Martes, 04 de Febrero 2025, 12:52h
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Cuenta Rafael Canogar que de niño «mis primeros dibujos y colores me provocaron el deseo de seguir pintando. Cuando fui un poco mayor, ya en el colegio, acompañé a un chico que estaba tomando clases de pintura a comprar materiales para sus clases. Y compré una pequeña tela y unos colores y ya empecé a pintar en San Sebastián, donde mi familia se trasladó por trabajo. Vivía en nuestro edifico un pintor conocido y mi madre le enseñó lo que yo hacía y él dijo que yo necesitaba un profesor. Estoy hablando de cuando tenía 13 años», cuenta el pintor.
A los 14, ya en Madrid, fue alumno de Vázquez Díaz y comunicó a su familia qiue quería ser pintor. Ahora, meses antes de cumplir —en mayo— los 90 años, protagoniza una gran retrospectiva en CentroCentro (Madrid). Realidades reúne 60 obras concebidas entre 1949 y 2024, y recorre sus etapas creativas.
«Mi trayectoria es como un collar de cuentas donde cada una es un momento de mi pintura: el informalismo de los años cincuenta; el realismo crítico, al que algunos llaman 'arte político'; y la abstracción», explica Rafael Canogar.
Sigue muy activo, como siempre. En sus inicios, para practicar y aprender, pintaba un cuadro al día, luego lo borraba con la espátula y dejaba el lienzo preparado para llenarlo al día siguiente. Por eso han sobrevivido pocos cuadros de sus primeras andanzas artísticas.
«Borraba las obras para ahorrar dinero. Pero también porque lo tomaba como ejercicio, como estudio. Era una manera de formarme, un ejercicio de tratar la textura, los colores. Y una vez acabado, quitaba la pintura y lo dejaba preparado para el día siguiente», recuerda Canogar.
También pintaba casi un cuadro al día en la época del informalismo. «Hay épocas que la obra me ha permitido ser más eficiente, más eficaz en la ejecución. Y otras veces ha costado menos. Durante el informalismo yo pintaba bastante. A lo mejor intentaba pintar un cuadro al día, pero destruía quizá el 50 o 60 por ciento una vez terminado, por no cumplir con las exigencias que yo demandaba mis obras«, cuenta Canogar.
¿Y ahora? «Ya me gustaría pintar un cuadro al día, porque yo pinto para comunicarme a través de la belleza, pero no puedo porque tengo muchas exigencias: atender a correos o textos, participar en jurados... y para pintar se necesita concentración y tener la mente absolutamente limpia».
¿Le abruma cumplir 90 años? «No me abruma, pero son muchísimos, y me han llegado como de repente, casi sin darme cuenta. Tengo el mismo interés, el mismo entusiasmo, como cuando tenía 20 años. Es poco creíble, pero es así. Yo no pinto cuadros por tener una colección o para que estén a la venta o para exposiciones. Es que lo necesito para cumplir mi ciclo creativo».
¿En qué momento está de ese ciclo? «Pertenezco a una generación muy concreta del informalismo de los años 50 que quiso revolucionar el mundo del arte, pero siempre desde la pintura. Y sigo creyendo enormemente en la pintura. Y en estos momentos lo que me interesa es esa esencialidad de aquellos años primeros del informalismo, porque creo que fue un momento fundamental en la creación. Se abrieron tantas puertas... todavía creo que hay mucho campo para trabajar. En aquellos años nuestra energía estaba puesta al servicio de la comunicación, como un grito por la libertad. Ahora mismo, que se supone que la tenemos, lo que quiero es comunicarme a través de la belleza, a través del color y con esa libertad».
Y no se retira: «Los pintores no nos jubilamos».