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Por qué tus hijos hablan más cuando te quieres ir a la cama Pierde el sueño por un buen motivo ¿Por qué tu hijo adolescente habla más cuando te quieres ir a la cama?

Durante la cena parecen esfinges. No contestan a tus preguntas e incluso se muestran irritados si insistes. No pasa nada. Los psicólogos han encontrado un punto de fuga: la hora a la que te vas a la cama. Hablamos con los expertos sobre la mejor hora para conectar con nuestros hijos.

Por Raquel Peláez

Lunes, 13 de Marzo 2023

Tiempo de lectura: 4 min

Son las once de la noche. Tu nivel de agotamiento está tan alto que podría coronar los catorce ochomiles. Desayunos, atascos, reuniones, ‘todo-es-para-ya’, más atascos, supermercado, ayuda con el examen de Lengua, cenas… Apenas alcanzas a ponerte el pijama y meterte en la cama, cuando tu hijo adolescente llama a la puerta de la habitación: «No sabes lo que me ha pasado hoy…». Y ahí empieza a hablar como si no hubiera un mañana.

Pues bien, según cuenta en su último libro The Emotional Lives of Teenagers la psicóloga clínica estadounidense Lisa Damour, estas visitas nocturnas son el mejor momento para conectar con los adolescentes. Las razones que la experta alude para esa locuacidad es que tú estás cansado y lo saben. Por eso lo hacen. Para pillarte flojo y llevar el control. Esperar justo hasta que nos vamos a acostar para hablar con nosotros les permite poder abrirse y desahogarse y, al mismo tiempo, dejan poco espacio para que introduzcamos nuevos temas que no les interesa tratar porque saben que a esas horas ya no estamos para tirar del hilo. Además, desarrolla Damour en un artículo para The Washington Post, pueden seguir manteniendo su deseo de autonomía porque pueden controlar la conversación: les resulta fácil terminar de hablar, tan solo tienen que decir que tienen sueño y se van a su cuarto.

Tú estás cansado y lo saben. Por la noche dejan poco espacio para que introduzcamos los temas que no les interesa tratar y pueden controlar la conversación

«Es posible que bajar de revoluciones y empezar a prepararnos mentalmente para el sueño calme a todos en casa y, en el caso del adolescente, le predisponga a hacer un repaso del día y compartirlo», argumenta la psicóloga Laura Palomares, directora de Avance Psicólogos. La clave para comunicarse con ellos está en «tener espacios y tiempo conjuntos donde la escucha sea plena, atenta y sin juzgar. Es cierto que los horarios hoy día se imponen y dificultan la comunicación en casa, pero un momento al día para conectar y mostrar atención plena puede ser mucho si lo mantenemos conscientemente y lo hacemos de forma regular. Es muy importante lo que esa conexión con nuestros seres queridos puede llegar a reforzar el vínculo».

Por eso la conclusión de los expertos es que dejemos de mirar a nuestros hijos adolescentes como si en esos cerebros no hubiera nadie conduciendo y consideremos ese momento nocturno como una oportunidad de oro para establecer la conexión perdida: «En lugar de ahuyentarlos de nuestra habitación o pedirles que vayan al grano, permitamos que dirijan la conversación hacia la dirección que quieran y que la alarguen hasta el punto que deseen. Lo que nos plantean en estas situaciones es probablemente lo que más les preocupa». Y añade: «Incluso aunque lo que te cuenten te parezca verdaderamente trivial, comprende que el mismo hecho de hablar ya supone un esfuerzo para ellos en el intento por fomentar una conexión con nosotros».

«Es posible que bajar de revoluciones y empezar a prepararnos mentalmente para el sueño calme a todos en casa», explica la experta

La psicóloga estadounidense también nos da unas pautas para fomentar estas situaciones: «Una vez en la cama, trata de no dar la impresión de que te interrumpe. Creo que es más fácil para ellos molestar a un padre o a una madre que lee un libro o está viendo la tele que a otro que está pegado al teléfono o a un ordenador». Explica Damour que, cuando estamos perdiendo el sueño por la crisis de la salud mental a la que se enfrentan los adolescentes, el consuelo es que al menos lo perdamos como parte de la solución.

La experta, que ha ayudado a muchos jóvenes y a sus familias a navegar por esta etapa de la vida durante 25 años, explica también en su libro que hay que desmitificar eso de que la felicidad debería de ser nuestro estado ideal permanente, ya que eso no refleja ninguna experiencia humana desde el principio de los tiempos y menos en el caso de los adolescentes. «Deberíamos empezar a discernir entre qué emociones son normales y cuáles son motivo de preocupación. Con demasiada frecuencia equiparamos tener una buena salud mental con sentirse bien, feliz, tranquilo y relajado». Pero no es así. «Todavía estoy tratando de descubrir en qué momento los sentimientos incómodos empezaron a ser vistos como estados psicológicos que deberían prevenirse y desterrarse lo más rápido posible. ¿Cómo se volvieron inaceptables los aspectos esenciales de la condición humana?», se pregunta.

Tener buena salud mental no es necesariamente ser feliz, aclara la psicóloga. Los sentimientos incómodos no deben desterrase sino abordarse con calma

En cuanto a las recomendaciones para entablar una conversación con ellos, la psicóloga española Laura Palomares sugiere «no hacerles preguntas directas sobre qué han hecho o con quién han estado. Es mejor acercarnos desde preguntas más indirectas como, por ejemplo, ‘¿qué tal el día?’ o ‘¿cómo lo has pasado en la fiesta?’. Así mostramos nuestro interés sin que lo perciban como control». Según Palomares, lo importante es que «el vínculo establecido desde la seguridad y la coherencia y mantenido en el tiempo a sabiendas de que no son juzgados sino escuchados y respetados, sienta las bases de la autoestima del adolescente y su relación con el entorno. Esta es la mejor herencia de la que podrán disponer para abrirse camino. A esto se une que este vínculo estará fortalecido gracias a este cuidado y les enseñará a gestionar y establecer relaciones con los demás que sigan este ejemplo».