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Salud

Los amish tienen el secreto para curar el asma infantil

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Las sospechas de que algo bueno había en retozar entre animales y un poco de suciedad no son nuevas. Pero un grupo de científicos de Singapur lo acaba de confirmar: una serie de compuestos químicos presentes en el polvo de las granjas donde viven las comunidades amish en Estados Unidos son los responsables de la protección contra el asma en los niños.

Por Raquel Peláez

Viernes, 15 de Abril 2022, 08:30h

Tiempo de lectura: 5 min

Con más del 30 por ciento de la población infantil mundial con alergia (el 50 por ciento en 2050, según la Organización Mundial de Alergia) y alrededor del 10 por ciento de ellos con asma o rinitis alérgica, este descubrimiento se ha convertido en una gran esperanza para la humanidad. Si nos centramos en España, las cifras no son mucho más tranquilizadoras: 14 millones de personas con algún tipo de alergia y asma que afecta al 5 por ciento de la población adulta y al 10 por ciento de los niños, según la Sociedad Española de Medicina Interna. Pero gracias a los amish la solución parece más cercana.

Para Holbreich las boñigas de vaca son «oro líquido». Con cada inhalación de aire, un niño amish recibe una exposición a los microbios mil veces mayor que uno de ciudad

Durante años, científicos estadounidenses estudiaron las condiciones en las que vivían los niños de las comunidades agrícolas amish de Ohio y Pensilvania. El hecho de que los médicos locales llevaran décadas informando de que sus tasas de asma eran mucho más bajas que las del resto de la población infantil llevó a un grupo de investigadores a seguir la pista de lo que se denominó el ‘efecto granja’. «Los niños limpian los establos, andan descalzos y están expuestos a microbios y bacterias que estimulan su sistema inmunológico», explicaba Mark Holbreich, el alergólogo de Indianápolis (Estados Unidos) que comenzó a investigar a estas comunidades acostumbradas a vivir al margen de los avances tecnológicos. Para Holbreich las boñigas de vaca son ‘oro líquido’. Y calcula que, con cada inhalación de aire, un niño amish recibe una exposición a los microbios mil veces mayor que uno de ciudad. «A la hora del desayuno los niños amish tienen hongos y detritus en la ropa, las uñas… Están flotando en el ambiente. Es un entrenamiento de campeones».

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El 'efecto granja'. Los estudios sobre las bajas tasas de alergia y asma que se encuentran entre los niños criados en granjas rurales se remontan varias décadas atrás, pero en 2016 un estudio publicado en New England Journal of Medicine sugirió que los sistemas inmunológicos de los niños amish se vieron reforzados por el polvo que se encontraba en sus hogares, que contenía microbios de animales de granja como las vacas.

Y razón no le faltaba. Ahora, el doctor Shane Snyder, director ejecutivo del Instituto de Investigación de Agua y Medio Ambiente de Nanyang de la NTU (Singapur), y su equipo han identificado cuatro compuestos químicos en las granjas rurales que, según explican, no se encuentran en la industriales. Y la buena noticia es que, entre esos compuestos, uno es eficaz para prevenir el asma cuando se prueba en cultivos de células de pulmón humano. «Parece que los animales que viven en esas granjas rurales no están bajo estrés y, tal vez, estén produciendo diferentes químicos en comparación con los que sí lo están», asegura el doctor Snyder en declaraciones a The Straits Times.

Se han identificado cuatro compuestos químicos en las granjas rurales eficaces para prevenir el asma. No se encuentran en las granjas industriales

El investigador Mauricius Marques Dos Santos, uno de los colaboradores del doctor Snyder en Newri, añade que, cuando se administran tratamientos a los animales de las granjas industriales -como alimentos o antibióticos-, estos cambian su microbioma, lo que puede conducir a cambios químicos en las proteínas dentro de sus cuerpos. «Cuando estos cambios moleculares ocurren en los animales, también afectan a los humanos al entrar en contacto con ellos o sus productos. Estas moléculas originales e inalteradas son las que pueden ofrecer cierta protección contra el asma y las alergias», asegura.

Hasta ahora, científicos como Holbreich habían asumido que la invulnerabilidad de los amish podría deberse a factores genéticos, pues forman una comunidad muy endogámica, lo que explicaba por qué algunos estaban más predispuestos al asma y las alergias que otros. Sin embargo, los descubrimientos actuales apuntan a la presencia de compuestos químicos, lo que sugiere una posible cura para el asma. «Esto tiene impactos de gran alcance en la salud humana», afirma el doctor Snyder.

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Los científicos de Singapur. A la izquierda, el director ejecutivo del Instituto de Investigación de Agua y Medio Ambiente de Nanyang de la NTU,  el doctor Shane Snyder; y a la derecha, el investigador Mauricius Marques Dos Santos, uno de sus colaboradores en el estudio que ha identificado los compuestos químicos precisos presentes en el polvo responsables de la protección contra el asma en los niños.

¿Será esta la solución para evitar que la mitad de la población tenga alergia de aquí a 2050? De momento, y según explica Snyder, el equipo está analizando la manera de conseguir que el compuesto químico se pueda replicar y producir en masa sintéticamente como una posible terapia farmacológica. Además, su idea es probar los otros compuestos químicos para su uso potencial en la prevención del asma y las alergias. Las granjas rurales de otras partes del mundo como el sudeste asiático y Sudamérica son los próximos destinos elegidos por el equipo para tomar muestras ambientales que les ayuden a ampliar la investigación.

¿Enfermos por un exceso de higiene?

En el fondo, una alergia no es más que un error, una metedura de pata de nuestro sistema inmune, que es el que se encarga de defender al organismo ante intrusos peligrosos como bacterias, virus o parásitos. Para esa función cuenta con un ejército de células asesinas y anticuerpos. Estas tropas de choque van aprendiendo a lo largo de la vida a distinguir entre ‘amigos’ y ‘enemigos’. Sin embargo, en el caso de las personas con alergias, lo que hacen sus sistemas inmunes es declararles la guerra a unos intrusos que no son peligrosos: polen, ácaros, ingredientes de alimentos… El contacto con estas sustancias provoca la liberación de transmisores que desencadenan una reacción inflamatoria innecesaria.

Si faltan sparrings, se aburren y se entretienen de otra manera: luchando contra las inofensivas partículas de polvo o de polen. Pero, además, hay otro factor. El aire que se respira en las ciudades o la comida que compramos en los supermercados contiene cientos de sustancias químicas que no existían en el siglo XIX. Y quizá nuestro sistema inmunitario no solo está desentrenado, sino también confuso, como esas ballenas que acaban varadas en las playas, desorientadas por la contaminación acústica de los océanos. «Por eso los amish, que viven en una cápsula del tiempo, como se vivía antes de la Revolución Industrial, nos pueden enseñar lo que hemos perdido», apunta Holbreich.


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