Volver
';
Pequeñas infamias

Kate

Carmen Posadas

Viernes, 31 de Marzo 2023, 09:15h

Tiempo de lectura: 3 min

Me encanta Kate Middleton. Creo que esa fábrica de sueños (y de pesadillas) que es la familia real británica tiene mucha suerte de que sea su actual princesa de Gales y –si el sueño no se tuerce del todo– también su futura reina. Se cuenta que, cuando Guillermo y ella anunciaron su intención de casarse, The Firm (que es como de puertas adentro se autodenomina esta milenaria institución) les aconsejó que convivieran durante una temporada antes de pasar por el altar. El tiempo suficiente para que Kate pudiese conocer y sopesar exactamente cuál iba a ser su vida de ahí en adelante. Porque, a diferencia de la creencia popular, ser princesa no es un cuento de hadas. No solo porque algunos príncipes azules destiñen al primer lavado. También por lo que realmente conlleva convertirse en protagonista de ese tipo de cuento. Verbigracia, someterse a una etiqueta rígida y no pocas veces absurda que prohíbe, por ejemplo, pintarse las uñas de rojo o cruzar las piernas cuando una se sienta.

Contenido exclusivo para suscriptores
La Voz
Suscríbete
para seguir leyendo
Lee sin límites toda la información, recibe newsletters exclusivas, accede a descuentos en las mejores marcas y muchas más ventajas