Era la hora de la siesta del 4 de agosto de 1906. El Sirio, un transatlántico italiano que había zarpado del puerto de Génova dos días antes, navegaba a toda máquina, a unas tres millas del Cabo de Palos (Cartagena). Muchos pasajeros dormitaban en cubierta. Otros se hacinaban en la bodega. Los primeros habían comprado su pasaje. Y se habían embarcado en Italia o en Barcelona, donde el buque había hecho escala. Los segundos habían subido en Alcira, una parada no prevista en la ruta oficial, con la connivencia del capitán y la tripulación, previo pago de un soborno.
-
1 Un negro dentro del Ku Klux Klan: la rocambolesca historia de un infiltrado entre supremacistas
-
2 Pódcast | ¿Eres meteorosensible? Cuando el clima afecta más de lo normal a nuestra salud
-
3 ¿Por qué los hombres se niegan a ir a terapia de pareja? (Y cómo convencerlos)
-
4 ¿Por qué tu perro te entiende tan bien? Y tú a él no tanto...
-
5 Solomillos de pato con ciruelas