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Con la soga al cuello: inocentes en el corredor de la muerte

Salvados en el último minuto

Con la soga al cuello: inocentes en el corredor de la muerte

| Fotografía: Martin Schoeller

Eran inocentes, pero los condenaron a muerte en Estados Unidos, donde se acaba de aplicar un nuevo y «cruel» método de ejecución, según la ONU: la hipoxia de nitrógeno. El condenado inhaló nitrógeno hasta quedarse sin oxígeno y morir. La polémica en torno a la pena de muerte se ha disparado, sobre todo porque no son pocos los inocentes que llegan al corredor. La organización The Innocent Project ha conseguido salvar a 237 sentenciados, a algunos de ellos... in extremis.

Lunes, 05 de Febrero 2024

Tiempo de lectura: 3 min

Quedaban 90 minutos para su ejecución. El médico ya había examinado las venas de su brazo, le habían preguntado si quería comer algo especial y a dónde había que enviar su cadáver. In extremis su abogado logró un aplazamiento. Hasta seis veces vivió el día de su ejecución. Lo habían detenido por robar en varias tiendas y lo acusaron de haber asesinado a un camarero durante un robo. Lo salvó un grupo de abogados que revisó el caso. Se repitió el juicio cuando llevaba 17 años en prisión, se supo que la Policía no había entregado al juzgado 35 indicios de su inocencia; entre ellos, el testimonio de una testigo que lo exoneraba.


Cinco testigos aseguraron haberlo visto con la víctima, una niña de 9 años que fue violada y asesinada. Cuando lo condenaron, la sala se llenó de gritos: «¡Gaseadlo y que reviente!». Este pescador y antiguo marine llevaba 9 años en la cárcel –2 de ellos en el corredor de la muerte– cuando leyó que las pruebas de ADN habían probado la inocencia de un acusado. Se lo comentó a su abogado. Y aquello le salvó la vida. El verdadero culpable fue identificado gracias al ADN. Era otro recluso con el que Bloodsworth coincidía en el gimnasio de prisión. Cuando la fiscal le preguntó si quería que lo condenaran a muerte, Bloodsworth respondió: «¿Para qué?». Ahora es libre, pero «todavía hay gente que me llama 'asesino de niños'», cuenta.


«Había huellas dactilares, pero no eran mías; yo nunca he medido 1'80 centímetros  y nunca he tenido la tez clara», explica. Las pruebas y los testimonios no eran concluyentes. Pero aún así lo condenaron por haber cometido dos robos con homicidio. El juicio se repitió varias veces: lo absolvieron en el quinto. En sus 18 años de cárcel,  «me perdí a mi familia; mis hijos, crecieron sin mí. Siento una mezcla de dolor y pena. Antes sentía odio, pero ya no. He odiado tanto que casi me destruyo», dice.


Su hijo, de 9 meses, se ahogaba. Lo llevó al hospital, donde el bebé murió. Al día siguiente la arrestaron: el niño tenía moratones. Ella dijo que se debían a los intentos para reanimarlo, pero no la creyeron. La condenaron por asesinato. Pasó 5 años en prisión y 3 en el corredor de la muerte. Apeló, se repitió el juicio y la absolvieron. Se casó, tiene tres hijos y quiere ser investigadora criminal.


Un niño de 12 años dijo haber presenciado el asesinato del empleado de una oficina postal de Cleveland. Tres chicos fueron condenados; entre ellos, Ajamu, que entonces se llamaba Ronnie Bridgeman y tenía 17 años. En prisión se convirtió al islam y allí pasó 28 años de su vida. Una revista de Cleveland examinó el caso: el niño testigo había intentado desdecirse y, además, los condenados tenían coartada: Ajamu, por ejemplo, estaba en un autobús cuando se cometió el crimen. En 2003 salió de la cárcel. Ha tenido que esperar 39 años para que llegara la exoneración absoluta. Ahora es un activista contra la pena de muerte.


Este español vivía en Florida y se estaba divorciando. Su exmujer lo acusó de haber matado a un traficante de drogas y a su novia en Tampa. Joaquín tenía dos pistolas y llevaba una vida de juerguista entonces. Su abogado cometió errores en su defensa. Lo condenaron a la silla eléctrica. Estuvo 5 años en la cárcel; 3 de ellos en el corredor de la muerte. Sus padres removieron Roma con Santiago para que se revisara el caso, hasta el papa Juan Pablo II intercedió. El juicio se repitió en 2001 y fue declarado no culpable. Ahora vive en Valencia.


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