¿Cómo se debe cuidar un «piercing»?, ¿es seguro?, ¿cuál es la zona más dolorosa?

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

Imagen de archivo de una mujer mientras le hacen un piercing.
Rodri Porcelli

Las perforaciones que caracterizan esta práctica milenaria conlleva un mayor o menor cantidad de riesgos según la zona donde se ubique; con todo, los expertos recuerdan que las complicaciones derivadas no son llamativas

16 sep 2024 . Actualizado a las 14:04 h.

Hasta este año, se tenía conocimiento de que el adorno personal —entre ellos, los piercings— estaba presente en los pueblos del Neolítico o de finales de la Edad de Piedra en varios lugares del suroeste de Asia. Se tenían pruebas de objetos que se interpretaban como este tipo de pendientes, los cuales todavía no se podían asociar a qué zonas del cuerpo pertenecían. 

Sin embargo, en marzo del 2024, una investigación publicada en la revista Antiquity, realizada por arqueólogos, analizó las excavaciones del yacimiento arqueológico de Boncuklu Tarla, en el sureste de Turquía. Allí encontraron restos con adornos para piercings situados cerca de las orejas y bocas, lo que podría indicar las áreas más habituales. El desgaste dental de los incisivos inferiores de los cuartos, que datan de hace unos 11.000 años, es parecido al desgaste que ocasiona el labret, un tipo de piercing que se coloca próximo al labio inferior. 

Estos accesorios solo se encontraron cerca a los restos de adultos, y no en los niños, lo que para el estudio sugirió que podrían relacionarse con rituales que marcaban la mayoría de edad. Con todo, la explicación de esta costumbre y su presencia en diversas culturas todavía no tiene respuesta. Los motivos son diversos, desde el inicio de una nueva etapa vital como la adultez, hasta un símbolo de pertenencia o un signo vinculado a la espiritualidad. 

En la sociedad actual e imperante, está claro que su empleo es puramente estético, y por ello, ha ido ganando terreno. «Si hasta hace unas dos décadas, las únicas perforaciones que se hacían en el cuerpo eran las del lóbulo de las orejas, en la actualidad el abanico de posibilidades se ha ampliado considerablemente», dice el dermatólogo Pedro Jaén, en su libro Una piel para toda la vida. Labios, nariz, espacio interdental, lengua, mejillas, cejas, frente, pezones, pene, clítoris o antebrazos son zonas donde uno puede adquirir, si así lo desea, un piercing

Y, aunque algunas sean cuestionables, lo cierto es que hoy en día es una práctica que apenas reporta riesgos porque se suelen hacer en plenas condiciones de seguridad. «En los primeros años tras la resurrección de esta técnica milenaria, en torno a la década de los setenta de manos del colectivo punk, las medidas higiénico-sanitarias brillaban por su ausencia, de manera que el contagio de hepatitis, herpes, VIH, candidiasis, Epstein-Barr y algún que otro patógeno más estaban a la orden del día», detalla Jaén.

Con el paso del tiempo, los procedimientos se volvieron más seguros y «ahora no se concibe hacerlo sin guantes, instrumental quirúrgico debidamente esterilizado y materiales aptos para insertarse en la piel», añade. Todo esto hace que, según el doctor Antonio Clemente, dermatólogo en Clínica Clemente y responsable del área económica en la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), apenas se vean complicaciones en comparación a la cantidad que se hacen. 

Una práctica no libre de riesgos

Sin embargo, y como todo procedimiento —no se debe olvidar que existe una perforación— no está exento de riesgo. «Si se hace bien, con asepsia adecuado y buenos cuidados, el riesgo se reduce mucho», señala el doctor Clemente, que añade: «Es cierto que hay algunos problemas, como los queloides, que se ven más cuando se atraviesa un cartílago, en lugar de cuando se perfora un lóbulo», compara el profesional de la AEDV. 

Lo más habitual son infecciones de la zona, estas cicatrices abultadas o granulomatosis. A su vez, también puede producirse una sensibilización al níquel, un metal muy alérgico aunque el compuesto principal de la joya sea el oro o el titanio. 

La boca, un riesgo innecesario

Por otra parte, existen zonas más propensas a la aparición de complicaciones como son la boca, los genitales y el ombligo. La primera es, de todas las partes del cuerpo, la más susceptible a causar problemas. Según Jaén, es el escenario perfecto para que se formen infecciones difíciles de tratar: «Discurren una gran cantidad de vasos sanguíneos, lo que hace que sangre con facilidad incluso por culpa de heridas de pequeño tamaño», comenta. Por otro lado, contiene muchas terminaciones nerviosas que ayudan a que las personas aprecien los sabores y la temperatura de lo que ingieren. «Por eso, el piercing de la lengua está considerado como uno de los más dolorosos, aunque por delante se encuentre el de la úvula o campanilla», comenta. En suma a todo lo anterior, la boca alberga millones de bacterias resultado de lo que uno bebe, come, fuma, si se muerde las uñas o si mordisquea con objetos extraños. 

«La literatura médica ha documentado cientos de casos de angina de Ludwig por piercings en la boca», cuenta Jaén. Esta es una infección bacteriana en el suelo de la cavidad bucal, por debajo de la lengua, que provoca dolor e inflamación, entre otros síntomas. Si bien la mayoría de casos no alcanzan esta gravedad, los problemas que se han observado a raíz de las perforaciones en la cavidad bucal —«microrroturas y traumatismos dentales, maceración de la piel, retracción de las encías por el roce del adorno, lo que incrementa la sensibilidad dental o las reacciones alérgicas», según el dermatólogo— hacen que sea necesario divulgar acerca de todas las consecuencias posibles. «Especialmente, si el anillado se quiere hacer en la lengua, dado que la perforación de la misma se considera un acto de cirugía menor», indica. 

En los genitales o el ombligo

Perforar los genitales, como el pene, los pezones, el escroto o los labios mayores y menores femeninos no tiene mucho sentido desde el estricto punto de vista de la salud. Requiere mucho control, ya que son zonas muy vascularizadas, por lo que hay mayor riesgo de hemorragias. Además, «al estar ubicadas, normalmente, bajo la ropa, se incrementa el riesgo de abrasión o desgarro con las prendas», precisa el dermatólogo Pedro Jaén. El experto, a su vez, recuerda que tampoco hay que olvidar la rotura de preservativos, dolor, dificutlades para la erección o molestias durante las relaciones sexuales y alteraciones en la uretra. 

Por último, el ombligo, una zona no mucho más limpia que la boca. «En esta cicatriz de nacimiento se acumulan montones de gérmenes y de suciedad que no es fácil eliminar debido a la profundidad y la cantidad de pliegues que hay», explica Jaén. Este tipo de perforación requiere un cuidado exhaustivo. «Y aún así, las infecciones en esta zona por culpa de esta práctica son bastante frecuentes y el tratamiento es largo y molesto», añade el dermatólogo. 

Mejor sin pistola perforadora y nada de besos mientras se cura

La Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC) difundió un documento sobre prácticas responsables con respecto al piercing. Entre ellas, recomienda no permitir el uso de pistola perforadora, «ya que su esterilización no es buena; evitar zonas como la boca, los genitales y el pabellón de las orejas —la zona con cartílago—, «ya que hay más riesgo de complicaciones, como roturas de dientes, pérdida de sensibilidad o infecciones», y no hacerse uno en el pezón si una persona está embarazada. 

En el documento, recuerdan que se suelen cerrar rápidamente si se retira el aro antes de la cicatrización, «tarda, dependiendo de la zona, entre las seis y doce semanas en cicatrizar», y aconsejan retirar las costras a diario con un bastoncillo empapado en agua jabonosa. 

En relación a las perforaciones orales, señalan que el hinchazón y dolor de la lengua es normal durante los primeros días, y que puede resultar útil chupar hielo picado. Desaconsejan el consumo de alcohol, de picante, de tabaco, de chicles y el intercambio de saliva, por medio de besos y sexo oral, mientras se cura. 

La consulta con el médico solo será necesaria si se hincha la piel, se enrojece y sale pus; o si la persona tiene enfermedades cutáneas previas. Ante la duda, el doctor Clemente recomienda que, si es posible, se acuda a un dermatólogo: «Veo con mucha frecuencia que la gente se acerca a un centro de salud y, en cuanto se ve el más mínimo enrojecimiento, le dicen que está infectado. Después, vienen a mí, y no es que lo estuviese, sino que se trataba del proceso de inflamación y cicatrización de la herida en sí», concluye.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.