
Viernes, 26 de Septiembre 2025, 09:47h
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En estudio realizado por investigadores de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp) en el estado de São Paulo, en Brasil, ha reavivado el interés por unas nuevas protagonistas en la lucha contra la neurodegeneración: las mioquinas. Si hasta el momento ya se sabía que el ejercicio físico de fuerza reduce la grasa corporal y visceral, fortalece los huesos o mejora la salud cardiovascular, entre otros beneficios, ahora los científicos brasileños han conseguido demostrar que también protege frente a la progresión de enfermedades mentales como el alzhéimer.
En su ensayo descubrieron que el grupo de adultos de más edad que presentaba deterioro cognitivo leve y que practicó ejercicio de fuerza dos días a la semana durante seis meses mostraba una protección contra la atrofia del hipocampo, que es un área del cerebro vinculada a la memoria y el alzhéimer. Frente a ellos, el grupo sedentario con el que trabajaron presentó un declive claro en las mismas áreas.
«La musculación es una aliada poderosa contra las demencias, incluso para personas que ya presentan un riesgo elevado de desarrollarlas», asegura la autora principal del estudio, la doctora en neurociencia Isadora Ribeiro. De hecho, y según ha puesto de manifiesto la experta, es muy posible que un periodo más largo de entrenamiento promueva resultados aún más positivos que los reportados en el estudio.
UN SISTEMA DE MENSAJERÍA…
Las mioquinas representan una fascinante red de comunicación química entre los músculos y el cerebro.
Cuando hacemos un ejercicio de fuerza, nuestros músculos liberan estas proteínas que viajan por la sangre hasta el cerebro, atravesando la barrera hematoencefálica.
… LLENO DE VIRTUDES
Las fibras musculares secretan diferentes tipos de mioquina, que una vez dentro del cerebro desencadenan efectos neuroprotectores.
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«Todos los individuos del grupo que practicó musculación presentaron mejoras en la memoria y en la anatomía cerebral. En cinco casos incluso, al final del estudio, la mejoría fue tal que revirtieron el diagnóstico clínico de deterioro cognitivo leve. Esto nos lleva a pensar que entrenamientos más prolongados, de tres años, por ejemplo, podrían revertir ese diagnóstico o retrasar cualquier tipo de progresión de la demencia. Sin duda, es algo que genera esperanza y que debe ser investigado en el futuro», sostiene Ribeiro.
La investigación, publicada en la revista Geroscience, apunta que, además de funcionar como motor del cuerpo, el músculo es un órgano endocrino capaz de liberar unas moléculas, las mioquinas, que viajan por la sangre para influir en otras partes del cuerpo como el cerebro, el hígado, el páncreas, el tejido adiposo o los huesos. Según ha explicado otro de los investigadores de la Unicamp, el neurólogo Marcio Balthazar, este hallazgo podría ser clave para llevar a cabo terapias basadas en el ejercicio y evitar gastos en fármacos.
Cuando levantamos una pesa o hacemos sentadillas, no solo conseguimos que aumente la fibra muscular, también se desencadena un diálogo químico con el cerebro que influye en la plasticidad neuronal y la resiliencia frente al envejecimiento. «Por eso es tan importante incorporar más educadores físicos en el sistema público de salud, sobre todo en el ámbito de la atención primaria», recomienda Balthazar. Una consideración, la del ejercicio como medicina, que podría revolucionar la manera de enfrentarnos al deterioro cognitivo con terapias personalizadas.
Y añade el experto: «Es un tratamiento menos complejo y más barato, capaz de proteger a las personas de enfermedades graves». Además, el profesor ha hecho hincapié en que cualquier ejercicio físico, ya sea musculación o actividad aeróbica, también puede movilizar células T antiinflamatorias, algo fundamental en los procesos de envejecimiento.