Llega el 'climaespectáculo'
Llega el 'climaespectáculo'
Martes, 02 de Noviembre 2021
Tiempo de lectura: 8 min
Si estás saturado de hablar del tiempo, prepárate, esto no ha hecho más que empezar. Ahora es obligado por la Cumbre de Glasgow sobre el Cambio Climático (COP 26), que llega en el peor momento. La recuperación económica tras la pandemia ha aumentado la demanda de petróleo y gas natural, cuyos precios se han disparado, y muchos países están recurriendo al carbón, el combustible fósil que más contribuye al calentamiento global. Por eso existe una gran expectación y no poco escepticismo. «Ahora mismo, la COP 26 es un montón de blablablá. Y las palabras solo son buenas si conducen a algo», se lamenta la activista Greta Thurnberg.
Pero el tiempo seguirá dando que hablar porque se ha multiplicado el interés del público. Cada año se baten registros históricos en cuanto a olas de calor y de frío, huracanes, riadas, incendios... Y se acrecienta el temor de que, por malo que sea ese año, el siguiente será peor. Las plataformas preparan canales temáticos, animadas por el éxito de las retransmisiones de ciclogénesis explosivas, grandes nevadas y erupciones de volcanes, que el desarrollo tecnológico y la ubicuidad de móviles y drones permiten grabar de manera impresionante. Ha llegado el 'climaespectáculo'. A medida que se produzcan más fenómenos meteorológicos graves, los canales apuestan a que habrá buenos datos de audiencia. Muchas veces porque nos afectan personalmente. Y siempre habrá espectadores que se compadezcan del presentador, que, en primera línea, aguanta estoicamente el chaparrón.
¿Pero puede ser rentable un Netflix del tiempo?, se pregunta la prestigiosa publicación The Atlantic. La cadena Fox así lo cree y prepara el lanzamiento de un canal 24/7 especializado en meteorología (Fox Weather), llueva o haga sol. Y también ha movido ficha The Weather Channel, que espera captar 30 millones de suscriptores en 2026 para su servicio de streaming, lejos de los 200 millones que tiene Netflix, pero a la par con HBO Max y Hulu. Según The New York Times, estos lanzamientos han provocado guerras por fichar a los meteorólogos de moda y debates sobre la influencia en la opinión pública: la perspectiva de Fox Weather ya preocupa a muchos, dado el historial de negación del cambio climático de la cadena.
La meteorología tiene de todo para ser un taquillazo: tragedia, peligro, emoción y también belleza, como demuestra la erupción del volcán de La Palma o las fotos que desfilan en el segmento del tiempo de los telediarios, esos cumulonimbos y dobles arcoíris que también desbordan los feeds de Instagram. Por si fuera poco, no está exenta de suspense. No sabemos cómo va a terminar la gran historia del cambio climático; tiene mala pinta, pero confiamos en que los guionistas se reserven alguna sorpresa para salvarnos en el último minuto. Y son igualmente impredecibles los pequeños episodios cotidianos, que pueden acabar en final feliz (rescates espectaculares) o en catástrofe. La meteorología es una fuente inagotable de sucesos. Y la ONU pone cifras a esta crónica negra: los desastres relacionados con el clima se han cobrado millón y medio de vidas en los últimos veinte años. Con el agravante de que el tiempo golpea ahora donde nadie se lo espera: sucedió en las 'inundaciones relámpago' de junio en Alemania, que causaron 180 muertos, y en la ola de calor de este verano en Canadá, que dejó 500. Solo que muchos desastres naturales, como se suelen llamar, ya no se consideran naturales. Que el hombre haya contribuido a que la atmósfera esté más caliente que en los últimos 125.000 años influye... ¿Pero siempre o solo en algunos casos? ¿En cuáles, exactamente?
Es lo que intenta determinar el equipo de la climatóloga alemana Friederike Otto, recién fichada por el Imperial College de Londres, aunque ha desarrollado su carrera en la Universidad de Oxford. Friederike dirige World Weather Attribution (WWA), un equipo internacional que investiga si un fenómeno extremo puede atribuirse al calentamiento global; un CSI del clima, solo que, en lugar de recoger pruebas forenses, recopila datos y los relaciona con las estadísticas históricas. Hace diez años solo se le podía echar la culpa al cielo. Hoy se tardan unos pocos días en completar cada análisis. El riesgo de sequía en Sudáfrica se triplicó en 2016. Cuando el huracán Harvey azotó Texas en 2017, sus precipitaciones fueron un 15 por ciento más intensas. Y las olas de calor siberianas son ahora 600 veces más probables en nuestro nuevo clima. Pero establecer una relación de causa y efecto también puede tener consecuencias legales. Estos informes sirven como prueba pericial en decenas de litigios. En la actualidad hay 1500 demandas en los tribunales del mundo relacionadas con el clima, según la Universidad de Columbia.
«Somos la primera generación que está experimentando un tipo de clima diferente y que se desvía de manera palpable de lo que se encontraron nuestros abuelos y los abuelos de nuestros abuelos», afirma Otto. «Durante mi vida (nació hace 39 años en Kiel), la temperatura en la Tierra se ha incrementado 0,6 grados, alterando el clima y, por consiguiente, el tiempo atmosférico. Este cambio no anunció su llegada, sino que se ha ido infiltrando en nuestras vidas como un mal hábito o un dolor físico. Hasta ahora, en la mayor parte del mundo, hemos respondido con poco más que una vaga sensación de malestar», advierte. Y señala que la conversación social ha cambiado desde el verano de 2018, que trajo olas de calor inéditas en decenas de regiones templadas del mundo. Unos récords que se volvieron a batir en 2019 y este año. Seguimos hablando del clima en el ascensor, pero ya no es para decir una obviedad, sino para constatar, por ejemplo, que la diferencia térmica entre el día y la noche nunca ha sido tan grande. De repente, nos hemos dado cuenta de que el cambio climático ya está aquí.
Que venía el coco lo sabemos desde hace mucho tiempo. Los primeros experimentos que confirmaron el efecto invernadero los realizó Eunice Newton Foote en 1856, y el premio Nobel Svante Arrhenius proclamó –ya en 1896– que los combustibles fósiles acelerarían el calentamiento de la Tierra. La vigilancia meteorológica mundial también comenzó en el siglo XIX. Es un sistema de sistemas coordinado por la ONU. Hay decenas de miles de estaciones meteorológicas repartidas por el mundo, cientos de satélites y radares, miles de boyas y globos sonda. Pero nunca antes se había podido cribar esa avalancha de información con un cedazo tan fino como el que permite la minería de datos.
Hemos entrado en la edad de oro de la predicción meteorológica. Andrew Blum, divulgador científico, explica que las herramientas actuales nos permiten afinar más que nunca. «El pronóstico a cinco días que se hace hoy es tan bueno como el que se hacía en los años noventa a dos días».
Lo que hasta ahora se consideraba un servicio público ahora empieza a verse como una oportunidad de negocio. Una predicción certera interesa a las compañías de seguros, a los agricultores, a los navegantes, a los organizadores de eventos... Hace 15 años, las compañías meteorológicas privadas se limitaban a coger los pronósticos de los servicios nacionales y añadirles valor, adaptándolos a sus clientes, fueran aerolíneas deseosas de ahorrar combustible o compañías propietarias de molinos de viento que podían optimizar el rendimiento de sus turbinas.
Hoy compiten cientos de aplicaciones y algunas cuentan con un enjambre de pequeños satélites que han colocado en órbita, como Spire o Tomorrow.io, y que ofrecen predicciones incluso calle por calle dentro una ciudad y permiten activar alertas para que el móvil nos avise cuando empieza y deja de llover...
Y la meteorología también es un ejemplo pionero de ciencia ciudadana. Pocas disciplinas han protagonizado una colaboración tan estrecha entre profesionales y aficionados. Ginés Mirón es un trabajador social que en su tiempo libre opera la estación del Majal Blanco, en la sierra de Carrascoy (Murcia), donde registra las observaciones y cuida de pluviógrafos y barómetros «a los que hay que dar cuerda cada semana», explica. Otras estaciones son automáticas y monitorizables en tiempo real desde el móvil. Mirón pertenece a Ametse, una asociación de meteorólogos aficionados de seis provincias del sureste de España. Ametse ha desplegado 120 estaciones en ese territorio; muchas están ubicadas donde no llega la red estatal. También colabora con Protección Civil y ayuntamientos. «En la época de Mariano Medina o José Antonio Maldonado, te creías (o no) lo que decía el 'hombre del tiempo', que era el experto que manejaba los datos del satélite. Era una comunicación unidireccional. Pero hoy la meteorología se ha democratizado». Hay que ir un paso más allá, opina: «La meteorología hay que enseñarla en los colegios. Los niños deben aprender qué deben hacer ante un aviso por ola de calor o por lluvias. La DANA de 2019 en el Mediterráneo no dejó víctimas porque estábamos en alerta roja dos días antes y se decretó el cierre de las escuelas, a pesar de las protestas de muchos padres, que consideraban la medida exagerada». Ya que les vamos a dejar un legado envenenado, eduquémoslos para que sobrevivan.