Estrella porno y exdiputada
Estrella porno y exdiputada
Viernes, 14 de Febrero 2025, 10:17h
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El tamaño no importa. El juego previo es mucho más importante». Eso dice Ilona Staller, alias Cicciolina, alias la tragasables y, ante todo, leyenda viva del porno mundial. A sus 73 años, la mujer que convulsionó la sociedad y la política italianas en los 80, sigue tratando el sexo sin el más mínimo complejo.
Lo hace en Memorie. Racconto fotografico di un mito, una biografía que comienza en Budapest (Hungría), donde esta hija de un funcionario de Interior y una comadrona practicaba ajedrez (sigue jugando como una maestra), violín, piano, ballet y danza, posaba como modelo a los 12 años y comenzaba a explorar su cuerpo, antes de ser violada, a los 14, por un novio.
A los 18 años, siendo camarera en un hotel, un funcionario del gobierno la reclutó para espiar a los huéspedes extranjeros. Nadie se lo pidió, pero pronto descubrió que acostarse con ellos era un modo imbatible de acceder a su habitación... y a sus secretos. «Fue maravilloso –recuerda–. Yo era una chica hermosa con ojos azules. Una ninfa». El comunismo, sin embargo, no era para ella. Dos años después se casó con un agente de viajes italiano, cliente del hotel, se mudó a Roma y, al poco, se divorció.
Trabajó como cantante y modelo un tiempo hasta que conoció a Riccardo Schicchi, el productor pornográfico que le cambió la vida. En una Italia que comenzaba a ponerse al día con la revolución sexual, legalizando el aborto y el divorcio, su impacto en el género fue inmediato, impulsado por sus particulares habilidades sexuales y, sobre todo, la singularidad de su aspecto, confusamente virginal: ropa blanca, diadema de flores, cejas sobredibujadas y de una boca tan jokeriana como lasciva siempre pintada de rojo. El mismísimo Berlusconi quedó prendado de ella y, en 1974, año de su primera película, se la llevó a una isla griega. «Era un verdadero caballero, inteligente y guapo. No le pregunté si estaba casado».
Se iniciaba así de una carrera de 20 años que, además de tener sexo en el set con, calcula ella, más de 1000 parejas y establecer un récord de más de 50 arrestos por indecencia, la convirtió en todo un símbolo nacional cuando, en 1986, decidió hacer algo más con su fama –«Quise ser un himno de la alegría, de la transgresión»– y se presentó al parlamento por el Partido Radical. «Abajo la energía nuclear, arriba la energía sexual», fue el lema de una campaña deshinibida como ninguna con la que obtuvo más de 20.000 votos y un escaño en Roma durante cinco años.
Defendió allí el matrimonio homosexual, los derechos de los animales, la educación sexual en los colegios, la ampliación de los permisos sexuales a los presos o la creación de «parques del amor» para que los jóvenes no tuvieran que mantener relaciones en apretados Fiat 500. Aunque la más sonada de sus propuestas fue, de largo, su ofrecimiento para acostarse con Sadam Huseín y promover así la paz en Oriente Medio. Repetiría la oferta, en 2006, a Osama bin Laden: «Estoy dispuesta a hacer un trato. Él puede tenerme a cambio de terminar con su tiranía». Era la expresión extrema de la sexualidad entendida como una herramienta. Ante el fenómeno, hasta el propio Federico Fellini, maestro en la combinación irreverente y desmitifiadora de sexo, religión y prejuicios sociales, dijo: «Cicciolina me ha superado por completo».
Su último gran do de pecho, sin embargo, llegó al casarse con Jeff Koons, el artista más rico del mundo, con una fortuna estimada de 400 millones de dólares. Para consumar su matrimonio, Koons, que le propuso matrimonio en la veneciana Plaza de San Marcos, produjo Made in Heaven, una serie de obras que muestran a la pareja en diferentes actos sexuales. «Como los pintores usan su pincel, ella usa sus órganos sexuales para crear un lenguaje universal», dijo el novio. «Somos unos contemporáneos Adán y Eva», añadió. «Me encanta la forma en que Ilona hace pornografía y luego vuelve a un estado de pureza absoluta», remató. En su libro Memorie, la exdiva del porno recuerda así aquellos días: «Con Jeff me convertí oficialmente en una obra de arte».
El matrimonio fue breve (tres años) y turbulento, pero le dio a la pareja a un hijo, Ludwig (hoy de 32 años, vive en Nueva York y trabaja con su padre). La batalla por la custodia fue larga y muy agria, con Koons presentando un vídeo al tribunal en la que la madre practicaba el sexo con una serpiente. No fue suficiente. Ella contrató a Luca Di Carlo, apodado «el abogado del diablo» tras haber defendido, con éxito, a la familia del narco colombiano Pablo Escobar.
Tras el juicio, Staller dejó la política y el porno para criar a su hijo en Roma. Cuando este creció, se vio bloqueando el acceso de su hijo al porno en Internet. «Mi problema –cuenta– era que no le había dicho que su madre fue una diva del porno, y otras madres en la escuela sí. Así que se enteró». En la adolescencia, Ludwig se metió en problemas por presunto tráfico de drogas, reuniendo por primera vez a sus padres en el proceso para limpiar su nombre, de nuevo de la mano de Luca Di Carlo.
Ahora, Staller vive con sus 22 gatos en La Storta, un barrio romano atravesado por la milenaria Via Cassia, donde depende de su pensión, un extra de 1000 euros mensuales por su pasado como diputada y su participación en realities diversos en Reino Unido, Hungría o Italia. No ha perdido, eso sí, su franqueza habitual: «Mi apetito sexual no ha disminuido, pero me he vuelto más selectiva. Sigo buscando al hombre ideal –dulce, cariñoso, inteligente y capaz de hacer bien el amor–. Y me masturbo mucho; es parte de la naturaleza, no un tabú».