del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG).
Las expectativas
Los cuarenta marcan el ecuador de la vida. Atrás quedan la infancia y la adolescencia, marcadas por cierta incertidumbre: «De pequeños no sabemos quiénes somos y de adolescentes, no nos gusta cómo somos», detalla Guix. También la primera madurez como adultos, cuando la gente tiende a centrarse en tener una vida estable según los modelos habituales. «No obstante, llega la mitad de la vida y uno se da cuenta que ha sido de todo menos sí misma. Y por ahí se empieza a repensar la propia vida y a decidir lo que quiere y cómo lo quiere», precisa el divulgador, quien recuerda que buscar un cambio es normal porque «la propia dinámica de la existencia es el cambio y el impulso es hacia la realización personal».
Este tipo de crisis vitales suelen relacionarse con unas expectativas que no fueron cumplidas con el paso del tiempo. «Muchas aspiraciones, en lugar de ser vistas como posibilidades, fueron proyectadas como realidades», señala el psicólogo. Y aquí entra el problema: «Suele decirse que a grandes expectativas, grandes fracasos». Por eso, el experto recomienda practicar la aceptación y la gratitud: «Hay que mantener las expectativas a raya, y gozar o aprender lo que cada momento trae».
López coincide en la gestión de las expectativas como origen del problema. «Si alguien a los cuarenta llega a consulta diciendo que el tiempo pasa muy rápido, que no ha cumplido con lo que se esperaba, ahí es donde se ve que el problema de esa persona son los objetivos que esperaba conseguir y no logró», precisa el miembro del COPG.
Indudablemente, la forma de ver la vida cambia con los años. El cerebro humano no termina de formarse hasta los 25, aproximadamente. «Desde esa edad hasta los 40, hemos ido asentando una personalidad propia», señala Guix. En este punto, uno evalúa su vida y es probable que haga algún cambio.
A los 50, «se produce una nueva perspectiva entre lo vivido y el tiempo que queda por vivir, lo que se traduce en decidir qué aspectos son los realmente importantes», detalla el especialista. Finalmente, desde los sesenta, «uno se centra en lo que quiere conservar y las personas, las pocas que quiere que la acompañen», precisa el psicólogo, que añade: «En términos generales, pasamos de comernos el mundo a servirlo como buenamente se pueda».