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Salud mental

Atletas de élite: una carrera contra la depresión

Las consecuencias psicológicas de la pandemia se están ensañando con los atletas de élite según un estudio de Stanford. Noah Lyles, campeón del mundo y probablemente el hombre más rápido del momento, es una de sus víctimas. Él mismo nos lo cuenta.

Por Matthias Fiedler y Thilo Neumann

Jueves, 29 de Julio 2021

Tiempo de lectura: 7 min

El mismo día en el que habría querido correr por una medalla olímpica, Noah Lyles escribió un tuit desde su casa en Orlando (Florida). «Hace poco decidí empezar con los antidepresivos. Ha sido una de las mejores decisiones que he tomado últimamente», tecleó en su móvil. Segundos más tarde, el mensaje salió al mundo.

Era el 2 de agosto de 2020, domingo. Lyles no se había dado cuenta de que esa tarde era la inicialmente prevista para la celebración de la final de los 100 metros lisos en el Estadio Olímpico de Tokio, la prueba más espectacular del mayor evento deportivo del planeta. De haberse disputado la carrera, Lyles, de 23 años, habría sido uno de los principales candidatos al oro. Iban a ser sus Juegos, con victorias en los 100 y los 200 metros lisos, a las que habría que sumar una más en los relevos con el equipo de 4 x 100 de Estados Unidos. Ese era su plan.

Pero entonces llegó el coronavirus y las Olimpiadas quedaron aplazadas. Lyles vio su objetivo desvanecerse. Y los pensamientos sombríos que llevaban tiempo agitándose en su interior fueron ganando cada vez más espacio.

Noah Lyles, el que quizá sea el hombre más rápido del momento, tiene depresión. Una enfermedad que lo acompaña desde la infancia… y que creía tener bajo control. «Antes del coronavirus, y del aplazamiento de las Olimpiadas, era capaz de huir de mis problemas», dice Lyles durante una conversación mantenida en unas instalaciones deportivas de Florida. «Correr era una válvula de escape», añade. Pero luego la pandemia lo obligó a parar. Y la enfermedad lo alcanzó

Los atletas profesionales son gente joven, físicamente por encima de la media, y les cuesta admitir debilidades. La pandemia les ha afectado con especial dureza

Este 2020 ha sido un año de paréntesis también –y especialmente– en el mundo del deporte. Los efectos de la crisis del coronavirus han llevado a muchos atletas, clubes y federaciones al borde del abismo económico. Pero la crisis no solo se hace notar en las cuentas corrientes de muchos de los afectados. Como demuestra un reciente estudio realizado en Estados Unidos, su mente también sufre.

Por lo general, los atletas profesionales son personas jóvenes y en forma, físicamente muy por encima de la mayoría de la gente. Y les cuesta admitir debilidades. Por ese motivo, la pandemia afecta con especial dureza a los atletas psicológicamente más vulnerables, como Noah Lyles. El norteamericano ha aprendido a hablar abiertamente sobre el asunto. «Mucha gente le da más importancia a que hable de mi salud mental de la que le doy yo», dice Lyles, un hombre en realidad conocido por su amplia sonrisa y su gusto por la ropa extravagante, que se presenta a las competiciones con el pelo teñido de plata y calcetines con personajes de cómic.

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El hombre más rápido del momentoNoah Lyles, campeón del mundo de los 200 metros, confesó sufrir depresión el 2 de agosto de 2020.Getty Images

La enfermedad lo ha acompañado la mayor parte de su vida. Los primeros problemas, cuenta, aparecieron cuando solo tenía 8 años. Pasó por varias fases depresivas tras la separación de sus padres. En el colegio era un niño marginado, además sufría dislexia y trastorno por déficit de atención. Empezó a recibir tratamiento psicológico a los 10 años.

La vida de Lyles solo parecía discurrir sin impedimentos ni complicaciones sobre la pista de tartán. En 2014, con 17 años, ganó la medalla de oro de los 200 metros en los Juegos Olímpicos de la Juventud; dos años más tarde fue campeón del mundo sub-20 en los 100 metros lisos. Sus mejores marcas igualaban las conseguidas a su misma edad por Usain Bolt.

En octubre de 2019 llegó el que por ahora es el punto más alto de su carrera: en los Mundiales de Doha, Noah Lyles ganó el oro en los 200 metros y en el relevo de los 100 metros con el equipo estadounidense. Fue la estrella de los campeonatos.

Pero aquel triunfo deportivo en Catar ocultó lo mal que ya se encontraba Lyles. Echaba mucho de menos su casa y empezó a sentirse deprimido. «Pensé que la tranquilidad volvería después de los mundiales».

Pero sucedió justo lo contrario: al regresar a Estados Unidos, el nuevo campeón se encontró teniendo que acudir a multitud de compromisos y patrocinadores deportivos, siempre de una cita a la siguiente. «Todo el mundo quería algo de mí –reconoce–. Ahí me di cuenta de que la cosa seguía igual, que no se había pasado. Estaba mal».

Y entonces golpeó el coronavirus. Lyles, asmático desde niño, era persona de riesgo. La preocupación fue a más cuando el número de contagios en Estados Unidos empezó a aumentar rápidamente. Para abril, los Juegos Olímpicos de Tokio ya habían sido pospuestos. Poco después, las calles empezaron a llenarse de protestas contra el racismo y la violencia policial.

Entró en una especie de estado de letargo, era incapaz de pensar de una forma positiva. Cuando su madre le sugirió que pensara en tomar algún fármaco, Lyles reaccionó con rechazo: «No quería ni planteármelo, llevaba muchos años pudiendo con la enfermedad yo solo».

Pero una mañana sintió que era ya demasiado para él. «Me dije: ‘No puedo más. Algo va muy mal’». Ese mismo día decidió probar con los psicofármacos. Y funcionaron. «Fue como si alguien hubiera desenroscado el tapón de una botella y mis emociones pudieran salir otra vez al exterior».

Lyles se negaba a tomar psicofármacos, pero tuvo que hacerlo. “Fue como si alguien hubiera quitado el tapón de la botella y mis emociones por fin pudieran salir”

La historia del velocista Noah Lyles es solo una de muchas, si bien no todas terminan en un historial médico. A mediados de octubre, la Universidad de Stanford, en California, publicó en colaboración con una red social para corredores de fondo un estudio que mostraba hasta qué punto la crisis provocada por el coronavirus ha afectado psicológicamente a muchos atletas.

Los investigadores de Stanford encuestaron a más de 130 deportistas profesionales de Estados Unidos. ¿El resultado? Desde el comienzo de las limitaciones a la vida pública provocadas por la pandemia, el porcentaje de los que decían sentirse «abatidos o deprimidos» durante la mayor parte de la semana prácticamente se había multiplicado por seis, pasando de un 4 a un 23 por ciento. Además, uno de cada cuatro participantes en el estudio admitía sentir «nervios o ansiedad». Antes del coronavirus, esta proporción ni siquiera llegaba a uno de cada 20.

El ejemplo de Michael Phelps

La directora del estudio, Megan Roche, se reconoce sorprendida y preocupada por los resultados; no pensaba que el número de atletas con problemas psicológicos fuera tan elevado. «El estudio pone en evidencia que los atletas sufren este tipo de tensiones psicológicas con una frecuencia mayor que el conjunto de la población».

En los últimos años han sido varios los deportistas famosos que han hecho públicos sus problemas psicológicos. Las estrellas norteamericanas del baloncesto Kevin Love y DeMar DeRozan han hablado abiertamente de su relación con la depresión. Dak Prescott, quarterback de los Dallas Cowboys, equipo de la NFL –la liga nacional de fútbol americano–, contó que en primavera había entrado en un estado de ansiedad por todo lo que estaba ocurriendo.

Y el nadador Michael Phelps, el atleta con más medallas olímpicas de la historia (28), declaró en mayo que nunca en su vida se había sentido «tan abrumado» por las circunstancias como en esos momentos. Phelps también sufre depresiones, como reconoció hace ya unos años.

Para el esprínter Noah Lyles, deportistas como Phelps han sido un modelo a la hora de hablar sobre la enfermedad.

La reacción a aquel tuit fue enorme, dice Lyles. Cuenta que muchos atletas le dieron las gracias porque ellos también estaban sufriendo problemas psicológicos. Algunos le dijeron que les gustaría hablar en público sobre el tema, como había hecho él, pero que les faltaba valor.

No obstante, la directora del estudio también ve en la pandemia una oportunidad para los atletas. «Los deportistas están obligados a enfrentarse a la adversidad y a adaptarse a las limitaciones. Puede fortalecerlos mentalmente y hacer que su entrenamiento sea más efectivo», asegura. Lo compara con el retorno a la competición tras una lesión, experiencia de la que algunos salen reforzados.

Además, la crisis del coronavirus podría ayudar a los atletas a repensar sus ambiciones deportivas o fijarse nuevos objetivos, podría animarlos a preguntarse qué es lo que los mueve más allá de las medallas.

Noah Lyles, el campeón del mundo de los 200 metros, ha dejado ya de definirse únicamente por el deporte. Para este aprendizaje ha contado con la ayuda de su terapeuta: «Tengo la suerte de llevar mucho tiempo trabajando con ella, gracias a eso he podido darme cuenta bastante pronto de lo perjudicial que puede ser centrarse demasiado en el deporte. Por eso ahora cuido mucho más mis aficiones».

A Lyles le interesan el arte y el diseño de moda y, además, rapea. Sus temas están en Spotify, los sube con el alias de Nojo18. Son canciones sobre su vida. Speed racer se titula una de ellas. Otra es Pain, ‘dolor’.

Efectos que la pandemia tiene sobre los deportistas profesionales.

Porcentaje de atletas que reconocen…

… sufrir abatimiento o sentimientos depresivos más de la mitad de la semana: 23%. 4% (antes de las restricciones por el coronavirus)

… sentir nerviosismo o ansiedad más de la mitad de la semana: 28%. 5% (antes de las restricciones por el coronavirus)

… preocuparse más por su futuro deportivo: 35%. 11% (antes de las restricciones por el coronavirus)

 Encuesta realizada a 131 atletas estadounidenses en agosto de 2020

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